18 March 2009

En los zapatos de Rosina Cazali

(Esta es una de las tareas del taller: justificar o explicar desde el punto de vista de la curadora la exposición "Mirando al Sur" que está actualmente en el Instituto de Cultura Hispanoamericana. La gente que pueda ir a verla es preferible que lo haga antes de leer esto porque sería como contarles el final e influenciarlos con mi punto de vista. Para ustedes que ya la tuvieron en sus países y no fueron: shame on you. :P)
La exposición “Mirando al Sur”, curada por Rosina Cazali, reúne a 13 artistas de distintos países en torno a un mismo tema: la migración y sus efectos tanto a nivel individual como colectivo. Tomando como base que el objetivo principal del ejercicio curatorial es transmitir conocimientos, narrar una historia a través de las obras que se muestran y plantear preguntas en los espectadores, se tratará de entrar en la mente de la curadora: explicar la elección de las obras, el orden en el que están colocadas y los posibles efectos que eso podría provocar.


La exposición consta de 5 “salas”, divididas por elementos arquitectónicos que se asumen como permanentes, pero que necesariamente implican decisiones a la hora de separar las obras entre ellas: el primer salón de introducción con 3 obras; 2 espacios intermedios, el primero con 3 piezas y el segundo con una sola al que se accede por una gradería; la sala al final de la parte interna del centro con 5 trabajos y la última ubicada en la terraza, tiene 2 piezas, la primera que puede verse al inicio de la exposición y la segunda al final. Analizando las obras se puede especular que el recorrido del visitante es simbólico del recorrido de un inmigrante. La primera etapa, la situación en el país de origen y la partida hacia lo desconocido están representadas con las obras de Ronald Morán, Ángel Poyón y el grupo La Torana. Se comienza teniendo aspiraciones hacia las estrellas (“Mapa astral”), sin saber que esas ambiciones muchas veces desembocan en destinos peligrosos. Los deseos de escapismo se amparan en la falta de dirección que se siente en los países del sur. “Estudios del fracaso medidos en tiempo y espacio” muestra relojes sin agujas, relojes que en circunstancias normales servirían para orientación y guía. La orientación es conciencia y al estar conscientes nos sentimos seguros, seguridad que no se tiene cuando no sabes qué va a pasar después. La angustia que provocan los trazos en las pantallas de los relojes es representativa de un estado del que no se sale una vez que uno decide salir del país pero que nunca había dejado de atormentarlo antes. Se toma el primer paso y se cruzan las fronteras, fronteras que son casi invisibles, o que sólo están en nuestra mente y sin embargo se pone tanto en riesgo por querer atravesarlas. Uno puede cruzar el laberinto de “De cómo los efectos son las causas” pero lo hace con miedo de desbaratarlo por cualquier paso en falso.

El segundo paso es el inicio a la adaptación, que en la segunda sala puede verse desde tres perspectivas distintas. “Retrato hablado” que narra la vida de Carlos Portillo, un salvadoreño que entró de infiltrado a la Fuerza Armada y huyendo de su país se fue a los Estados Unidos donde lo arrestaron y encarcelaron por homicidio, muestra el punto de vista más extremo de los tres que comparten un diálogo. “Coexistencia” podría representar los trabajos arduos, numerosos y anónimos que realizan los inmigrantes en los países del primer mundo si los identificamos con las hormigas del video, hormigas que cargan símbolos de amor y paz y las banderas de los países pertenecientes a las Naciones Unidas como una forma de protesta, de reclamar responsabilidad al mundo entero por la situación que enfrentan. Sin embargo, “Un cuento de miedo para la sociedad del consumo” hace alusión a símbolos de clase media, en principio reconocibles a simple vista. Las botellas de diversos productos -casi esenciales para la vida norteamericana- están cubiertas de tortilla descompuesta, mostrando que se puede vivir como un estadounidense más, pero que nuestra esencia no cambia porque proyectemos otra cosa. La maqueta de madera balsa sin título de Miguel Ángel Madrigal Pilón indica el hacinamiento y las interacciones en las grandes ciudades. Las construcciones en altura son símbolos de poder y prestigio, pero en el fondo son frágiles y efímeras, como el sistema que enaltecen y que está en crisis actualmente.

La cuarta sala trata el tema de la vida diaria y la explotación. “America’s family prison” consta de dos fotografías y un video que filmó la artista Regina Galindo sobre las 24 horas que pasó junto a su esposo y a su bebé en un cubículo carcelario de una empresa de cárceles privadas que autoriza el Estado donde pueden ingresar familias completas y son detenidos los inmigrantes hasta que se determine si están ilegales o no. El tema se puede ver de manera explícita, pero también es indicativo del estilo de vida que tienen las personas que llegan a esos países. Junto a esa obra, otro video, llamado “Ellos no son pobres” es un contraste impactante con respecto al anterior porque después de ver confinamiento y un espacio minúsculo funcionalmente inaceptable, la obra muestra a varios niños bañándose en un río, en un bosque. Surge la hipótesis de si el propósito es exaltar la riqueza natural de los países de los que provienen los inmigrantes, o replantear el concepto de pobreza de sus habitantes. Las obras de Adán Vallecillo –el único hondureño en esta muestra-, están hechas a base de niveles, los instrumentos topográficos. Una de ellas trata de emular el símbolo de Western Union para hacernos reflexionar sobre el importante papel que representan las remesas para las economías de estas regiones, pero los niveles hacen pensar en equilibrio. La migración esa la forma de equilibrar la balanza: los países poderosos subyugan a los débiles por varios mecanismos económicos y culturales; los países tercermundistas se vengan o reclaman lo suyo por medio de la migración/invasión. “Pop corn (maíz explotado en inglés)” es una obra que es impactante visualmente pero debido a sus materiales (palomitas de maíz de verdad) cobra una dimensión táctil y hasta olfativa. La nueva bandera de los países grandes está conformada por hombres de maíz explotados.

Y la última etapa sería la resignación. Ya instalados en ese nuevo ambiente es necesario volver a construir a partir de lo que conocemos, los artículos cotidianos, justamente la materia prima que conforma la instalación de Patricia Belli.

El camino es uno de confusión, angustia, miedo y cruel aceptación de la realidad. Pero los espectadores lo viven en una o dos horas para regresar de nuevo al mundo cotidiano, cuando para otros esta es una situación de todos los días, de toda la vida y a veces de varias generaciones. Esta es justamente la reflexión que la curadora pudo haber querido provocar: sentir en carne propia lo que sienten varios compatriotas, aunque sea en un ambiente controlado y en un tiempo limitado.

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