A decir verdad no me hacen falta las tardes de Super Nintendo en su casa, con Bonnie y con Bertha. Ni siento nostalgia por el día en que lo espanté a escobazos de la cocina porque se burlaba que me tocaba lavar platos los domingos. Solía lamentarme que había perdido la calculadora de las Tortugas Ninja que me había regalado, hasta que entré a secundaria y se convirtió en un pelafustán de grandes ligas. Ni digamos en la universidad que ni siquiera reconocía mi existencia.
Todas las veces que voy al mall no recuerdo esos sábados en la tarde en que íbamos a su casa a maquillarnos, a vestirnos como aspirantes a adultas, y pasear, esperando encontrar quién sabe qué o a quién. No extraño las pijamadas en el cuarto aislado en la azotea, haciendo karaokes de Ricky Martin, reventando piñatas, mojándonos con la manguera, cantando Selena en el balcón a las 5 de la mañana…en lo absoluto.
Tampoco las llamadas a molestar en la madrugada, las pizzas de atún que hacía su mamá, o cómo siempre quise poder bailar en la forma divertida y despreocupada que ella y su hermana lograban tan bien. Las noches que me daba clases de portugués, son un vago espejismo en mi memoria.
Tengo unas leves imágenes de sus paredes del cuarto forradas con posters de las Spice Girls, y de su madre que decía que yo era una mala influencia. ¿Yo? ¿Hablaba en serio? Si la que tenía novio a escondidas era su hija. De todas formas, íbamos juntas a esas fiestas, y a esos partidos de basketball intercolegiales a ver a los pinches niños del San Miguel que nunca nos sacaron a bailar.
Cuando estoy en esas clases insoportables, no tengo tendencia a preguntarme cómo sería si ellas dos siguieran allí, y si podríamos escaparnos como en el semestre de Expresión IV, a alquilar películas viejas y a hablar mal de nuestros ex novios con unas cuantas botellas de vino.
No extraño tampoco los sábados que íbamos a su casa a ver videos de Björk, o cuando llevábamos a la innombrable, que todavía no concibo como mis amigos de verdad puedan tenerla en el Facebook, a las reuniones en el colegio, una vez que ya nos graduamos. Eso sí que no lo extraño. De todas formas, paso viendo a su hermana siempre que voy a visitar a unos amigos que tengo ahora, y es una lata, porque siento remordimiento por no preguntarle cómo está, pero honestamente me tiene sin cuidado.
Disfruto no ir a misa los 24 de diciembre, lo siento. No añoro las conversaciones de más de cuatro horas en la madrugada, ni la increíble capacidad que tenía para hacerme sentir aliviada de cualquier problema que tuviera, sin importar lo absurdo o ridículo que fuera desde un punto de vista objetivo.
En los días en los que me encuentro saturada de trabajo y desconectada del mundo, no tengo tendencia a revivir esas noches de perdición y despreocupación en su casa, su preciosa casa con una barra tapizada literalmente con latas de cerveza. Ni las increíbles borracheras que tenían que soportar de todos nosotros 25. Ni cómo (..) una noche se puso a gritar por todo el vecindario que el profesor de matemáticas era increíblemente guapo, y el pobre de Moisés tenía que estarla cuidando. Y a pesar de que ella cambió tanto cuando se hizo religiosa y ahora ni siquiera me saluda cuando me ve en la calle, no es por eso que no quisiera repetir las idas a dormir a su casa, y las vagancias por la ciudad con ella y con sus amigas.
Los recuerdo esta noche porque alguien me preguntó hoy si desearía restablecer contacto con una de ellas, para retomar la amistad donde la dejamos. Pero ahora entiendo que eso sería tan imposible como inútil, porque a pesar de que no he encontrado sustituto para ninguno de ellos (y no pretendo encontrarlos tampoco, quisiera crear nuevas cosas y no arreglar a medias asuntos pasados), todos hemos cambiado, nuestras vidas son diferentes y esas memorias son sólo retazos de buenos momentos, que dentro de unos años voy a cuestionar si pasaron o no. Todo está condenado a desaparecer.
Entiendo exactamente cómo te sentís.Pero de una u otra manera tiene su belleza tener todos esos recuerdos.
ReplyDelete"Si algo ha cambiado,
ReplyDeleteEso es nosotros,
El otro cambio,
Los que se fueron"
- Litto Nebia
"También somos lo que hemos perdido."
"Amores Perros"
Me recordaste muchos viejos amigos, y me recordaste un canto:
ReplyDeleteQuiero evocar hoy en un canto
quiero entonar mi canción
para aquellos que una vez
junto a mi caminaron
Hoy canto a su amistad
las luchas que juntos peleaamos
momentos de gozo y dolor
que viven en el corazóon
Los viejos amigos no quedan atrás
siguen viviendo y aun
ellos saben que tienen guardado un lugar
muy dentro de mi corazon
Los viejos amigos son rostros de ayer
que llevan la mente a volar
y nos traen recuerdos que hacen pensar...
que ha valido la pena el amar.
Hola amiga, eso que relatas es en parte mi historia de vida respecto a algunas personas que han pasado por mi vida, pero hay que vivirlo para entenderlo y creo que es necesario pasar por ello para crecer en la vida.
ReplyDeleteUn abrazo gigantesco y ahora espero no perderme tanto tiempo, cariños de Eduardo Cavieres.
a mi me paso con varios amigos de infancia. jugabamos a los transformers o con el abaco (la matematica me seguia). recuerdo que mi mama se quejaba que les prestaba a todos mis juguetes, era muy caritativo, o me gustaba sobornar.
ReplyDeletea bertha si la extrañoooooooo :'(