El sábado llegué al taller del voluntariado esperando las habituales riquísimas dos horas de estar sentada en una silla escuchando buenas charlas. En esta ocasión el tema era “Consejos para hablar en público” que viniendo de la escuela de “Tres veces más entusiasmo!!!” yo no consideraba un tópico muy innovador ni del que me faltara mucho por conocer. El conferencista se miraba simpático e inofensivo. Hasta que llegaron mis compañeros y estábamos listos para la conferencia cuando el señor nos dice: “Bueno, para empezar, cada uno de ustedes va a pasar al frente a hablar de algún tema por cuatro minutos. Tómense un momentito para preparar lo que van a decir.” Me quedé helada. ¡Cuatro minutos! ¡Era demasiado! Hasta los de Dale Carnegie sólo se atreven a torturarlo a uno por 60 segundos. ¿Y de qué podía hablar? Algo que pudiera explicar bien sin la ayuda de libros de consulta o internet. En mi cabeza sólo escuchaba “Teoría Superior. Podés hablar de la clase de Teoría Superior”. Qué terrible, parezco disco rayado de tanto que hablo de esa clase. Podría hablar de mi vida, y mi lucha por tomarle cariño a la carrera de arquitectura, pero hasta yo me dormiría en semejante ejercicio narcisista. Ni modo: será de Teoría entonces.
Me pongo a estructurar la charla. Primero, la intención de la clase: alejarse de la tradicional cátedra para establecer un modus operandi de seminario, es decir investigar los temas, debatirlos en clase, hacer conclusiones grupales, expresar lo aprendido de forma escrita en ensayos. Luego, los temas de la clase: Platón y lo bello como bueno y justo, Kant, Hegel, y el tipo de la misión social que por más que lo intento no logro recordar su nombre, qué vergüenza. Si uno en realidad sólo sabe lo que recuerda en momentos de estrés yo sé tan poco… Un mensajito resulta salvador: Lukács. La segunda parte, los movimientos arquitectónicos de vanguardia: Racionalismo, Minimalismo, Deconstructivismo, Neo Expresionismo, Arquitectura ecológica, las mega estructuras. A continuación podría explicar los problemas que enfrenta la clase, como la alta tasa de deserción, la brecha en las clases de teoría e historia que precede a esa clase y que provoca amnesia en los alumnos que de por sí no tienen la costumbre de leer nada, mucho menos sobre arquitectura y la falta de interés por parte de la facultad que hasta amenaza con eliminarla del plan de estudios. No voy a tratar sobre mi participación como asistente de docente porque eso sería el ego surgiendo otra vez. Listo, es hora de hablar.
La primera voluntaria relata sus vacaciones navideñas en Cedritos, un pueblo remoto alejado del consumismo de la capital. La historia es tan bonita que mi tema me parece todo insípido, pero me senté en la primera fila y no tengo otro remedio más que enfrentar al público. Este es un buen momento para decir que nuestro coordinador nos está filmando y yo tengo algún tipo de fobia a las cámaras de todo tipo, aumentada si éstas tienen la posibilidad de dejar evidencia de mi paso por el mundo en youtube. Paso al frente con el cuaderno en el que hice todos los apuntes y comienzo. El señor que debería estar dando la charla en vez de ponernos a nosotros a avergonzarnos terriblemente está haciendo apuntes a medida que yo hablo. De seguro está escribiendo cosas malas. Me doy cuenta de mis tics lingüísticos: “el chiste es…”, “la idea es…”, “para no hacer largo el cuento”. Entro como en un trance extraño y no me puedo controlar: hablo de Lukács como si fuera el filósofo más importante para la comprensión de la arquitectura como arte porque fue el que mejor recepción tuvo entre los alumnos cuando tuve la oportunidad de ser asistente de la maestra, y allá se fue mi intención de ser modesta. Inicialmente iba a hablar de cada filósofo y me di cuenta que no puedo resumir a Hegel ni a Kant por lo que tendrán que conformarse con menciones honoríficas. Empiezo con los movimientos arquitectónicos; el Racionalismo en el cual tuvimos la fortuna de contar con un estudiante italiano que llegó a explicarnos su enfoque de este estilo para su tesis de grado. (La historia del italiano no estaba en mis notas y no tengo idea porqué surgió en estos momentos.) Del minimalismo, bueno, los alumnos tuvieron que exponer cada uno de ellos sus propios temas y hacer presentaciones en power point que subí a un blog (tampoco en mis notas), y de repente, el señor levanta el dedo índice. Me detengo, creí que tenía una pregunta. “¿Qué pasó?” “Nada, yo sólo hice esto” y vuelve a hacer la señal, que cuando ya había terminado mi turno y recuperado mi ritmo cardíaco normal comprendí que significaba que sólo me quedaba un minuto más. Hay un espacio en blanco en el que no tengo idea de qué fue lo que dije (pero no terminé todo lo que estaba en mis notas), hasta que el señor me corta, se acabó el tiempo, me contorsiono como gusano, saco la lengua y me voy a sentar. Fue tan horrible como divertido, pero yo sabía que lo peor iba a ser verme en la pantalla. No tolero verme, es como si todo lo que tengo de autoestima intelectual se volviera inversamente proporcional en lo físico. Puedo verme en espejos pero no en fotos, es un fenómeno extraño. Pasan mis compañeros, con temas muy interesantes por cierto y finalmente el instructor da la charla y una muy buena. Después de lo que se sintió como mil horas de esperar, aparezco en la pantalla. Justo ese día que tocaba lavarme el pelo y lo ando apachurrado es que deciden grabarme para el resto de la eternidad. Tengo que deshacerme de esos tennis, están horribles. Al parecer no sólo tengo tics lingüísticos, también corporales: ¿cuántas veces me puedo poner el pelo detrás de la oreja? Pero ese gimnasio ha servido para algo, ya no tengo los brazos tan flacuchos… Aunque tengo una meneadera que por lo menos capta la atención y en efecto, lo confirma el veredicto de nuestro conferencista: “No creo que una audiencia se le duerma a Marcela, es muy expresiva”. Tengo que deshacerme del cuaderno y ver a la cara a las personas. Pero mi tema es muy bueno y se nota que lo manejo (\m/). Así que todo salió bien al final.
Supuestamente me invitaron a dar una charla sobre arquitectura a estudiantes de CEUTEC en uno de estos próximos días. Es una de esas invitaciones que parece más como esos planes que nunca se van a realizar pero en caso de que el tipo realmente sí me termine contactando por lo menos habré practicado. Y hay evidencia al respecto. Yo pedí que me la enviaran al correo para subirlo al blog, pero oops, no lo han hecho. Tendrán que confiar en mi palabra nada más.
Con mucha frecuencia tengo que hablar ante audiencias. Dicen que logro mas o menos desenvolverme. Pero basta que me pongan una cámara para que se vaya todo al carajo. Odio que me filmen, o tomen fotos. Me alegra encontrar alguien que comparta la 'filmo-fobia' que padezco! Me siento comprendido.
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