03 July 2008

People say that life is the thing, but I prefer writing.

Mi abuelo coleccionaba las revistas Selecciones. Siempre estaba la última edición en su casa, además de estantes repletos de números de los 70s en adelante. Ir a leer esas revistas era una de las cosas que más disfrutaba de mis vacaciones de la escuela. En una ocasión leí en una de ellas un artículo sobre cómo una chava cuando era niña no se llevaba bien con su madre. Peleaban muy seguido y la convivencia en la casa era muy difícil. A la niña se le ocurrió escribirle una carta a su madre, explicándole su punto de vista de las cosas. Fue tan productiva esa carta que no sólo empezaron a llevarse mejor, hicieron un hábito de escribirse la una a la otra, tanto para contarse las cosas buenas que pasaban en sus vidas, como para tratar cualquier roce que tuvieran en el día. La chava creció, se fue de su casa y aún así continuaba con la correspondencia, que fue el factor determinante para que tuvieran una relación tan profunda y significativa. Impresionada por lo innovador de ese método, intenté hacer eso con mi propia madre. Recuerdo que funcionó bien al principio, pero por alguna razón desistí y descontinué las cartas. Ni siquiera las conservo; seguramente las rompí en algún ataque de rabia por algún enojo que tuvimos.

Tenía una mejor amiga en ese tiempo, Ana L. Yo acababa de leer un artículo sobre la vida de Anna Frank, y se me ocurrió algo mejor, a mi parecer. Las dos tendríamos un diario en el que narraríamos nuestras vidas y lo cambiaríamos con la otra, para que la otra persona pudiera responder en él o comentar sobre lo que nos pasó. Todavía recuerdo adónde compré el diario, su cubierta y el olor de las hojas. Era de los diarios típicos de niña, con candado y todo. Me preocupé al principio porque era extrañamente grueso, y pensé que jamás lo llenaría. El proyecto de escribirme con mi amiga tampoco duró mucho tiempo, porque pronto me di cuenta que las cosas de las que yo quería hablar se estaban tornando demasiado personales y no las quería compartir. No tengo idea de que tantas intimidades pude haber tenido a los 10 años, pero así me sentía.

En la escuela tuvieron la idea de hacernos escribir cartas a estudiantes de nuestra edad, en una escuela de Francia. Redactamos nuestra carta, presentándonos, hablando de nuestras vidas e intereses, y allá las iban a rifar para ver a quién le tocaba respondernos. Unos meses después recibí una carta de un niño que cometió el error atroz de incluir una foto suya que no era muy favorecedora, sumándose al hecho que su letra era muy fea, tenía demasiados errores ortográficos y él no contaba nada trascendental. Intenté ese mismo proyecto con alguien de mi familia entonces: una prima un año mayor que yo, que vivía en Ceiba. Los resultados fueron muy similares: yo estaba emocionada porque tenía miles de temas que podríamos discutir con nuestras cartas clandestinas y sin supervisión adulta, pero cuando recibí su primera carta me decepcionó tanto su inmadurez e infantilismo literario. Yo me tomaba muy en serio todo eso.

Tres años después habría de conocer a la única persona con quien pude mantener lo más cercano a una relación epistolar. En nuestro viaje de sexto grado a Francia, en el hotel de estudiantes en el que nos quedábamos con mi clase, se me acercó una joven un poco mayor que yo, preguntando por otra compañera. Yo no tenía idea en qué andaba la otra chava, pero usando eso como excusa, platicamos un rato e intercambiamos direcciones para escribirnos. Ella era de una ciudad al sur de Francia y andaba conociendo París también. Los primeros años recibía muy seguido sus cartas, con sus fotos de sus visitas a Marruecos –su país natal-, pero a medida que fue pasando el tiempo el intervalo entre ellas se fue haciendo más grande. El año pasado recibí su última carta, en la que me invitaba a su boda.

Después del fracaso que era tratar de escribir para otras personas, decidí inventarme un personaje ficticio al que podría dedicarle mi diario, al estilo de la ya mencionada señorita Frank y su “Kitty”. Pero tampoco duró mucho, y terminé sencillamente redactando lo que pasaba en mi cabeza, sin importar quien lo leyera, y de alguna forma, aliviada de que a nadie le interesara. Generalmente, si no podía dormir una noche, yo sabía que era algo que tenía que decir, y me desvelaba desahogando todo lo que me había pasado. Todos los años hacía un pequeño exposé de mis compañeros de clase, anotando lo que pensaba de cada uno de ellos, y resultaron tan divertidas mis impresiones sobre ellos que terminé mostrándoselas a Bertha. De esa colaboración nació un periódico ficticio que contaba los últimos acontecimientos de la escuela, como si la escuela fuera una selva perdida en Timbuctú y cada persona fuera un animal en particular. Nadie debe temer que esas impresiones salgan a la luz si es que algún día se hacen famosos, porque uno de esas ocasiones en que me carcomía la decepción por mi existencia me deshice de todos esos diarios. En la actualidad sólo conservo los datan de mis catorce o quince años en adelante.

En secundaria leí los diarios de Anaïs Nin, que fue la que me enseñó que los diarios no son un simple pasatiempo, algunos podrían tener un valor literario. La versión censurada es toda dulce, agradable. Fueron un ejemplo en cuanto a introspección se refiere; entendí que no es que sea una buena idea desmenuzar cada hebra de la vida interior, es absolutamente indispensable y necesario, por mucho que ese hábito termine ahogándote en la desesperación ya que te aísla de los demás y dificulta la comunicación con ellos. La versión sin censura me abrió las puertas a todas las cosas que no pensé que tendría el valor de ver de frente en mi propia vida. Admiré tanto la libertad que ella sentía para escribir sobre cualquier cosa, perversiones incluidas. Me encanta la forma en que ella manipulaba la existencia a su gusto con tal de tener algo que decir sobre ella, nada caía dentro de lo trivial o superficial, las cosas más rutinarias cobraban un valor supremo cuando ella las narraba, aunque desde luego hacía todo en su poder para que su vida fuera exótica, rodeada de gente talentosa, con situaciones inusuales.

En último año de secundaria, para la clase de inglés había que leer varios libros y redactar ensayos en un cuaderno, basándonos en lo que leíamos. La profesora los leería y comentaría al respecto. Siempre me gustó esa clase, pero esa era la tarea que más disfrutaba hacer. En algún nivel conseguí lo que no logré con nadie más: escribir sobre cosas interesantes, y tener garantizada una lectora que sí pudiera entenderlas. Sólo por eso me da pesar haber pasado ese año y no haber sido una mala alumna que tuviera que repetir segundo de bachillerato.

En fin, este blog no es otra cosa más que la forma de turno para la exhibición desmesurada de mis paranoias y ambiciones, de una manera demasiado pública tal vez. En estas últimas semanas he pensado seriamente sobre qué va a suceder con él, si debería cerrarse, o restringirse su entrada, o probablemente sólo reservarse para cosas ligeras y llevaderas, dejando los más espeso para otros medios que no dejen represalias. De todas formas, esta es la única cosa que disfruto hacer independientemente de si lo hago bien bajo cualquier estándar objetivo, voy a continuar haciéndolo sin importar si alguien lo lee o si alguna vez me sirve de algo. Esta es la forma en que proceso el mundo, la única en que logro entenderlo, quererlo o detestarlo a mi gusto. Este blog es temporal, otras cosas serán permanentes.

6 comments

  1. Interesante. Me da curiosidad saber si nunca te ha dado por hacer literatura (aunque en cierta forma lo que publicás acá, lo es, claro está).

    ReplyDelete
  2. Cada día que pasa, cada palabra que leo me hace entenderla y admirarla más. Todo, desde el inicio del blog hasta el final, ensayos de teoría superior y los respectivos exámenes, me demuestran que esto es algo más que un mero pasatiempo. Veo un enorme potencial, tal y como menciona sobra Nin, de hacer de esto algo más que un blog: el siguiente paso; escribir como dedicación total.

    Nunca va a dejar de sorprenderme, y puedo servir de apoyo para llevar a cabo esta meta.

    ReplyDelete
  3. hey chica, no se si te lo he dicho, pero me sorprende, me compromete y me exije tu forma de escribir (entre palabras me cautiva mucho) ahorta entiendo de donde viene tanta coherencia en tus letras y tanta creatividad... Grande Marce y aunque no todos los espacios son eternos, intentaremos disfrutarlo y amarlo... "mientras Dure"

    ReplyDelete
  4. Ey, yo tengo una pregunta, no fue cuando me enseñaste lo que escribias sobre nuestros compañeros que lei algo sobre mi y me enojé con vos? Jajaja, que loser que era de chiquita, pero bueno, ya crecí digo yo. Eso de comparar a nuestros compañeros a animales es uno de mis recuerdos favoritos del colegio.

    ReplyDelete
  5. Pues mira Berth, honestamente no recuerdo. De esa temporada sólo me acuerdo de la metáfora de la "serpiente de la clase", que obviamente no voy a decir quién era.

    En público; preguntame en el msn.

    ReplyDelete
  6. Me pregunto con qué animal me comparaban a mí! jajajajja Sino, Marce, me fascina este post, y tu blog también... Siempre vengo a leerlo cuando me conecto.

    ReplyDelete