03 May 2009

El mito de Sísifo

Me invitaron a un taller sobre los orígenes y la evolución de Tegucigalpa en UNITEC, donde yo era de las mayores, egresadas, de la Autónoma y de mi generación, así que para variar estaba fuera de lugar. En teoría el evento se escuchaba interesante: divididos en grupos, ya sea por temas o por época en el tiempo, teníamos que reconstruir la historia de Tegucigalpa con el fin de intentar comprender dónde fue que todo se estropeó. En la práctica resultó menos de lo que yo esperaba, pero voy a darles crédito por las buenas intenciones. Supuestamente fueron invitados los alumnos más prometedores de Arquitectura de la UNAH, de UNITEC y de la Católica, tratando de mezclar alumnos de todos los años e incluso aquellos que ya habían terminado con sus clases. Decir que era una reunión de niños fresas sería un eufemismo, sin embargo, había un renegado y sobre él voy a hablar en esta ocasión. Como dije, a cada uno se le asignó un grupo, un guía y una tarea, y en principio todos estábamos obligados a interactuar con gente que no conocíamos, pero al final todas las personas terminaban reuniéndose con sus compañeros de facultad o con amigos de otras partes. Este niño no tenía nadie con quien hablar en ningún momento, además no se miraba muy contento de estar allí. Era muy delgado, delgado como sólo son los muchachos de ahora, o como lo han sido siempre pero como solo ahora se puede notar debido a la ropa que está de moda. Tenía el pelo largo hasta los hombros, liso y suelto, perfecto para cubrir su cara como lo hacía muy seguido, tratando de esconderse. Llegaba y se sentaba a hacer algo en su computadora, sin hablarle a nadie o intercambiando palabras ocasionalmente con alguien. En otras circunstancias sería el tipo perfecto con el que yo me hubiera sentado a tratar de platicar, porque yo me sentía igual que él pero yo estoy en mi régimen de darle aunque sea una mínima oportunidad a las cosas y me dije que tenía que por lo menos intentar estar allí y ser útil en algo. (El hecho que tuve tanto tiempo para estarlo observando denota que no hubo nada más en lo que pude entretenerme.) Hoy estaba sola entre esa manada de niños y laptops, lamentándome no haberme quedado durmiendo más tiempo, decepcionada que ni siquiera dentro de un grupo de colegas siento que tenemos algo en común. Estaba desesperada por irme puesto que no estaba haciendo nada, no tenía nadie con quien hablar y nadie se percataría de mi ausencia de todas formas, pero me intrigaba saber porqué el chavo no se iba si él también parecía estar en la misma situación que yo. ¿Qué tipo de masoquismo era ese?

Puede que suene exagerado, pero yo no siento que pertenezco a ningún lado, manada, familia, grupo, asociación, a nada que implique un club en el que yo no sea la única participante. A veces con mi mismo grupo de amigos siento que estoy forzando las cosas: no logro sentirme a gusto, no logro conectarme, siempre hay algo que nos hace diferentes. No comprendo las emociones colectivas; será por eso que no comparto la histeria de los partidos, la ceguera mental de las religiones o la estupidez de los partidos políticos. Por muchas circunstancias, he renegado de toda mi familia política y hay días en que me cuesta comunicarme con la cercana. No tengo un hogar en ninguna parte. Y estos días es peor porque no lo tengo ni dentro de mí. Poco a poco voy perdiendo el rumbo. Lo único que me queda es intentar interactuar y terminar fingiendo, pero tengo mis límites. Así que me terminé yendo dos horas antes del final del taller; ya tengo 23 años y esta no es edad para castigarme permaneciendo en lugares en los que no me siento bien y no es obligatorio estar. Ya tengo suficiente todo el resto del tiempo. Probablemente con el chavo hubiéramos terminado siendo amigos: la Marcela de unos años atrás se hubiera acercado a sacarle plática trivial hasta que los dos nos dejáramos de sentir tan extraviados, pero estoy tan cansada, quisiera que todo encajara de una vez sin necesidad de empujar eternamente esa piedra por la colina sabiendo que inevitablemente va a volver a caer.

1 comment

  1. A veces me sucede lo mismo (...)

    (más suspiros)

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