Sería un eufemismo decir que el experimento de hacer las enchiladas mexicanas de mi madre estuvo repleto de contratiempos. Para empezar, cuatro horas de ver tiendas en Mériadeck, el “mall” de Bordeaux, dejan atrofiado a cualquiera. La idea original era ayudar a Larry a comprar ropa, pero como ya había ido por su cuenta entonces tanto él como Bruno nos tuvieron que aguantar a Pamela y a mí mientras mirábamos ropa de mujer y cuando luego fuimos al supermercado.
Como nos estábamos preparando para el pasaje a la televisión digital, yo estaba algo distraída tratando de descifrar los misterios del decodificador, sobretodo el hecho que aún con ese aparato se sigue dependiendo de la antena para captar señal. Lo divertido es que con todo instalado el aparato no funcionaba, según yo porque hacía falta un cable coaxial que uniera la tele con el decodificador pero el vendedor del supermercado había sido muy enfático –e insoportable- al decirme que no era el caso. Lo estaba maldiciendo y ya me imaginaba mi pelea al día siguiente cuando se me ocurrió ajustar bien el cable perital de la tele. Y qué cosas, funcionó. Pero no captaba todos los canales y cuando cerraba la ventana la señal se interrumpía. Es un relajo eso, pero ya podemos almorzar viendo “Friends” o “Los Simpson”, y cenamos viendo “Scènes de ménage”.
En fin, la receta es así: se ponen a cocer en agua 4 pechugas de pollo, para luego desmenuzarlas, pero como yo estaba de técnica electrónica las corté antes de cocerlas. Si no fuera por Pame las hubiera freído creo yo.Había comprado harina de maíz en la sección de productos exóticos del mercado de Capucins, así que podíamos hacer nuestras propias tortillas. De hecho, hubiera querido filmar los primeros intentos de hacer tortillas al estilo tradicional: un fracaso rotundo. Pero gracias a nuestro ingenio logramos hacerlas perfectamente redondas. (Llámese ingenio a aplastar bolitas de masa con la tabla de picar.) Bruno estaba encargado de cortar la lechuga en tiras. Pame freía las tortillas (le tengo un pavor al aceite caliente en grandes cantidades). Esta imagen puede hacer creer que Larry sólo disfrutaba de la nueva tele digital, pero tuvo un momento protagónico cuando señorita aquí se cortó el dedo tratando de abrir una lata de pasta de tomate y él con Bruno quedaron a cargo de la cocina. La herida esa no dejaba de sangrar. No ayudó mucho que les contara la historia de Nena Daconte, del cuento de García Márquez, que se pinchó el dedo y se desangró por completo. Pamela tuvo que intervenir y abandonar el frente culinario momentáneamente.
Por mientras se freían 3 o 4 cebollas que habían sido cortadas en rodajas. Luego se combinan con el pollo, la pasta de tomate y se condimentan. Estuvimos cocinando por horas, al punto que todo el apartamento estaba repleto del humo del aceite de las tortillas. Pero todo salió bien, las enchiladas se arman con el pollo, se les pone la lechuga encima y se aderezan con mantequilla, pero en nuestro caso la reemplazamos con crema ligera que se había salado previamente. Habíamos comido papas fritas sabor mostaza. Era la única forma de resistir 4 horas de preparación de comida. Pero las enchiladas quedaron espectaculares.
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