Hoy teníamos examen de Obras II. Como estoy convencida casi al 98% de que me tostaron en el primer examen (dejo un 2% a la fe y esperanza propias de la raza humana), he estado bajo un régimen estricto de resúmenes y/o estudio diarios. He estado innovando en mis técnicas de repaso. Gracias a Juank que me enseñó a usar el Grabador de sonidos de Windows, hice varios archivos de audio de mi increíblemente ssssssensual voz (parezco serpiente, Dios mío) repitiendo que la obligación es un vínculo jurídico entre un sujeto activo llamado Acreedor o Creditor y un sujeto pasivo llamado Deudor o Debitor. Otro día me dediqué a hacer un poster tamaño pared de mi cuarto, sobre la integración de los costos y el diagrama de balance de una obra. Pero mi cuerpo poco a poco empezó a rebelarse. Particularmente en esta semana, que ha sido espantosa. Terminé mi plano de Taller para el martes, desde el domingo, pensando ingenuamente que el lunes, día feriado, iba a dedicarlo exclusivamente a seguir memorizando miles de páginas de teoría. Pero mis papás tuvieron la genial idea de invitar a media Juticalpa a mi casa. Llegaron mis tíos, mis primos, los hijos de mis primos… Había comida olanchana y música folklórica, exactamente como me imagino que ha de ser el infierno, y yo me quería esfumar a un lugar con silencio donde lograr concentrarme por un rato. Para variar no hice de anfitriona, y tampoco estudié. Día no productivo número uno.
Era la mañana del martes, siete de la mañana, parque del edificio de Economía. Me consumía del sueño, y la perspectiva de repetir como loro me parecía atroz. La somnolencia nubla el juicio, pero es sorprendente: deja un hueco por el que se filtra un poco de atención, y como es un agujero minúsculo, te centras en una sola cosa y esa cosa se pega rápidamente. Tu cuerpo está tan exhausto que la mente llega a asimilar porque la voluntad no tiene la fuerza para desobedecer. Para el día siguiente, tenía que llevar algo para diseño, aunque sea un intento malogrado de corte. Es increíble la nada que presentamos una y otra vez en esa clase, pero es que estamos demasiado concentradas en otras cosas, no es mala intención… Y pasé mi tarde entera haciendo el volumen de mi pobre museo, que cada vez que abro su archivo me ve con esos ojos lastimeros de niño abandonado. Lo siento tanto. Medio repasé en la noche, después de American Idol por supuesto. Fue la noche que descubrí el increíble poder somnífero de las reglas para el uso de la bitácora.
Miércoles en la mañana: frente frío. Parecía mujer musulmana, vestida de negro de pies a cabeza, con la cabeza y la cara cubiertas. Guantes, botas, café caliente, el viento se reía de todos mis artilugios y atravesaba sin dificultad el hueso escuálido que soy. Miércoles en la tarde y noche: plano de escaleras. Yo juraba que era muerto de risa, que mi increíble capacidad para la modelación en 3D me iba a permitir empezar a investigar escaleras metálicas a partir de las 8, dibujar en una hora y media, dormirme a las 11. Eran las 11 y media y no encontraba ningún maldito detalle que mereciera ser plagiado, y estaba al borde de la desesperación cuando me llega el mensajito salvador “No hay clases mañana, dijeron en las noticias”. Me acosté viendo Ugly Betty. Tengo una turba enardecida que agradecer por ello.
Y el jueves, fue el paro cívico de mi sistema. Nada logró que me levantara temprano. Me senté frente a mi escritorio, para morirme del sueño a la mitad de un texto. Continué durmiendo en la tarde, y por la noche, ya no había mucho que hacer. Me rendí. Me fui a pasear al supermercado un rato; me acomodé para seguir leyendo la historia de los orígenes primitivos de la organización familiar.
Obviamente descansada, llego hoy a la universidad. “La hemeroteca va a estar cerrada por la mañana el día viernes 18 de abril.” Ni modo, a la escandalosa y tufosa biblioteca central, entonces. Repasé, y ya a las 9 y media encomendé mi alma en las manos del Señor. Hora y fracción en diseño, tratando de convencer al arquitecto de que sí hemos trabajado. Y después, nos ponemos a “estudiar” con Deysi y Cinthya. Es inútil, el reloj sigue corriendo, y es imposible aprenderse la estructura de una licitación en menos de quince minutos. Vamos al aula, con un aire de resignación sobre nuestras cabezas. Cinthya me pone a explicarle el quinto hábito de la gente altamente efectiva, que seguramente va a entrar en examen, y en medio de mi perorata: zás! Llegó el ingeniero y en mi cabeza sonó ese acorde. El acorde de esa canción que habla de la creación del mundo, qué gran ironía.
Y por las siguientes dos horas me dediqué a vomitar todo lo que sabía con respecto a los términos legales de la programación de obras.
Qué canción más increíble. Realmente, una clara representación de caos... justo del tipo que se nos viene encima a la hora de exámenes.
ReplyDeleteNunca pensé que llegarías a poner una canción de Therion aquí eh.
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