Me he concentrado tanto en explorar y descifrar las vicisitudes de ser mujer que nunca antes me habĆa detenido siquiera a pensar en lo difĆcil que ha de ser ser un hombre. Tienen mucho que dar a cambio de su supuesta fuerza fĆsica y su desapego de las emociones. Se espera tanto de ellos sĆ³lo por su cuerpo o por sus congĆ©neres, roles que ellos mismos no han elegido conscientemente muchas veces sino que les han sido impuestos desde afuera, asĆ como a nosotras. Tal vez ellos no sean vĆctimas de la responsabilidad al punto de tener que dar a luz a sus errores y tal vez esa libertad los haga creerse importantes y superiores, pero yo no puedo dejar de sentir lĆ”stima por ellos. Me parece que son esas criaturas tan dependientes, tan solitariamente inĆŗtiles. PodrĆ”n hacer las mismas cosas, pero nunca las van a sentir igual si no tienen a alguien con quien compartirlas. Trabajan tan duro. Se asolean todo el dĆa, cargan bloques, varillas de hierro de nueve metros de largo, se suben en andamios a mĆ”s de tres metros de altura, se cuelgan con un aro de metal a poner anillos para el armado de las columnas y nadie les preguntĆ³ si tenĆan la fuerza o vitalidad para hacerlo, tuvieron que fingir que podĆan desde el primer dĆa que lo intentaron porque si no serĆan estigmatizados por el resto de sus vidas. Algunos comienzan tan pronto con ese estilo de vida. Son muy jĆ³venes, algunos son niƱos literalmente, se ven hasta dulces e inocentes embarrados de lodo y con cemento que se regĆ³ en sus caras cuando cargaron la bolsa abierta hacia la mezcladora. Son niƱos en ropas destrozadas, tennis que dejan los dedos de los pies al descubierto y paƱuelos en la cabeza para cubrir su pelo chamuscado; niƱos que en el momento menos pensado sacan un cigarro y se ponen a fumar algo que uno espera que sea tabaco porque no lo es necesariamente si nos guiamos por los olores sospechosos y conocidos que se sienten en la construcciĆ³n. Me cuesta mucho verlos trabajar y no poner cara de tristeza; no pensar en cuĆ”ntos de ellos deberĆan estar en la escuela o en el colegio y no tienen esa oportunidad cuando otros desaprovechan tan horriblemente el privilegio de estudiar. Tengo que ponerme lentes de sol y mi mejor cara de pocos amigos porque es un esfuerzo enorme no arquear las cejas automĆ”ticamente. Veo sus vidas y es tan difĆcil, pero trato de pensar que es aĆŗn mĆ”s difĆcil no tener trabajo, como le pasa a todos los demĆ”s que llegan esperanzados por encontrar una oportunidad en la obra y se van desilusionados cuando les anuncian que no hay vacantes por el momento.
A la hora del desayuno veo a algunos con sus pailitas donde llevan la merienda y me pregunto quiĆ©n les prepara su comida para el trabajo. Algunos compran algo para almorzar en la caseta expuesta al polvo frente a la calle y me preocupa si acaso estĆ”n gastando demasiado de lo poco que han de ganar sĆ³lo para poder estar allĆ, sin tomar en cuenta los otros gastos de su casa. Y quiĆ©n los esperarĆ” en su casa. ¿Realmente serĆ” tan malo que cuando terminen su largo y tedioso dĆa de trabajo que tuvo que alargarse porque unos miserables vendedores de concreto pusieron menos de 14 metros cĆŗbicos de mezcla en los camiones y atrasaron por una hora y media la fundiciĆ³n de una zapata corrida lleguen a su casa donde los reciba una esposa ansiosa por verlos y escuchar sobre lo que hicieron hoy mientras les sirven un plato de comida caliente y los hace sentir queridos y realmente importantes en el mundo para alguien? ¿SerĆ” un crimen tan atroz contra el feminismo y contra Santa Simone no sentir como una traiciĆ³n al ser cocinar un poco, tener el espacio comĆŗn en orden y armonĆa y hacer lo mejor que uno pueda para que la otra persona se sienta cĆ³moda y feliz? No estoy de acuerdo con que juzguen mi valor y desempeƱo como mujer bajo esos estĆ”ndares, pero mientras yo haga lo que me gusta en el mundo realmente no es sacrificio cuidar a alguien que quiero de la forma mĆ”s tradicional que exista. Y hablo de los hombres que hacen trabajo arduo y fĆsico, pero los otros tambiĆ©n merecen alguien que los cuide cuando estĆ©n enfermos, aunque tengan 50 aƱos y se enorgullezcan de ser solteros sin compromiso. EstĆ”n incompletos y me siento muy triste por ellos.
Me encanta que ejerzas la empatĆa con un grupo que particularmente no siempre la ejerce para con vos o el grupo en el que se te pudiera clasificar, bajo su perspectiva, sin ningĆŗn rĆ©dito esperado de por medio.
ReplyDeleteYo creo eso, creo que es lo mƔs importante sentirse bien uno y esforzarse por hacer sentir bien a los demƔs. Altruismo. Es lo que al final importa, mƔs allƔ de los gƩneros, carreras, status o cualquier suerte de estrato social. Lo dijo Jesucristo: "Hay mƔs felicidad en dar".
Me da la impresiĆ³n de que conforme el tiempo pase, sentirĆ”s eso con mĆ”s intensidad. Lindo post.
Un abrazo!