Tienes que aceptarlo, las mesas de dibujo tienen vida propia. Cada una viene con su propio bagaje de frustraciones, expectativas, gustos y deseos.
Por que tú eres el que tiene mayor movilidad de los dos te creas la falsa ilusión de que tienes el control. Pero en realidad ella te maneja a su gusto. Te tiene comiendo de su palma, pues tu proyecto, tu nota, el esfuerzo que has estado haciendo los últimos cuatro meses dependen de ella. Ni modo, recurres al ya popular “finge que sabes lo que estás haciendo”. Pones algo de música, la iluminación correcta, tratas de alcanzarla con un banco decente y empiezas. No olvides cerrar la puerta y desconectar el teléfono. No quieres interrupciones, y sería muy vergonzoso que alguien entrara y te viera en alguna de las miles de posiciones que debes adoptar para conseguir lo que quieres.
Esta mesa en particular es única; tiene muchos años más de experiencia que tú, y no siente ningún remordimiento en recordártelo constantemente. Muchos han tratado de domesticarla, infructuosamente, y por eso tuviste que rescatarla del olvido en la bodega sucia donde hibernó por muchos años. Gracias a ella, descubres que dibujar correctamente sólo puede ser realizado en la privacidad de tu cuarto. En la universidad es demasiado complicado. Las mesas de la Hemeroteca no son de dibujo, y aunque el silencio sepulcral de la sala permite conectarte un poquito mejor con ellas, ellas se esfuerzan, pero no lo logran: no está en su naturaleza.
Por que tú eres el que tiene mayor movilidad de los dos te creas la falsa ilusión de que tienes el control. Pero en realidad ella te maneja a su gusto. Te tiene comiendo de su palma, pues tu proyecto, tu nota, el esfuerzo que has estado haciendo los últimos cuatro meses dependen de ella. Ni modo, recurres al ya popular “finge que sabes lo que estás haciendo”. Pones algo de música, la iluminación correcta, tratas de alcanzarla con un banco decente y empiezas. No olvides cerrar la puerta y desconectar el teléfono. No quieres interrupciones, y sería muy vergonzoso que alguien entrara y te viera en alguna de las miles de posiciones que debes adoptar para conseguir lo que quieres.
Esta mesa en particular es única; tiene muchos años más de experiencia que tú, y no siente ningún remordimiento en recordártelo constantemente. Muchos han tratado de domesticarla, infructuosamente, y por eso tuviste que rescatarla del olvido en la bodega sucia donde hibernó por muchos años. Gracias a ella, descubres que dibujar correctamente sólo puede ser realizado en la privacidad de tu cuarto. En la universidad es demasiado complicado. Las mesas de la Hemeroteca no son de dibujo, y aunque el silencio sepulcral de la sala permite conectarte un poquito mejor con ellas, ellas se esfuerzan, pero no lo logran: no está en su naturaleza.
Dibujar en las mesas de la clase, con el arquitecto pululando entre los alumnos es muy intimidante. Es casi pornográfico cómo te has acostumbrado a manejar tu superficie de trabajo, y ellas han pasado por tantas personas antes que tú, que sencillamente no puedes esperar un trato personalizado, mucho menos satisfactorio.
Así que te resignas. Y te encierras con ella por semanas y semanas, por miles de horas seguidas, esperando alguna señal que te indique que lo está pasando casi tan bien como tú. Pero ella disfruta viéndote sufrir, y tú continúas como si nada, cantando en tu cabeza: “I will turn your face to alabaster, when you find your servant is your master… and you’ll be wrapped around my finger”.
Así que te resignas. Y te encierras con ella por semanas y semanas, por miles de horas seguidas, esperando alguna señal que te indique que lo está pasando casi tan bien como tú. Pero ella disfruta viéndote sufrir, y tú continúas como si nada, cantando en tu cabeza: “I will turn your face to alabaster, when you find your servant is your master… and you’ll be wrapped around my finger”.
ehh ... la semana del arquitecto ya pasó, ubiquese.
ReplyDeletejeje.... sorry, tengo entrega el viernes, así que estoy medio alienada.
ReplyDeleteTenés toda la razón, esa mesa me tiene totalmente acaparado. Aunque en mi caso, AutoCAD se comporta como el pimp: primero tengo que ir a él, para luego poder tocar a la mesa. Eso sí, el tipo este me tiene en su larga fila de espera, que cuando llego a la mesa, ella me hace de todo, con todo, de toda forma... quedo destruido.
ReplyDeletePor suerte, este (ab)uso termina pronto.
Aun recuerdo mi mesa como a un potro de tortura...
ReplyDeletey te obliga a que te pongas a su altura
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