Mi primera etapa de transición fue a los 17 aƱos cuando tuve que decidir una carrera, un lugar donde vivir y una persona con quien estar por primera vez. Pero esas decisiones se fueron gestando muchos aƱos atrĆ”s, debido a cosas que me habĆan sucedido y cosas que habĆa aprendido y a veces parece que sólo se puede ver lo que pasó despuĆ©s de esas decisiones, que ahora entiendo estaba muy joven para tomar y que no tuve las personas adecuadas para guiarme o hacerme entender su importancia.
TenĆa 13 aƱos cuando me metĆ al infame y popular curso que imparten en el Hotel Honduras Maya que convierte a las personas en pseudo entusiastas y robots de la iniciativa, pero yo entrĆ© en Ć©l porque era mi primer aƱo de secundaria y sentĆa que me perdĆa de muchas cosas por ser demasiado retraĆda –al punto de no socializar con casi nadie en el colegio aparte de Bertha y otras 3 personas- . TodavĆa tenĆa presentes en la cabeza las imĆ”genes de mi graduación de 6to grado en la que me habĆa sentido tan miserable, entre otras cosas porque mi mamĆ” me habĆa escogido y obligado a usar una chaqueta azul atroz estilo militar, con todo y hombreras ochenteras; una falda blanca de seƱora de 40 aƱos y unos zapatos bajos color blanco. Me sentĆa la niƱa mĆ”s horrible del mundo. Mi papĆ” no habĆa ido a la ceremonia de la maƱana y lo percibĆ como la peor traición a un ser querido. Realmente no habĆa nada porquĆ© ir a celebrar, pero cuando te obligaban a algo no habĆa forma de escapar (no es muy diferente 10 aƱos despuĆ©s). Fui a la estĆŗpida reunión, en la que pasĆ© con mis dos amigas de aquel tiempo huyendo de la pista de baile porque no querĆa que nadie me viera y de por sĆ no sabĆa bailar. No querĆa estar con mi familia, no querĆa comer, querĆa que me tragara la tierra y nunca me dejara volver a salir. Hasta que mi maestro llegó a saludarnos cuando velĆ”bamos de lejos a la gente bailando y divirtiĆ©ndose. Nos preguntó quĆ© pasaba, porque no estĆ”bamos allĆ y respondimos que no sabĆamos bailar. “MĆrenlos a ellos!”, nos respondió, “Nadie en esa sala sabe lo que hace”. Y los volteamos a ver, no desde la perspectiva de las niƱas que idealizan a los demĆ”s sino que los ven por lo que realmente son y eso nos dio el coraje de ir a menearnos sin sentido tambiĆ©n. Pero por esa noche fue que me metĆ a clases de baile aƱos despuĆ©s. Y por la que aprecio tanto a la gente que es muy inteligente, exigente con la vida y aĆŗn asĆ puede darse permiso de hacer el ridĆculo rodeado de gente que prefiere quedarse parado viendo desde afuera.
EncontrĆ© hace poco los apuntes del curso de Dale Carnegie sobre las metas que me habĆa puesto para mi vida y cómo pensaba lograrlas. No recuerdo a esa persona que escribió “Yo Marcela, dentro de 13 aƱos estarĆ© graduada de Administración de Empresas o Leyes”. Sobre todo por lo que pasó despuĆ©s. Al aƱo entrĆ© al curso de caricatura con un joven muy famoso en ese medio. Fue como que algo se hubiera despertado en mĆ: pasaba todo el dĆa buscando ideas para hacer dibujos, que bajo su tutela se orientaban mucho a la protesta social, pero que eran vĆ”lidos a pesar de mi tĆ©cnica infantil y amateur. Con el tiempo fui mejorando, y me emocionĆ© tanto con las posibilidades de la ilustración que ampliĆ© mis horizontes matriculĆ”ndome en clases de Dibujo de Figura Humana, con un arquitecto absolutamente brillante, amante de los libros y de la mĆŗsica tambiĆ©n, que me dijo que se imaginaba que yo iba a estudiar algo de DiseƱo Publicitario. El dibujo progresó naturalmente hacia la pintura y comencĆ© a recibir lecciones con una maestra que a pesar de sus buenas intenciones no lograba entender mis ideas sobre lo que querĆa pintar. Me ponĆa enfrente floreros y verduras y yo me sentĆa desesperada por empezar a retratar todas aquellas cosas que sentĆa que tenĆa que decir. Cuando al fin me dio libertad de hacer un cuadro de lo que yo quisiera hasta se asustó porque nunca se imaginó algo asĆ que viniera de mĆ, no porque tuviera una tĆ©cnica impecable ni mucho menos, pero creo que ella esperaba un atardecer con montaƱas y animalitos y yo hice un torbellino del que salĆan ramificaciones que eran distintas mujeres con diferentes significados. De eso querĆa hablar, de los trastornos de la personalidad que acompaƱan a la condición de ser una fĆ©mina en el mundo, y cómo uno tiene que reprimirlos para funcionar, para aparentar ser normal ante los demĆ”s, no muy distinto de lo que hago 8 aƱos despuĆ©s. Mi vida era sólo ir a la escuela en la maƱana, pintar en la tarde y leer en la noche, y de repente tenĆa 17 aƱos y tenĆa que decidir algo que estudiar que me permitiera continuar con ese modus vivendi porque yo sabĆa que no querĆa nada mĆ”s en el mundo. QuerĆa crear, expresarme, empaparme de las ideas de otros para que las mĆas tuvieran sustento, vivir eternamente a la caza de algo nuevo y no terminar como una mujer frustrada que no tiene nada mĆ”s que justifique su presencia que la familia que mantiene pero que a la larga ni se lo agradece, como todas esas mujeres que no dejan nada tras de sĆ, que no saben quĆ© hacer en un dĆa libre y que no piensan ni sienten nada. TenĆa que decidir pronto algo en lo que me gustarĆa trabajar en una Ć©poca de mi vida que no comprendĆa en lo absoluto ese concepto, y todo mundo me decĆa lo que no podĆa o no me era permitido hacer, en lugar de ayudarme a buscar opciones y darme confianza en que la vocación es lo mĆ”s sagrado que cada persona posee, y es tan valiosa que a la larga resulta rentable si uno le da la importancia y el ambiente adecuado para hacerla crecer. Ese aƱo fue difĆcil, fue terrible: tenĆa tantas expectativas, tantas esperanzas en lo que habrĆa de venir. Recuerdo un atardecer en la playa de RoatĆ”n durante nuestro viaje de Ćŗltimo aƱo en el que le daba una charla a una compaƱera sobre el significado de la vida que segĆŗn yo habĆa encontrado en “Los hermanos Karamazov”, que la vida hay que amarla antes que entenderla y me creĆa tan poderosa, tan especial como que si el mundo fuera a protegerme de la mediocridad. SentĆa que el destino era aquel camino maravilloso que se desplegaba ante mis pies, y en el momento menos pensado estaba en un aula atestada de gente esperando al maestro de 110, sentada en el piso porque ya no habĆan mĆ”s sillas. Yo creĆa que ese tiempo era de transición y que necesariamente algo mejor tendrĆa que aparecer. TenĆa que decidir mi vida, quiĆ©n querĆa ser y quĆ© querĆa lograr. Escuchaba a Tori y leĆa a Simone, buscando en ellas seƱales de que mi vida tambiĆ©n tenĆa un propósito.
Y ahora terminĆ© la universidad y sigo escuchando a Tori y leyendo su autobiografĆa, y despuĆ©s de leer sobre otras increĆbles mujeres volverĆ© a leer a Simone, porque esta es otra etapa de transición, con la diferencia que ahora sĆ sĆ© adónde quiero ir y estĆ” otra vez esa ansiedad por el futuro, pero hay algo de paz en saber que aunque las cosas no salgan exactamente como yo espero voy a estar bien porque no voy a volver a permitir que sean otros los que decidan mis capacidades y trunquen mis ambiciones porque son muy grandes para las vidas cómodas que ellos decidieron para sĆ mismos. Es la misma etapa con un poco mĆ”s de conciencia.
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