Es tan cliché ir de compras en estas fechas, pero es el único recurso que me queda cuando tengo tan poco tiempo el resto del año. En esta ocasión fue especial por que fuimos por dos días, con mi madre, una amiga suya y su hijo a San Pedro Sula, únicamente con ese objetivo.
Ya había ido en varias ocasiones, pero mis estadías son tan cortas que no puedo decir que conozco bien. No logro aprehender el concepto de una ciudad plana. Mi mente de capitalina acostumbrada a las pendientes exageradas no concibe eso como una posibilidad de vida. No hay jerarquía en las colonias y me siento estafada cada vez que me subo a un taxi por que siento que las distancias son cortas. Por una vez que tengo la oportunidad de experimentar el modelo de ciudad cuadriculada que tanto he tenido que estudiar y me parece bizarro.
Adquirí tanta sabiduría consumista en estos dos días que ahora soy capaz de transmitir todo ese conocimiento. Está lo elemental: usar zapatos cómodos, ropa que no de la impresión que estabas necesitada de ropa nueva, una cartera que llame la atención de forma que no la dejes olvidada en los vestidores… Conocimiento básico de cualquier amateur. Pero por las malas aprendí que no se debe estar despierto toda la noche antes de una sesión de “retail-therapy”. Dormir en un bus no es descanso, y hay ciertos milagros que ni el café puede lograr. A eso atribuyo que recorrí miles de tiendas antes de poder ver algo remotamente usable.
El City Mall plantea sus propios misterios de la humanidad: ¿Cómo es posible que en tantas tiendas sólo existe la misma ropa? Es atroz. Todo es brillante, con puntos, con encaje, con estampados dorados o plateados, o parece salido de una escena de “Fame”. Si no puedes vencerlos… terminas cediendo un poco de tu rechazo visceral hacia la ropa ochentera. Los próximos seis meses voy a parecer salida de alguna prisión del viejo oeste por tantas rayas, pero ni modo: fue lo mejor que pude hacer.
El poco entrenamiento en pesas que dejé de recibir hace dos meses me preparó psicológicamente para cargar tantas bolsas, aunque no pude evitar el dolor punzante de piernas. Fue tan divertido que entraba a ciertos lugares sólo a sentarme por un rato antes de seguir. A falta de mi acompañante usual de compras, tenía que salir a modelarle a mi madre. Por que estoy metida en ese metro cuadrado de espejos y soy incapaz de ser objetiva. Y mi madre puede ser brutalmente honesta, lo que es perfecto para el estado de entumecimiento que se vive en esos momentos.
El clímax perfecto de una tarde de compras es una cena de comida griega y disimular ante los demás que el trago interminable que te tomaste afectó tu juicio. Me dormí viendo tele: viva el cable san pedrano que tiene VH1. Desgraciadamente mi madre ronca tan fuerte que a pesar de yo estaba desvelada, alcoholizada y exhausta, no pude evitar despertarme. Y hasta los viajes perfectos tienen a predicadores con parlantes en el parque frente al hotel. Por lo demás todo estuvo impecable.
Ya había ido en varias ocasiones, pero mis estadías son tan cortas que no puedo decir que conozco bien. No logro aprehender el concepto de una ciudad plana. Mi mente de capitalina acostumbrada a las pendientes exageradas no concibe eso como una posibilidad de vida. No hay jerarquía en las colonias y me siento estafada cada vez que me subo a un taxi por que siento que las distancias son cortas. Por una vez que tengo la oportunidad de experimentar el modelo de ciudad cuadriculada que tanto he tenido que estudiar y me parece bizarro.
Adquirí tanta sabiduría consumista en estos dos días que ahora soy capaz de transmitir todo ese conocimiento. Está lo elemental: usar zapatos cómodos, ropa que no de la impresión que estabas necesitada de ropa nueva, una cartera que llame la atención de forma que no la dejes olvidada en los vestidores… Conocimiento básico de cualquier amateur. Pero por las malas aprendí que no se debe estar despierto toda la noche antes de una sesión de “retail-therapy”. Dormir en un bus no es descanso, y hay ciertos milagros que ni el café puede lograr. A eso atribuyo que recorrí miles de tiendas antes de poder ver algo remotamente usable.
El City Mall plantea sus propios misterios de la humanidad: ¿Cómo es posible que en tantas tiendas sólo existe la misma ropa? Es atroz. Todo es brillante, con puntos, con encaje, con estampados dorados o plateados, o parece salido de una escena de “Fame”. Si no puedes vencerlos… terminas cediendo un poco de tu rechazo visceral hacia la ropa ochentera. Los próximos seis meses voy a parecer salida de alguna prisión del viejo oeste por tantas rayas, pero ni modo: fue lo mejor que pude hacer.
El poco entrenamiento en pesas que dejé de recibir hace dos meses me preparó psicológicamente para cargar tantas bolsas, aunque no pude evitar el dolor punzante de piernas. Fue tan divertido que entraba a ciertos lugares sólo a sentarme por un rato antes de seguir. A falta de mi acompañante usual de compras, tenía que salir a modelarle a mi madre. Por que estoy metida en ese metro cuadrado de espejos y soy incapaz de ser objetiva. Y mi madre puede ser brutalmente honesta, lo que es perfecto para el estado de entumecimiento que se vive en esos momentos.
El clímax perfecto de una tarde de compras es una cena de comida griega y disimular ante los demás que el trago interminable que te tomaste afectó tu juicio. Me dormí viendo tele: viva el cable san pedrano que tiene VH1. Desgraciadamente mi madre ronca tan fuerte que a pesar de yo estaba desvelada, alcoholizada y exhausta, no pude evitar despertarme. Y hasta los viajes perfectos tienen a predicadores con parlantes en el parque frente al hotel. Por lo demás todo estuvo impecable.
Vivan las compras sampedranas! Sentí por un momento que todo lo que contabas es exactamente cuando yo ando de compras. Lo más divertido que en mi caso, mi mama es la que anda de una tienda a otra con el objetivo de comprarme cosas; creéme que es difícil seguir el ritmo de Irina Starokozheva.
ReplyDeleteSan Pedro Sula, es el paraíso de las compras, la gente en todos lados del país está como loca con las compras...
ReplyDeleteDe mi parte... este año, será sólo lo necesario.
Saludos.
En todos lados estan locos, por lo menos lo que he visto aqui, asi es. Creeme, cuesta acostumbrarse a la ciudad llana..jaja, pero bueno. viva vh1! le debo la mayor parte de mi sabiduria a ese canal
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