31 December 2005

Babylonmmmm.....

La vida nocturna en Tegucigalpa es tan incipiente, pero no por eso aburrida. Con todo mundo de viaje, con sus novios o bebiendo en casa de amigos, sólo estábamos disponibles Moisés y Mafer. Nuestra primera parada fue en un bar, con gradas a prueba de sobrios, con un mesero que nunca trae facturas y siempre quiere cobrar de más, pero con música aguantable. Lo bueno es que nosotros tres tenemos una increíble capacidad para estar sentados y platicar de miles de cosas sin aburrirnos en lo más mínimo.

Continuamos el recorrido en búsqueda de un lugar donde no cobraran entrada y se pudiera bailar. Al parecer esos lugares ya no existen. Tuvimos que resignarnos a ir a un lugar que en realidad es una casa convertida en bar/intento-de-discoteca, famoso por que no piden identidad -por lo que siempre está repleto de menores- y por una bebida que sólo venden ahí, hecha con una “receta secreta”, pero que todos saben qué tiene. Esta vez tuvieron el descaro de pedirnos papeles. Digo descaro por que adentro parecía jardín de niños, y por mucho que nos halaguen haciéndonos creer que nos vemos jóvenes, tampoco es para tanto. Estaba repleto. No se podía caminar, no había dónde sentarse y cuando bailamos, en medio de un montón de parejas que se achicharraban desvergonzadamente, nos dimos cuenta que lo hacían tanto por gusto como por necesidad. A cada segundo alguien te pegaba un codazo o te aplastaba un pie.

Yo andaba en búsqueda de mi affair sin compromiso, entonces aproveché cuando un chavito me sacó a bailar. Por un segundo pensé en socializar, preguntarle su nombre y con quién andaba, pero la verdad no me interesaba saberlo. El anonimato es lo mejor en estos casos.
Empezaron a poner música de una mala fiesta en la costa y todo un grupo que parecía de excursión en la gran ciudad estaba coreándola a todo pulmón. Mi súper pareja se miraba tan aburrida como yo de él y en un momento me quiso intercambiar por un amigo suyo, por lo que regresé con los míos. Suficiente baile insípido por una noche.

Nuestra tercera parada fue un bar gay que no sabíamos que existía en la ciudad. No sabíamos qué esperar pues en Honduras la comunidad gay es bastante discreta, por no decir invisible. Es también una casa, con mesas y un bar en el patio, otro adentro junto con una pista de baile. Estaba repleto de señores con chavitas (sus amantes, nos dijimos), señores con chavitos y señores con otros señores. Fuimos por un trago y nos sentamos a platicar en el patio.
En la mesa de al lado está un tipo, visiblemente ebrio, que empieza a coquetear con Moisés. Lo invita a bailar, pero Moisés le responde que mejor más tarde, y va al baño por un segundo. Nos quedamos solas con Mafer. El tipo de al lado le empieza a coquetear con incoherencias que ninguna de las dos entendemos, y se sienta en sus piernas. Después la lleva a bailar y no acepta mi petición de que no me dejen sola, ni la de Moisés que ya regresó. Los seguimos y bailamos al lado de ellos para no perderles la vista. Ya teníamos una señal para librarnos de compañeros indeseados y esperábamos que Mafer la hiciera para salir al rescate. No nos dimos cuenta en el momento, pero el tipo estuvo todo el tiempo manoseando y flirteando con otros alrededor suyo y cantando las canciones de Thalía que empezaron a poner. Vemos la señal y nos acercamos a ellos. El tipo se pega a Moi, pero no quiere soltar a Mafer. En un momento yo creía que se estaba bajando en algún tipo de maniobra de baile, pero en realidad se había tropezado por la borrachera y aprovechamos para salir de ahí, con el tipo detrás persiguiéndonos. Salimos de ahí, muertos de la risa y jurando jamás volver.

Como toda buena noche, fuimos a hacer un recuento al parque España. Platicamos un rato y nos fuimos a dormir.
Ahora estoy inventando buenas excusas para llegar tan tarde a mi casa y que no me prohíban salir. Tal vez estoy más joven de lo que desearía…

Post a Comment