Cuando vivía en Tegucigalpa siempre me decía que yo estaba hecha para vivir en grandes ciudades y que nunca toleraría vivir en un pueblo, donde no se tengan todos los recursos, los conforts y las neurosis propias al urbanismo en gran escala. Había pasado muchos veranos en el pueblo de mis abuelos y la gente me parecía mucho más amable, el ritmo de vida más apacible, hasta la televisión por cable era mejor, pero yo sabía que cambiaría sin pensarlo dos veces cualquier convivencia social con tal de tener las películas más recientes en el cine, poder comprar libros en las grandes librerías o irme de compras a los grandes almacenes. Bordeaux es una ciudad mediana, es decir, se vive con la tranquilidad de un pueblo pero tiene algunas facilidades de una gran ciudad. Pero cada vez que paso por París, me alegro que los empujones en el asqueroso metro sean temporales porque nunca paso más de una semana allí. La única razón por la que me gustaría vivir allí es por la cantidad impresionante de museos que es tal que podría visitar uno diferente cada fin de semana por el resto de mi vida, pero siempre respiro de alivio cuando regreso a mi apacible Bordeaux.

Había llegado al punto de pensar que yo no estaba hecha para vivir en una gran capital hasta que conocí Taipei. Desde el primer momento que salí a la calle en búsqueda del segundo edificio más alto del mundo me quedé boquiabierta. Es un mundo completamente distinto al que yo había conocido antes: hay tanta gente, cruzando la calle, montada en scooters, conduciendo en carros y aún así no se siente asfixiante o estrecha. Los edificios son gigantescos pero las calles son amplias por lo que es imposible sentirse aplastado por las construcciones. Me encantó el metro, el hermoso MRT como le dicen, nítido porque es prohibido comer, tomar o hasta mascar chicle en sus instalaciones y me encantó cómo era un martes a las 10 de la noche y la multitud no parecía dar señas de desacelerar. La ciudad tenía todo para hacerme sentir insignificante por sus dimensiones, su densidad y su sobresaturación de ruido, luces y distracciones y era todo lo contrario: tuve la sensación de ser muy especial por estar allí. Deseé poder estar allí por siempre.

Me encantaron todos los lugares que conocí de Taiwán, pero ahora en retrospectiva me arrepiento de no haberme ido de un solo a Taipei. Hay tanto que hacer, ver, comer y conocer que pude haber estado dos semanas enteras allí sin extrañar por un minuto ninguna playa, lago o campo. Mi único consuelo es que la ciudad se disfruta mejor con gente que ya la ha domesticado previamente y yo sólo pude entrar en contacto con personas locales hasta mi última noche. Wilmer, el otro chico hondureño invitado a recorrer Taiwán en nombre de Honduras, me presentó a sus amigas Peggy, C.C. y Angela, con quienes compartimos en un café bohemio absolutamente hermoso, para que luego Peggy nos llevara a un mercado nocturno, algo muy típico del país. Al día siguiente, en las últimas horas que me quedaban y que quise exprimir al máximo separándome de los otros chicos del programa, Peggy nos llevó a Wilmer y a mí a desayunar y luego me acompañó de compras, para terminar con broche de oro en el Museo de Arte contemporáneo. En solitario ya había visitado el Memorial a Chiang Kai-shek, el Museo Nacional del Palacio y la cena y ceremonia de despedida fueron organizadas en el Gran Hotel, por lo que vi algunas de las cosas turísticas esenciales. Pero me faltaron tantas cosas que tengo que regresar, no sé cómo ni cuándo, pero son mis nuevas metas en la vida, aprender mandarín y volver a Asia, especialmente a Taipei. Y ahora siento una mezcla de aprensión y emoción cuando pienso en una gran ciudad: ¿estaré lista para la agitación, el estrés, los apartamentos reducidos y el alto costo de la vida? Sí, sí y mil veces sí.

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When I used to live in Tegucigalpa I always said to myself that I was meant to live in big cities and that I would never tolerate living in a small town where you don’t have all the resources, the comforts and the neurosis typical of big scale urbanism. I had spent many summers in my grandparent’s hometown and the people there seemed much nicer, life seemed calmer, even cable tv was better, but I knew deep down that I would change in a heartbeat any social interaction as long as I could have the newest movies at the theater, be able to buy books in big bookstores or go shopping at big stores. Bordeaux is a medium city, meaning that you can live in it with the small town calmness but it has some big cities’ facilities as well. But every time I go to Paris I am so glad the pushing in that disgusting subway is temporary because I never spend more than a week there. The only reason I would like to live there is for the impressive number of museums which would allow me to visit a different one every weekend for the rest of my life, but I’m always relieved when I come back to my peaceful Bordeaux.

I reached the point where I thought I would not be able to live in a big capital city until I went to Taipei. From the first moment I went outside to look for the world’s second tallest building I was blown away. It’s a whole different world I had met before: there are so many people, crossing the streets, riding scooters, driving cars and yet you don’t feel it to be narrow or asphyxiating. The buildings are enormous but the streets are very wide so it’s impossible to feel crushed by the constructions. I loved the subway, the beautiful MRT as they call it, sparkling clean because it’s forbidden to eat, drink or even chew gum inside of it and I loved how it was Tuesday night at 10 o’clock and the crowd didn’t show any signs of slowing down. The city had everything to make me feel insignificant by its dimensions, its density and its oversaturation of noise, lights and distractions and yet it was the contrary: I had the feeling of being very special because I was there. I wished I could stay there forever.

I loved every place I met in Taiwan, but looking back I regret not have gone directly to Taipei. There’s so much to do, see, eat and meet that I could have been there for two entire weeks and not miss any beach, lake or field. My only consolation is that you enjoy the city better when you are with people who have domesticated it previously and I could only get in touch with people who actually live there on my last night. Wilmer, the other Honduran kid invited to go to Taiwan representing Honduras, introduced me to his friends Peggy, C.C. and Angela, and we got to hang out in a beautiful bohemian café. Then Peggy took us to a night market, something very typical of the country. The next day, in the last few hours I got left and that I wanted to squeeze the juice out of so I got away from the rest of the Say Taiwan kids, Peggy took Wilmer and me for breakfast and then took me shopping, only to finish with the Museum of Contemporary Art. By myself I had already visited the Tchang Kai-shek Memorial, the National Palace Museum and the farewell banquet and ceremony were held at the Grand Hotel, so I had the opportunity to see some of the essential tourist attractions. But there were so many things left to see that I have to go back, I don’t know when or where, but my new goals in life are to learn mandarin and go back to Asia, and especially to Taipei. And now I feel a mix of apprehension and emotion when I think of a big city: am I ready for the turmoil, the stress, the tiny apartments and the high cost of life? Yes, yes and a thousand times, yes.

Durante mi viaje a Taiwán tuve el privilegio de compartir no sólo con mi familia de acogida pero también con la de Ana Cristina. El sábado pasado me invitaron a una cena que organizaron con sus vecinos y al día siguiente a un paseo en bicicleta con otros amigos. Toda la experiencia fue magnífica.

La cena consistió en una plétora de deliciosos platillos donde lo principal era un pollo asado rociado con vino. Lo acompañaban varias frutas, verduras, fideos y otras carnes que eran una más rica que la otra. Cuando platicábamos entre los invitados extranjeros siempre concordamos en que los taiwaneses comen mucho y no podían ver nuestros platos o vasos vacíos porque tenían que llenarlos inmediatamente. Esta combinación de sobre-alimentación y comida exquisita ha de ser letal para mis intenciones de dieta, pero era realmente difícil negarse o dejar de comer con tanta variedad, novedad y sabor.

Doña Grace y don Michael viven en un edificio construido de forma anexa a la casa que heredaron de su familia. Sus amigos también construyeron sus casas sobre las de sus antepasados y entre todos comparten un patio común en el que se reúnen a comer y a compartir. Tienen tantos años de amistad en común que son prácticamente familia, al punto que uno de ellos se dedicó a escribir y a documentar la genealogía de las familias e hizo un libro al respecto que nos enseñaron. Pero sus amistades van más allá de sus vecinos cercanos y en un momento de la velada llegó el alcalde de la ciudad de Huwei a saludarnos y a platicar con nosotras.

A la mañana siguiente nos despertamos muy temprano para andar en bicicleta con doña Grace y sus amigas. Después de un copioso desayuno nos fuimos a pedalear por la carretera por aproximadamente una hora. Recordemos mi pobre condición física una vez y ahora imaginemos la escena en que una docena de señoras no sólo pedaleaban, a veces sin manos, sino que todavía hacían estiramientos, andaban a toda velocidad y sin ninguna dificultad, mientras yo sentía que estaba a punto de desmayarme por el esfuerzo. Éramos una caravana de varias bicicletas, una moto y hasta un carro y por un momento me sentí en una película de motociclistas rebeldes o en la última entrega de Tom Hanks que no recomiendo a nadie ver. El destino final era un pequeño jardín frente a una plantación de árboles frutales, propiedad de una de las señoras, donde se encontraban aún más amigos preparando la comida. Eran las ocho y media de la mañana y estaban preparando pollo, pescado y salchichas asadas, una sopa dulce y fría de frijoles (suena extraño pero era deliciosa y refrescante), sopa de albóndigas, otro montón de platos que no soy capaz de recordar y muchas frutas. Ni siquiera era hora de almuerzo y había comido lo suficiente para sentirme satisfecha todo el día, era increíble.

Un poco después de medio día empezamos el camino de regreso, pero a mitad del trayecto recibimos una invitación para ir a cantar karaoke a casa de una amiga del grupo. Hasta ahora no había podido ir a ningún “KTV”, uno de los locales donde uno puede encerrarse en una sala con sus amigos y cantar karaoke hasta el cansancio y definitivamente es imposible venir a Asia y no cantar karaoke. Resulta que es muy popular comprarse los aparatos de karaoke para la casa, muy parecidos a los reproductores de DVD y que te permiten escoger entre una variedad impresionante de canciones. Con Ana Cristina creíamos podernos salvar de cantar en público, algo que yo podría hacer después de involucrar mucho alcohol en el proceso, pero en el repertorio no sólo tenían canciones chinas o japonesas, habían hits de los años 60s y 70s en inglés. Ana Cristina fue más valiente y cantó “Let it be” en solitario; yo me atreví a cantar en dúo con ella “Yesterday”. Lo más divertido es que yo que era la más reticente a mitad de la canción me emocioné y quería continuar cantando, pero ya era hora de irnos. La tarde la aprovechamos para descansar de tanta emoción en tan poco tiempo, pero estuvo tan divertido que ahora que estoy en casa desempolvé la bicicleta que Sophie dejó en Francia y es muy probable que en el futuro me termine comprando un aparato casero de karaoke yo también. 309285_266550720022442_100000025488007_1076712_2947265_n309628_266551116689069_100000025488007_1076723_7624336_n320869_266551143355733_100000025488007_1076724_5145369_n  317703_266549456689235_100000025488007_1076690_429902_n302553_266549513355896_100000025488007_1076691_4423114_n 319384_266549740022540_100000025488007_1076696_5007792_n316400_266549793355868_100000025488007_1076697_5347895_n318445_266549846689196_100000025488007_1076698_8268115_n 303160_266549943355853_100000025488007_1076699_5773567_n302423_266550546689126_100000025488007_1076709_4997689_n299204_266550630022451_100000025488007_1076710_3316460_n                                                                             During my trip to Taiwan I had the privilege to share not only with my host family but with Ana Cristina’s as well. Last Saturday they invited me to a dinner they organized with their neighbors and the next day to a biking trip with other friends. The whole experience was magnificent.

The dinner was a plethora of delicious dishes where the main course was a grilled chicken with wine sprayed on it. It was served with fruits, vegetables, noodles and other meats that were all very tasty. Whenever we international guests got together we all agreed that the Taiwanese eat a lot and could never see your plates or cups empty because they had to fill them immediately. This combination of over-eating and exquisite food has to be lethal to my diet intentions, but it was really hard to say no or not to eat such variety, novelty and flavor.

Mrs. Grace and Mr. Michael live in a building they built in front of the house they inherited from their family. Their friends also built their own houses on top of their relatives and they all share a common yard where they get together to eat and hang out. They have been friends for so long they consider themselves family, to the point where one of them wrote and documented their families’ genealogy and wrote a book about it that we had the opportunity to see. But their friends go beyond their close neighbors and during the evening the Huwei’s mayor came to say hello and chat with us.

The morning after we woke up very early to go bike riding with Mrs. Grace and her friends. After a huge breakfast we rode along the highway for about an hour. Let us remember my poor physical condition and now imagine the scene in which a group of ladies not only pedaled, sometimes without hands, but did stretching exercises, rode really fast and effortlessly, while I felt I was going to faint at any time. We were a crowd of many bikes, a motorbike and even a car and for a moment I felt in a bike rebel’s movie or in Tom Hank’s latest release I don’t recommend to anyone. The final destination was a little garden in front a fruit tree’s plantation, owned by one of the ladies, where more friends were preparing some food. It was eight thirty in the morning and they were making grilled chicken, fish and sausages, cold and sweet bean soup (that sounds weird but it’s actually delicious and refreshing), meat ball soup, another bunch of dishes I no longer remember and a lot of fruit. It was not even lunch time and I felt I had eaten enough for the whole day, it was incredible.

A little after noon we started our way back when suddenly we got an invitation to sing karaoke at someone else’s house. So far I hadn’t been to a “KTV”, a place where you can lock yourself with your friends and sing as long as you want and really, it’s impossible to come to Asia and not sing karaoke. It turns out that it’s very popular to buy the karaoke machines for your home, which look like DVD players and let you choose from an impressive variety of songs. With Ana Cristina we thought we could avoid singing in public, something I could do after involving a lot of alcohol in the process, but the repertoire not only had Chinese or Japanese songs, there were some hits from the 60s and the 70s in English as well. Ana Cristina was braver than me and sang by herself “Let it be”; I only dared to sing a duet with her of “Yesterday”. The funniest thing is that I who was the most reticent to sing, in the middle of the tune got all excited and I wanted to keep on singing, but it was time to go. The rest of the afternoon we had some rest but it was so fun that now that I’m home I dusted off a bike I have here and it’s very likely that some time in the future I will have my own karaoke machine.

Tributo a Nora Ephron

Hoy cumplo un año de haber llegado a Francia y es mi obligación compartir la poca sabiduría que he adquirido en este tiempo, para que cualquier otra persona que esté por salir de su casa por primera vez esté advertido y por lo menos no cometa los errores que yo, por inexperiencia y por falta de guía, tuve que cometer para aprender.

Nunca, nunca, nunca salir del país sólo con dinero en efectivo y sin tarjeta de crédito. NUNCA.

No empacar cosas innecesarias.

De hecho, empacar únicamente lo esencial. En retrospectiva me doy cuenta que pude haberme comprado un nuevo guardarropa con lo que pagué por traer una maleta adicional y traje un montón de cosas que nunca uso y que quitan espacio a mi minúsculo cuarto y clóset.

Los esmaltes de uña pasan de moda y por falta de uso se terminan estropeando. ¿Qué estaba pensando cuando me compré ese esmalte amarillo?

¿Realmente tenía que traer esos pines comprados por mi padre en Ucrania a principios de los años 90?

No se usan tacones en estos países donde el transporte público es eficiente, ese tipo de zapatos sólo se utiliza cuando se tiene carro y aquí pasaría casi un año sin subirme a un vehículo privado.

Debí haber aprendido a cocinar cuando tuve la oportunidad, o por lo menos haber escaneado antes de venir ese libro de cocina china que mi madre guarda en la casa.

Si bien a los diecisiete años el estrés te hace perder peso, a los veinticinco te hace subirlo: no dejar de hacer ejercicio nunca!

No comer en el restaurante de la universidad. Tres euros puede no parecer caro para un menú completo con entrada, almuerzo y postre, pero cinco veces a la semana, cuatro semanas al mes, sin contar con las porciones extra grandes y los ingredientes de origen desconocido resultan en una fuga considerable de dinero y en un engordamiento asegurado.

Siempre leer sobre la ciudad a la que uno va a llegar por primera vez con anticipación, sobre todo con respecto a sus medios de transporte. También prever un alojamiento de emergencia para las primeras noches.

Hacer la conversión de tu moneda nacional a la moneda de tu nuevo país puede hacerte ahorrar un poco de dinero al principio, pero es un hábito irritante que se desvanece con el tiempo. Luego te acostumbras y terminas pagando sesenta euros por una chaqueta en temporada normal como si fuera nada, cuando en tu país de origen sólo comprabas cosas de por sí baratas y en temporada de descuentos.

No hay forma de escapar de la burocracia administrativa de las universidades, ni siquiera mudándose a otro país. Hay que aceptarla como una característica intrínseca de la raza humana.

Todas esas veces que mis padres me regañaron por ser perezosa con los quehaceres de la casa, desconsiderada con respecto a cómo mis acciones afectan a los demás o indiferente a la hora de convivir con ellos me han servido para aprender a vivir con gente desconocida. Me hicieron la vida imposible, pero tenían razón.

La independencia se aprende a golpes. Estar lejos significa estar solo muchas veces, pero eso no es el fin del mundo. Uno termina aprendiendo a tomar decisiones por uno mismo.

Por muy solitario y huraño que uno sea los buenos amigos terminan por aparecer. Algunas veces hasta se tiene mucha suerte y se termina viviendo con ellos.

A pesar de las dificultades y la conmoción inicial, todo esto vale la pena. Salir de casa y de tu país abre un horizonte más amplio de lo que uno creía posible. Se conocen lugares hermosos y personas extraordinarias que te inspiran y se aprenden cosas que te hacen ver el mundo de forma diferente. Al final de cuentas uno se está transformando en un mejor profesional pero sobre todo en una mejor persona.

Sólo hay que tener paciencia.

                                                                               

Tribute to Nora Ephron

Today I’m celebrating a year since coming to France and it is my duty to share the little wisdom I have acquired during this time, so that any other person who is about to leave his home for the first time will be warned and will not make the same mistakes I did on account of my inexperience and lack of guidance.

Never, ever, ever leave the country only with cash and without a credit card. NEVER.

Do not pack unnecessary stuff.

In fact, only pack what is essential. In retrospective I realize I could have bought a whole new wardrobe with what I payed to bring an additional suitcase and I brought a lot of things I never use and that take a lot of space in my tiny room and closet.

Nail polish goes out of fashion and lack of use makes it go bad. What was I thinking when I bought that yellow nail polish?

Did I really have to bring those pins my father bought in the Ukraine in the early 90s?

You don’t wear heels in these countries where public transportation is so efficient, those kinds of shoes are wearable only when you have a car and here I would spend almost a year without getting on a private vehicle.

I should have learned how to cook when I had the chance, or at least I should have scanned that Chinese cuisine book my mother keeps at home.

If stress makes you lose weight when you’re seventeen, at twenty-five it makes you gain it: don’t ever stop exercising!

Do not eat at the university’s cafeteria. Three Euros may not seem much for a whole menu with appetizer, main course and dessert, but five times a week, four weeks a month, without mentioning the extra large portions and the ingredients of unknown origin result in important money drain and a guaranteed weight gain.

Always read up on the city you will be arriving for the first time before getting there, especially about its transportation system. Also, have emergency accommodation for the first nights.

Making the conversion from your national currency to the one of your country of arrival can make you save some money at first, but it’s an annoying habit that will vanish over time. Then you will grow accustomed to it and you will end up paying sixty Euros for a jacket in normal season when in your country of origin you only bought cheap clothes during sales.

There is no way to escape the university’s administration bureaucracy, not even by moving to another country. You just have to accept it as an intrinsic condition of the human race.

All of those times my parents yelled at me for being lazy about house chores, inconsiderate about how my actions affect others or indifferent when spending time with them have taught me how to live with new people. They made my life impossible, but they were right.

Independence is hard to learn. Being far away means being alone many times, but it’s not the end of the world. You get used to making decisions by yourself.

No matter how much of a loner you are, good friends end up appearing somehow. Sometimes you get so lucky you end up living with them.

In spite of the initial difficulties and the first shock, it’s all worth it. To leave your home and your country opens up a horizon even wider than you expected. You get to visit wonderful places and meet extraordinary people who inspire you and you learn things that make you see the world under a different light. In the end, you are becoming a better professional but above all a better person.

You just have to be patient.

Uno de los días que más disfruté con mi familia de acogida fue cuando visitamos con las chicas el parque de diversiones Janfusun (pronúnciese parecido a “chan-fu-sen”). Las dos niñas en mi familia eran Coco de catorce años y Jennifer, su prima de quince. Las dos eran pura ternura y siempre me moría de risa con sus ocurrencias. Para este paseo nos acompañó Ana Cristina, cuyas imágenes profesionales superan de lejos mis pobres intentos de documentación, así que recomiendo que visiten su blog del evento.

Janfusun, uno de los principales lugares turísticos del condado de Yunlin, es un parque de diversiones muy al estilo de Disneyland, pero que se apoya únicamente en sus atracciones más que en personajes animados específicos. Sin embargo, ambos tienen en común que recrean escenarios de varios países y los reúnen en un solo lugar. También, al igual que Disney, es un paraíso infantil, donde uno puede jugar hasta el cansancio, comer chucherías y dulces hasta entrar en coma diabético o subirse a tantas montañas rusas y hasta sufrir un paro cardíaco. Pero Janfusun se distingue del parque estadounidense en el hecho que está incrustado en medio de las montañas y tiene unas vistas impresionantes de la región que te hacen sentir en un mundo idílico, donde sólo te rodean caricaturas orientales y la naturaleza (además, no hay que hacer horas de filas sólo para subirse a una atracción!). Es gigantesco y casi ocho horas de recorrerlo sin descanso estuvieron lejos de ser suficientes para conocerlo por completo. Las chicas lo conocían de memoria y ni siquiera podían recordar cuántas veces han ido hasta ahora ya que el parque es gratis para los habitantes de Yunlin. Así que ellas fueron nuestras guías en los principales juegos.

Al principio empezamos con mucho entusiasmo, subiéndonos a una montaña rusa espantosa, con vista a las montañas y con unas pendientes que me hicieron dudar seriamente si saldría viva para contar esto. Traté de guardar la compostura diciéndome que no podía ser posible que las niñas estuvieran completamente serenas y yo estuviera cercana al ataque de pánico, pero voy a hacer una confesión: luego de echar un vistazo al vacío desde lo más alto de la montaña, cuando el carrito empezó a bajar a toda velocidad grité como loca y cerré los ojos. Además, tuve la pésima idea de usar un collar súper largo que casi se me soltó con la caída, pero en medio de la conmoción fui capaz de retenerlo, demostrando que aún cercana a la muerte me rehúso a perder mis joyas.

Para el juego en que las sillas giran horizontalmente alrededor de un eje, además de verticalmente, traté de abrir los ojos, pero luego me arrepentí de haberle aceptado, minutos antes, unos churritos de papa a Jennifer porque el estómago se me revolvió todo. Tratamos de tomarnos las cosas con más calma subiéndonos a la rueda de Chicago más alta de Taiwán, apta para la gente mayor ya que iba tan lento que no era necesario que se detuviera para subir a las personas. Luego de otro descanso con helado turco entramos a una sección del parque que es bajo techo y del que resalta una bóveda que es en realidad una pantalla LED gigantesca. Jugamos como niñas pequeñas en la parte de las pelotas suavecitas que eran tiradas al aire por bombas y que uno podía disparar desde ametralladoras de juguete en el segundo piso. Cuando salimos al exterior de nuevo el calor era tan abrasador que no pudimos evitar ir a una montaña rusa acuática, donde era inevitable salir empapado al final. De todas formas, el sol era tal que nos secamos en menos de 10 minutos, a tiempo para subirnos a un barco que se balanceaba en el aire y luego para almorzar en una de las miles de cafeterías y restaurantes que tiene el parque. Más tarde tuvimos una excelente vista de la parte acuática del conjunto, con todo y piscina de olas y playas artificiales cuando nos subimos en un trencito que recorría los alrededores. Y concluimos nuestra visita en el museo del café que tenía tres pisos, pero que nuestras energías nos permitieron ver uno nada más. Teníamos muchas ganas de ver la nueva atracción llamada “Horrorwood” pero era el único juego completamente lleno y la fila se tardaría al menos 45 minutos en avanzar. Quiero creer que tendré una nueva oportunidad de regresar y volver a la infancia al estilo de Taiwán.
                                                                 
One of the days I enjoyed the most with my host family was when we went with the girls to the Janfusun amusement park. The girls in my family were Coco who was fourteen years old and Jennifer, her fifteen year old cousin. Both were very sweet and I always had a very good time with them. For this trip we were accompanied by Ana Cristina, whose professional images overshadow by far my poor attempts at documentation, so I strongly recommend visiting her blog.

Janfusun, one of the main tourist places in the Yunlin County, is an amusement park very much in the Disneyworld style, but who relies mainly in its attractions more than in specific animated characters. Nonetheless, they both have in common that they recreate scenarios from many countries and put them together in one place. Also, like Disney, it is a kid’s paradise, where one can play until exhaustion, eat junk food and candy until suffering from sugar coma and can get onto as many roller coasters as necessary until having as stroke. But Janfusun distinguishes itself from the American park in the fact that it’s in the midst of mountains and has breathtaking views of the region, making you feel in an idyllic world, surrounded by oriental cartoons and nature (besides, you don’t have to make hour long lines to get on one of the attractions!). It’s immense and almost eight hours of walking through it were not even close enough to get to know it entirely. The girls were not even able to recall how many times they’ve been so far, since the park is free for Yunlin natives, so they were our guides in the main attractions.

In the beginning we started with much enthusiasm, getting on an awful rollercoaster with mountain views and steep slopes that made me seriously doubt I would get through it alive to tell about it. I tried to compose myself by thinking that it couldn’t be possible that the girls were absolutely calm and that I was close to having panic attacks, but I’ll make a confession: after taking at glance at the void from the highest point of the mountain, when the car began to come down at maximum speed, I cried like a lunatic and closed my eyes. Besides, I had the bad idea of using a very long necklace that almost fell off with the ride, but in the middle of the commotion I was able to hold onto it, demonstrating that even close to death I refuse to lose my jewelry.

For the attraction in which chairs turn around horizontally around an axe as well as vertically, I tried to open my eyes, but then I regretted taking some potato chips from Jennifer just a few moments before: my stomach was a whole mess. We tried to take things slowly after that getting on Taiwan’s tallest Ferris wheel, acceptable for everyone because it’s so slow that it doesn’t even need to stop for people to get on it. After another break with Turkish ice cream we went into an indoors area where a huge vault made of a LED screen stands out. We played like little children in the part with the soft balls that were thrown in the air by some pumps, and where you could even shoot them with some toy machine guns from the second floor. When we went back outside, the heat was so strong that we couldn’t help getting on an aquatic rollercoaster, where it was inevitable to get soaked wet at the end. Anyway, the sun was such that ten minutes later we were dry again, just in time to get on a boat that swung in the air and then to have lunch in one of the thousand of cafeterias and restaurants that can be found there. Later we got a spectacular view of the park’s aquatic section, with swimming pools with waves and artificial beaches while riding a little train that surrounded the ensemble. And we concluded our trip with a brief visit of the coffee museum that was three stories high, but our energies were enough just for one of them. We were really looking forward to seeing “Horrorwood” the new attraction, but it was the only place with a long waiting line that was would have taken at least forty-five minutes. I want to believe that I’ll get a new chance to come back and relive my childhood, Taiwanese-style.
La noche anterior a nuestro viaje a Sun Moon Lake habíamos dormido muy poco, por la salida al bar y por quedarnos platicando en el apartamento de Karla. Eso nos atrasó a la mañana siguiente para desperezarnos y reunirnos con Edrich para ir a Sun Moon Lake. Poco a poco la comitiva se fue haciendo más pequeña: Gerson se fue con su familia de acogida y no nos acompañó en Kaohsiung; Hristo cumpliría su sueño de andar en motocicleta por Taiwán cuando conoció a Karla que tiene una y Chantale vive a unos veinte minutos de Kaohsiung y ya quería regresar a casa. Así que sólo quedamos tres dispuestos a continuar con la vagancia.

Se necesitan tres horas para ir en bus de Kaohsiung a Taichung, de donde se toma otro bus para ir a Sun Moon Lake con un trayecto de aproximadamente una hora y veinte minutos. Normalmente tengo la capacidad de dormirme en cualquier medio de transporte, sea carro, bus, tren o avión, es el único súper poder que se me ha manifestado hasta ahora, pero en el bus hacia Taichung se les ocurrió poner “The dark knight” y no podía dejar pasar la oportunidad de ver por tres horas a Christian Bale. Estuvo lejos de ser una tortura, pero adiós sueño reparador.

Llegamos finalmente a Sun Moon Lake a las seis de la tarde, justo a tiempo para poder observar el magnífico paisaje antes del anochecer y luego buscar un hotel. Como es una zona pequeña y muy turística los precios del alojamiento son algo caros, pero esta vez nuestra ronda exploratoria de hoteles fue más corta que en Kenting. El tercer edificio que visitamos, con un centro de venta de lotería en el primer piso, resultó ser un hotel que acababa de abrir y que únicamente tiene cuatro habitaciones, cada una llamada con un color diferente y decorada de manera distinta. Nos permitieron ver los cuartos antes para poder decidir pero el diseño interior era tan hermoso y estábamos tan cansados que realmente no hubo mucha indecisión. Pudimos tomar una ducha, ver televisión por cable taiwanesa y dormir sin hacinamiento.

A la mañana siguiente fuimos a caminar por uno de los senderos del lago, uno que pasa frente a un hotel de lujo establecido en el terreno de la antigua casa de verano de Chiang Kai-shek y donde se puede ver también uno de los botes que usaba para navegar en el lago. Platicamos y descansamos viendo el lago en paz, al fin un respiro de todo el ajetreo de los últimos días. Nos encontramos a unas chicas del programa que no conocíamos, pero como eran extranjeras con una familia de locales las probabilidades que vinieran por las mismas razones que nosotros eran muy altas. Un saludo y las dudas se despejaron; de hecho, esto nos ha sucedido en varias ocasiones, así que hasta el próximo jueves, si ven un extranjero en Taiwán es probable que sea uno de nosotros doscientos cincuenta.

Tomamos el bus de regreso a Taichung, donde Edrich nos llevó a uno de sus restaurantes favoritos de la ciudad: un restaurante griego que tiene como propietaria a una ilustradora taiwanesa que enamorada de Grecia viajó para estudiar la cocina y poder abrir un restaurante lo más auténtico posible en su país de origen. El restaurante es hermosísimo porque absolutamente todo, desde los muros hasta los manteles están decorados con ilustraciones de la artista. La comida estuvo exquisita pero como era un menú completo de entrada, plato principal, postre y bebida pasamos unas buenas dos horas en el lugar.

Antes de regresar a casa de nuestras familias de acogida, Edrich nos quería mostrar un barrio a las afueras de Taichung que cuando estuvo en peligro de ser demolido, un habitante decidió decorarlo por completo con sus ilustraciones para así llamar la atención y evitar su destrucción. Su obra no sólo logró lo deseado: el barrio se mantiene en pie, pero ahora se ha convertido en un lugar extremadamente visitado, al punto que no se puede caminar o tomar fotos sin que aparezca la multitud que lo quiere apreciar. El ilustrador todavía vive en el barrio y de vez en cuando sale a platicar con la gente que viene a conocer su trabajo.

Después de cuatro ciudades visitadas en cuatro días teníamos que regresar, tan siquiera para bañarnos, lavar ropa y dormir sin pagar. Así que con Cristina tomamos un tren hacia Douliu, donde un controlador nos regañó porque al parecer el boleto de Cristina no era el correcto para nuestra destinación. Por supuesto, él no hablaba inglés y yo no soy capaz ni de pronunciar “gracias” correctamente en mandarín. Ni media hora nos había dejado solas Edrich y ya teníamos líos, porque mientras nos acompañó él nos leía los menús, preguntaba direcciones, confirmaba que estuviéramos en los buses correctos, etc. ¿Cómo rayos hacen los turistas que no hablan mandarín aquí? ¿Por qué no me compré ese diccionario con imágenes que todo mundo me aconsejó antes de venir? Esta es mi recomendación para que todos aquellos que vayan a un país donde no hablan la lengua: cómprense un traductor electrónico de bolsillo.

The night before our trip to Sun Moon Lake we didn’t sleep very much, in part because of our partying at the bar, but also because when we got back we stayed up chatting in Karla’s apartment. That led to our delay the morning after to compose ourselves and meet Edrich to go to Sun Moon Lake. Little by little our group got smaller: Gerson went back to his host family’s home and did not come with us to Kaohsiung; Hristo would see his dream of riding in motorbike through Taiwan when he met Karla who had one and Chantale lives twenty minutes away from Kaohsiung and she wanted to go home. So we were only three willing to continue wandering away.

It takes three hours to go by bus from Kaohsiung to Taichung, where another bus ride is needed to go to Sun Moon Lake, which takes about an hour and twenty minutes. Normally I have the ability to sleep in any medium of transportation, be it car, bus, train or airplane, in fact, it’s the only superpower that has manifested itself so far, but in the bus to Taichung “The dark knight” was playing and I couldn’t pass the opportunity to stare at Christian Bale for three hours straight. This was far from being a torture, but goodbye beauty sleep.
We got to Sun Moon Lake at six in the afternoon, just in time to catch a glimpse of the magnificent landscape and then look for a hotel. Since this is a very small and touristic zone the accommodation prices were a little high, but this time our search for a place to sleep was shorter than in Kenting. The third building we visited, with a lottery stand in the first floor, turned out to be a four-bedroom hotel, where each one of them is named after a color and is decorated in a different way. We were allowed to see the rooms before making up our minds, but the interior design was so beautiful and we were so tired that there really was not very much hesitation. We got to take a shower, watch Taiwanese cable TV and sleep peacefully.

The next morning we went for a walk in one of the trails surrounding the lake, one that passes in front of a luxury hotel built in the site where Chiang Kai-shek had his summer house and where you can even see a boat he used to sail in. We chatted for a long while and we rested in front on the lake, the first break we had in the last few busy days. We ran into some girls of the Homestay we hadn’t met before but since they were foreigners hanging with locals the probability they were also part of the program were very high. One hello and the doubts disappeared. Actually, this has happened to us a lot so far, so until next Thursday, if you see a foreigner in Taiwan it is most likely he or she is one of us 250.

We took the bus back to Taichung, where Edrich took us to one of his favorite restaurants in the city, a Greek restaurant whose owner is a Taiwanese illustrator who is in love with Greece and who traveled there to study the local cuisine in order to open the most authentic restaurant possible in her native country. The restaurant is gorgeous because absolutely everything, from the walls to the placemats is decorated with the artist’s illustrations. The food was exquisite but because it was a whole menu, with appetizer, main course and dessert we spent two good hours there.
Before heading back to our host family’s homes Edrich wanted to show us a neighborhood outside of Taichung that when it was in danger of being demolished one of its residents decided to decorate it entirely with illustrations so it could get attention and avoid its destruction. His work not only accomplished the main goal: the neighborhood is still there, but now it has become a very popular spot, to the point where it’s difficult to walk or take pictures with the crowd who wants to admire it. The illustrator still lives there and every now and then he hangs out with the people who come to visit.

After four cities visited in four days we had to come back, if only to take a shower, wash clothes and sleep without having to pay. So with Ana Cristina we took a train back to Douliu, where a controller was mad because apparently Cristina’s ticket was not the right one for our destination. Of course, he didn’t speak any English and we are not even able to articulate correctly “thank you” in Mandarin. Edrich had left us for less than half an hour and we were already in trouble, because when he hung out with us he read the menus, he asked for directions, he confirmed that we were on the right bus, etc. How the hell do tourists who don’t speak Mandarin get by here?  Why didn’t I buy the illustrated dictionary everyone advised me to get before coming here? This is my suggestion to anyone traveling to a country where they don’t speak the language: buy a pocket electronic translator.
Kaohsiung es la segunda ciudad más grande de Taiwán después de Taipei, un dato interesante del cual yo no tenía absolutamente ninguna idea antes de llegar y buscar algo interesante que hacer. Menos mal, porque así pude rendirme completamente a los designios de mi nuevo grupo de amigos. En la estación de tren de la ciudad nos reunimos con tres de los voluntarios del evento que viven en la ciudad y que querían salir con nosotros. Conocimos también a Carlos, otro chico de nuestro grupo de extranjeros y ya todos juntos empezamos la noche con una excursión al lago de Lotus de Zuoying.

Como llegamos para el atardecer no pudimos entrar a las pagodas que se encuentran allí, pero pudimos apreciarlas con su iluminación nocturna. Por suerte sí pudimos entrar a otro templo cercano donde los voluntarios nos explicaron que en teoría, cada vez que se ve un templo se tiene que ofrecer una oración pero que hay tantos que la gente ya no lo hace. Igualmente aprendimos que siempre se tiene que entrar a un templo por la puerta derecha y salir por la puerta izquierda porque si no es de mala suerte. Además, la puerta central está exclusivamente reservada para las divinidades, por lo que no se debe utilizar. Agosto es el mes del festival de los fantasmas en Taiwán y se tiene varias prácticas alrededor de esta celebración, como quemar papel e incienso frente a las puertas o hacer ofrendas de comida o de gelatina en forma de comida. El templo entonces tenía una mesa repleta de esas ofrendas destinadas a los espíritus que tienen libre acceso a nuestra dimensión, por este mes únicamente. Como dato curioso, este mes no es recomendable para ir a nadar, para casarse o para comprar algo nuevo.

Luego los chicos nos llevaron a una “tea shop”, donde se puede escoger entre una variedad de bebidas riquísimas, como el “pear milk tea” que vine a darme cuenta que es el “bubble tea” muy popular en Japón. Durante mi estadía he probado varios tipos de tés, unos solos y otros con leche, pero creo que las bolitas de tapioca en el bubble tea son irremplazables. Tengo que averiguar cómo reproducir este té con leche una vez que me vaya de aquí, porque esas son de las cosas que me querría llevar en cantidades industriales si no hubiera traído únicamente la maleta de mano. Después del té cenamos todos juntos en un pequeño restaurante una sopa de “dumplings” de cerdo, absolutamente exquisita. Como en Kenting no habíamos podido festejar a nuestras anchas, esa noche teníamos que desquitarnos como fuera y Carlos propuso un bar donde trabaja una amiga suya llamada Karla. La chica también vive casi enfrente del bar por lo que Carlos le preguntó si Hristo, Chantale, Cristina y yo podíamos pasar la noche en su apartamento y Karla fue muy gentil en aceptar. Eso resolvió nuestro dilema del alojamiento que por supuesto no habíamos considerado antes de venir, espíritus libres en los que nos hemos convertido.

Luego de la cena fuimos entonces donde Karla, donde supuestamente nos teníamos que arreglar rapidito para salir. Pero resulta que ser una mujer mochilera tiene sus ventajas: al quedarte sin ropa no queda otro remedio que ir a comprar más y Karla justamente vive junto a un mercado nocturno. Yo sólo ocupaba un short sencillo porque sobreestimé mi capacidad para aguantar el calor y ya no soportaba los jeans y tenía que comprarlo lo más rápido posible para no atrasar a los demás, pero Karla me acompañó junto con Cristina y Chantale y por favor, ¿ropa barata y bonita? Estuvimos allí como por una hora y que estén agradecidos que no fue más. Casi dos horas después terminamos todos de bañarnos y arreglarnos para ir a “Brickyard”, el bar en cuestión.

Pues al llegar como todos tenían que presentar una pieza de identidad, saqué mi pasaporte y el chico de la entrada me dice que también es de Honduras. Empezamos a platicar, muriéndonos de la risa que de todos los lugares en el mundo, vengo a encontrarme a un hondureño justamente en Kaohsiung (recordemos que los únicos hondureños que he visto en un año de estar en Europa los he importado o ya estaban establecidos allí). Averiguando un poco más, no sólo venía de Honduras, sino que también del pueblo de mi papá y hasta compartimos apellido! No pudimos establecer si somos o no familia porque cuando me dijo el nombre de su abuelo mi memoria de pollo no pudo establecer una relación con gente conocida, pero es gran amigo de mis amigas que eran vecinas de mi abuela. Y además el chavo estudia arquitectura.

De veras que no hay mejor forma de terminar una noche de por sí agradable que con una serie de casualidades, pero en realidad sí: en el bar pusieron reguetón, un escape necesario de la saturación de salsa a la que me he visto expuesta en Bordeaux. Para terminar con broche de oro, en el bar era ladies’ night y no tuve que pagar por ninguno de mis vodka mangos… hasta la una de la mañana.

Kaohsiung is Taiwan’s second’s biggest city after Taipei, an interesting fact of which I was absolutely unaware before getting there and having to find an interesting place to visit. Thank goodness, because that way I could surrender completely to my new group of friends’ plans. In the train station we met three of the Homestay volunteers who live in the city and wanted to hang out with us. We also met Carlos, another guy from our group of foreigners, and all together we began the night with a field trip to Zuoying’s Lotus Pond.
Since we got there at sunset we weren’t able to go inside the pagodas that are in the pond, but we got to see their night lighting. Luckily we could visit another nearby temple where the volunteers explained to us that, in theory, every time one sees a temple should say a prayer but they are so abundant in this country that people rarely do this. We also learned that one should always go inside of the temple by the door on the right and go out through the left one, otherwise it is bad luck. Also, the central door is reserved for the deities, so it should never be used. August is Ghost’s month festival in Taiwan and there are many traditions surrounding this celebration like burning paper and incense in front of the doors or make food or food-shaped jelly offerings. The temple had then a table full of these offerings destined to the spirits who have free access to our dimension, this month only. Something very curious about this festival is that during this month it is not advisable to go swimming, get married or buy something new.

The guys then took us to a tea shop, where you can choose from a variety of delicious beverages, like pear milk tea which I realized is the bubble tea, very popular in Japan. During my stay I have tasted many kinds of teas, some alone and some with milk, but I think that the little tapioca balls in the bubble tea are irreplaceable. I have got to find a way to recreate this milk tea when I will leave this place because it’s one of the things I would buy in industrial quantities if I only hadn’t brought one little suitcase. After the tea we all had dinner in a tiny but cozy restaurant where I had dumpling soup, an absolute delicacy. Since in Kenting we weren’t able to party as much as we wanted, that night we had to make up for that and Carlos suggested a bar where a friend of his named Karla works. The girl also lives in front of the bar so Carlos asked her if Hristo, Chantale, Cristina and I could spend the night at her apartment and Karla was kind enough to accept. That resolved our accommodation issue that we hadn’t even considered before coming here, free wandering spirits that we have become.

After dinner we then went to Karla’s place, where we were supposed to get ready as fast as possible to go out. But it turns out that being a woman backpacker has its advantages: when you run out of clothes there’s no other solution but to buy some more and Karla just happens to live next to a night market. I just needed a simple short because I overestimated my ability to deal with the heat and I no longer could stand wearing jeans. I needed to buy them really fast so I wouldn’t keep the others waiting, but Karla, Cristina and Chantale came as well and please, pretty and cheap clothing? We were there for about an hour, and be grateful that we didn’t stay longer. Almost two hours later we all finished taking a shower and getting ready to go to “Brickyard”, the bar in question.

When we got there I had to show an I.D. like everyone else, so I took out my passport and the guy at the entrance tells me he’s also from Honduras. We began to talk and we were laughing at how in all the places in the world I found a Honduran in Kaohsiung, when after a whole in Europe the only Hondurans I saw where my friends who came to visit me or friends who were already living there. After chatting for awhile I found out that not only did he came from Honduras, he’s also from my father’s town and we even share a last name! We couldn’t establish if we are family or not because when he told me his grandfather’s name my chicken memory couldn’t find a connection with people I know but he is also a good friend on my grandmother’s neighbors. And the guy also goes to architecture school.

There is really no better way to end up a pleasant evening than with a series of coincidences, but actually there is: in the bar they played Reggaeton, a necessary escape from the Salsa oversaturation that I have been exposed to in Bordeaux. And last but not least, it was ladies’ night in the bar so I didn’t have to pay for any of my vodka mangos… until one a.m.
Al haberme asignado a una familia para este viaje tuve un pequeño recordatorio de lo que se siente vivir con mis padres, algo que ya voy a tener un año de no experimentar. Quiero creer que he sido una buena hija, en el sentido que me ofrezco a ayudar en la cocina, comparto con los padres, los hijos, los abuelos y sus amigos y trato de ver mis series por la madrugada lo más tarde posible. Sin embargo, creo que todos esos esfuerzos se vinieron abajo cuando al cuarto día de vivir en casa decidí que quería conocer otros parajes y me puse en contacto con otros chicos del evento que iban todos juntos a la playa. El viaje original era únicamente ir a Kenting, unas playas muy populares del sur, pasar la noche y regresar al día siguiente a ser una hija adoptiva ejemplar. Pero la rebeldía salió a flote, mucho más pronto de lo que cualquiera hubiera anticipado.

Me fueron a dejar a la estación de tren de Douliu, cerca del pueblo de Gaolin donde vive mi familia adoptiva (al fin averigüé mi ubicación exacta!) y me embarqué hacia Chiayi, donde me encontraría con Ana Cristina, una participante de Guatemala. De allí saldríamos en tren de alta velocidad a Zuoying, de donde tomaríamos un bus hasta Kenting. Algo excelente en teoría, lo único es que pregunté a mi familia si la estación donde yo estaría llegando desde Douliu a Chiayi era la misma de la que tendría que salir para Zuoying y a pesar de los intentos de comunicación,  gestos y hasta dibujos, de todas formas terminé en la estación incorrecta. Pero nada que una visita al centro de información turística no pudiera arreglar: me indicaron cómo tomar un bus que me llevaría gratis de la estación de trenes regionales a la estación de trenes de alta velocidad –porque sí son diferentes-. Me encontré con Ana Cristina y nos fuimos a Zuoying donde nos esperaban Hristo, un chico de Bulgaria (igualito a mi profesor de física de último año de secundaria!!!), Edrich, de Singapur, Gerson de Guatemala también y Chantale, una antigua compañera de la universidad de Gerson. Tomamos un bus directamente de la estación hasta Kenting, donde hacía aún más sol y calor que en Yunlin, donde yo creía que no podía ser más deshidratador.

Estando allá nos pusimos en contacto con otro chico del evento que estaba de paseo en el lugar. Queríamos ver la posibilidad de quedarnos en el mismo hotel que él y los amigos que lo acompañaban, pero ni él podía explicarnos la ubicación exacta ni nosotros pudimos averiguarla, a pesar que Edrich podía hablar mandarín. Ante semejante adversidad decidimos tomar el destino en nuestras manos e irnos a la playa a ver el atardecer. Varias horas después, volvimos a llamar al chico pero este se había contrariado porque al parecer nos estuvo esperando para ir a cenar y como nunca llegamos se impacientó y se fue. Nos fuimos entonces a buscar donde pasar la noche, por nuestro lado. Aquí me gustaría llamar la atención sobre cómo este viaje fue exactamente lo contrario a lo que yo hago normalmente. Para empezar, este viaje nunca hubiera sido planeado por mí porque señorita Obsesiva-compulsiva lo hubiera tenido todo reservado y/o comprado con varios meses de anticipación. Para ahorrar, por supuesto. Porque esta es temporada de vacaciones, es verano y esas son unas playas populares, por lo que el pueblo estaba repleto, los hoteles estaban llenos y los que tenían habitaciones estaban bien caros. Eran las 9 de la noche y nosotros deambulábamos las calles con nuestras pesadas mochilas, algunos luego de meterse al mar y con nuestro presupuesto deplorable preguntábamos de hotel en hotel si nos podíamos hospedar. Pero será que finalmente he alcanzado ese estado de flexibilidad que tanto he querido alcanzar después de leer tanta auto-ayuda que no sólo no me preocupaba por lo del alojamiento o los planes futuros, porque nadie quería regresar a su pueblo de estadía al día siguiente (planes para los que yo no tenía ropa por cierto), sino que además me estaba divirtiendo! Claro, las cervezas ayudan mucho a la flexibilidad, pero con ese calor se evaporaron casi inmediatamente.

Cosa extraña, en ese pueblo tan turístico y de moda todo estaba cerrando entre las once y las doce de la noche, así que terminamos probando vino de arroz y licor guatemalteco de rosa de Jamaica a orillas de la playa. Y luego recreamos la infame sesión de fotos de Fleetwood Mac hecha por Annie Leibovitz para Rolling Stone, apilando seis personas en dos camas. Nos despedimos de Kenting al día siguiente, tomando en un bar de playa el licuado de mango más caro de la historia de las frutas tropicales, sólo para poder sentarnos bajo una sombrilla porque de lo contrario nos íbamos a desmaterializar. La próxima parada era Kaohsiung. 



Having been assigned to a host family here in Taiwan I had a little reminder of what it was to live with my parents, something I have not experienced in over a year. I want to think I have been a good daughter, in the sense that I offer to help in the kitchen, I share with the whole family and their friends and I try to watch my tv series late at night as quiet as possible. Even though, all my efforts went down when just four days into living at home I got the urge to explore new places and I got in touch with other people from the event that were going to Kenting. The original plan was to go there for one day, spend the night and come back in the afternoon to continue being a good daughter, but it proved to be an impossible task.

My host mother gave me a lift to the Douliu train station, near the village where my host family lives, Gaolin and I got onboard to Chiayi, where I would meet Ana Cristina, from Guatemala. There we would take the High speed train to Zuoying, where we would take the bus to Kenting. A perfect plan in theory, the problem was that I asked my family if the station where I would arrive from Douliu to Chiayi, was the same that I would have to be at to go to Zuoying, but in spite of our communication efforts, gestures and drawings included, I ended up in the wrong station. Nothing that a visit to the tourist information center couldn’t fix: they told me how to take a bus that would take me for free from the regional train station to the High speed one –because in fact, they are different-. I met Ana Cristina and we went to Zuoying where we were awaited by Hristo, from Bulgaria, Edrich from Singapur, Gerson from Guatemala and his friend Chantale from Haiti. We took a bus directly from the station to Kenting, where it was even sunnier and hotter than in Yunlin, where I thought it could not be more dehydrating to begin with.

When we got there we got in touch with Christopher, from Denmark, who was also there. We wanted to see if we could stay at the same hotel as him and his friends, but he couldn’t explain the location of the hotel and we weren’t able to figure it out, even though we had Edrich who speaks mandarin and who was asking everyone. In the face of this tremendous adversity we decided to take matters into our own hands and we went to the beach to watch the sunset. Many hours later we went to look for a place to spend the night. Here I would like to point out how this trip was exactly the opposite that I normally do when I travel. First, this trip would have not been possible because Miss Obsessive-compulsive would have planned it months in advance. In order to save money, of course. Because this is high season, it’s summer and these are popular beaches, so the town was crowded, the hotels were full and the ones who had place were very expensive. It was 9 in the evening and we were wandering the streets with our heavy backpacks and our sad little budget we asked in every hotel if we could possibly stay there. But maybe I have finally reached that flexibility state that I have wanted to reach so badly after reading so many self-help books that not only was I not worried about the accommodation or the future plans –because everyone wanted to keep traveling more, for which I had no clothes whatsoever- but I was having fun!

Funny thing, this very touristic spot has its bars closing between 11 and midnight, so we ended up in front of the sea. The next day we said goodbye to Kenting by drinking the most expensive mango smoothie in the history of tropical fruits, just so we could sit under an umbrella at the beach because otherwise we would have evaporated. Next stop was Kaohsiung. 
Por supuesto, una de las principales cosas que he venido a ver a Taiwan es su arquitectura. Hasta ahora todo me ha impresionado y tengo miles de preguntas como por qué razón todas las casas y edificios están cubiertos con cerámica o por qué se colocan en lugares tan alejados los interruptores de las salas que iluminan. Sin embargo, cuando me llevaron a conocer este templo (del que no comprendí el nombre) quedé sin palabras. Es sencillamente impresionante.

Of course, one of the main things I came to see to Taiwan is its architecture. So far everything has impressed me and I have tons of questions such as why every house and building is building in ceramic tiles or why do they put the light switches so far away from the rooms they serve. Although, when they took me to this temple (the name got lost in translation) I was speechless. It's just impressive.
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