La noche anterior a nuestro viaje a Sun Moon Lake habíamos dormido muy poco, por la salida al bar y por quedarnos platicando en el apartamento de Karla. Eso nos atrasó a la mañana siguiente para desperezarnos y reunirnos con Edrich para ir a Sun Moon Lake. Poco a poco la comitiva se fue haciendo más pequeña: Gerson se fue con su familia de acogida y no nos acompañó en Kaohsiung; Hristo cumpliría su sueño de andar en motocicleta por Taiwán cuando conoció a Karla que tiene una y Chantale vive a unos veinte minutos de Kaohsiung y ya quería regresar a casa. Así que sólo quedamos tres dispuestos a continuar con la vagancia.
Se necesitan tres horas para ir en bus de Kaohsiung a Taichung, de donde se toma otro bus para ir a Sun Moon Lake con un trayecto de aproximadamente una hora y veinte minutos. Normalmente tengo la capacidad de dormirme en cualquier medio de transporte, sea carro, bus, tren o avión, es el único súper poder que se me ha manifestado hasta ahora, pero en el bus hacia Taichung se les ocurrió poner “The dark knight” y no podía dejar pasar la oportunidad de ver por tres horas a Christian Bale. Estuvo lejos de ser una tortura, pero adiós sueño reparador.
Llegamos finalmente a Sun Moon Lake a las seis de la tarde, justo a tiempo para poder observar el magnífico paisaje antes del anochecer y luego buscar un hotel. Como es una zona pequeña y muy turística los precios del alojamiento son algo caros, pero esta vez nuestra ronda exploratoria de hoteles fue más corta que en Kenting. El tercer edificio que visitamos, con un centro de venta de lotería en el primer piso, resultó ser un hotel que acababa de abrir y que únicamente tiene cuatro habitaciones, cada una llamada con un color diferente y decorada de manera distinta. Nos permitieron ver los cuartos antes para poder decidir pero el diseño interior era tan hermoso y estábamos tan cansados que realmente no hubo mucha indecisión. Pudimos tomar una ducha, ver televisión por cable taiwanesa y dormir sin hacinamiento.
A la mañana siguiente fuimos a caminar por uno de los senderos del lago, uno que pasa frente a un hotel de lujo establecido en el terreno de la antigua casa de verano de Chiang Kai-shek y donde se puede ver también uno de los botes que usaba para navegar en el lago. Platicamos y descansamos viendo el lago en paz, al fin un respiro de todo el ajetreo de los últimos días. Nos encontramos a unas chicas del programa que no conocíamos, pero como eran extranjeras con una familia de locales las probabilidades que vinieran por las mismas razones que nosotros eran muy altas. Un saludo y las dudas se despejaron; de hecho, esto nos ha sucedido en varias ocasiones, así que hasta el próximo jueves, si ven un extranjero en Taiwán es probable que sea uno de nosotros doscientos cincuenta.
Tomamos el bus de regreso a Taichung, donde Edrich nos llevó a uno de sus restaurantes favoritos de la ciudad: un restaurante griego que tiene como propietaria a una ilustradora taiwanesa que enamorada de Grecia viajó para estudiar la cocina y poder abrir un restaurante lo más auténtico posible en su país de origen. El restaurante es hermosísimo porque absolutamente todo, desde los muros hasta los manteles están decorados con ilustraciones de la artista. La comida estuvo exquisita pero como era un menú completo de entrada, plato principal, postre y bebida pasamos unas buenas dos horas en el lugar.
Antes de regresar a casa de nuestras familias de acogida, Edrich nos quería mostrar un barrio a las afueras de Taichung que cuando estuvo en peligro de ser demolido, un habitante decidió decorarlo por completo con sus ilustraciones para así llamar la atención y evitar su destrucción. Su obra no sólo logró lo deseado: el barrio se mantiene en pie, pero ahora se ha convertido en un lugar extremadamente visitado, al punto que no se puede caminar o tomar fotos sin que aparezca la multitud que lo quiere apreciar. El ilustrador todavía vive en el barrio y de vez en cuando sale a platicar con la gente que viene a conocer su trabajo.
Después de cuatro ciudades visitadas en cuatro días teníamos que regresar, tan siquiera para bañarnos, lavar ropa y dormir sin pagar. Así que con Cristina tomamos un tren hacia Douliu, donde un controlador nos regañó porque al parecer el boleto de Cristina no era el correcto para nuestra destinación. Por supuesto, él no hablaba inglés y yo no soy capaz ni de pronunciar “gracias” correctamente en mandarín. Ni media hora nos había dejado solas Edrich y ya teníamos líos, porque mientras nos acompañó él nos leía los menús, preguntaba direcciones, confirmaba que estuviéramos en los buses correctos, etc. ¿Cómo rayos hacen los turistas que no hablan mandarín aquí? ¿Por qué no me compré ese diccionario con imágenes que todo mundo me aconsejó antes de venir? Esta es mi recomendación para que todos aquellos que vayan a un país donde no hablan la lengua: cómprense un traductor electrónico de bolsillo.
The night before our trip to Sun Moon Lake we didn’t sleep very much, in part because of our partying at the bar, but also because when we got back we stayed up chatting in Karla’s apartment. That led to our delay the morning after to compose ourselves and meet Edrich to go to Sun Moon Lake. Little by little our group got smaller: Gerson went back to his host family’s home and did not come with us to Kaohsiung; Hristo would see his dream of riding in motorbike through Taiwan when he met Karla who had one and Chantale lives twenty minutes away from Kaohsiung and she wanted to go home. So we were only three willing to continue wandering away.
It takes three hours to go by bus from Kaohsiung to Taichung, where another bus ride is needed to go to Sun Moon Lake, which takes about an hour and twenty minutes. Normally I have the ability to sleep in any medium of transportation, be it car, bus, train or airplane, in fact, it’s the only superpower that has manifested itself so far, but in the bus to Taichung “The dark knight” was playing and I couldn’t pass the opportunity to stare at Christian Bale for three hours straight. This was far from being a torture, but goodbye beauty sleep.
We got to Sun Moon Lake at six in the afternoon, just in time to catch a glimpse of the magnificent landscape and then look for a hotel. Since this is a very small and touristic zone the accommodation prices were a little high, but this time our search for a place to sleep was shorter than in Kenting. The third building we visited, with a lottery stand in the first floor, turned out to be a four-bedroom hotel, where each one of them is named after a color and is decorated in a different way. We were allowed to see the rooms before making up our minds, but the interior design was so beautiful and we were so tired that there really was not very much hesitation. We got to take a shower, watch Taiwanese cable TV and sleep peacefully.
The next morning we went for a walk in one of the trails surrounding the lake, one that passes in front of a luxury hotel built in the site where Chiang Kai-shek had his summer house and where you can even see a boat he used to sail in. We chatted for a long while and we rested in front on the lake, the first break we had in the last few busy days. We ran into some girls of the Homestay we hadn’t met before but since they were foreigners hanging with locals the probability they were also part of the program were very high. One hello and the doubts disappeared. Actually, this has happened to us a lot so far, so until next Thursday, if you see a foreigner in Taiwan it is most likely he or she is one of us 250.
We took the bus back to Taichung, where Edrich took us to one of his favorite restaurants in the city, a Greek restaurant whose owner is a Taiwanese illustrator who is in love with Greece and who traveled there to study the local cuisine in order to open the most authentic restaurant possible in her native country. The restaurant is gorgeous because absolutely everything, from the walls to the placemats is decorated with the artist’s illustrations. The food was exquisite but because it was a whole menu, with appetizer, main course and dessert we spent two good hours there.
Before heading back to our host family’s homes Edrich wanted to show us a neighborhood outside of Taichung that when it was in danger of being demolished one of its residents decided to decorate it entirely with illustrations so it could get attention and avoid its destruction. His work not only accomplished the main goal: the neighborhood is still there, but now it has become a very popular spot, to the point where it’s difficult to walk or take pictures with the crowd who wants to admire it. The illustrator still lives there and every now and then he hangs out with the people who come to visit.
After four cities visited in four days we had to come back, if only to take a shower, wash clothes and sleep without having to pay. So with Ana Cristina we took a train back to Douliu, where a controller was mad because apparently Cristina’s ticket was not the right one for our destination. Of course, he didn’t speak any English and we are not even able to articulate correctly “thank you” in Mandarin. Edrich had left us for less than half an hour and we were already in trouble, because when he hung out with us he read the menus, he asked for directions, he confirmed that we were on the right bus, etc. How the hell do tourists who don’t speak Mandarin get by here? Why didn’t I buy the illustrated dictionary everyone advised me to get before coming here? This is my suggestion to anyone traveling to a country where they don’t speak the language: buy a pocket electronic translator.
True: todo mundo le recomendó ese diccionario. Pero volviendo al post, me encanta que la haya pasado bien. ¿Y qué aprendimos que era Chiang Kai-shek? Exacto!! Así me gusta! :P
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