He descubierto algo trascendental de mi personalidad: mi tendencia a destruirlo todo. Soy incrédula, cuestiono todo, no confío en mucha gente, pero es por que creo que la verdad tiene muchas razones para esconderse, y nadie la quiere ver de frente. Pienso que sólo aquello que sobrevive lo peor es lo único que vale la pena conservarse. Por eso construyo relaciones, experimento filosofías y religiones, pruebo nuevas distracciones, nuevos puntos de vista, y los someto a las peores torturas para ver hasta dónde pueden llegar. Quiero quemarlo todo, inundarlo, intentar matarlo con todos los medios imaginables y ver si algo se atreve a seguir en pie o a renacer.
Por eso es que no mucho en mi vida ha sobrevivido. El cristianismo perdió rápidamente su fundamento; la cábala, la cienciología, el ateísmo: absorbí todo hasta saturarme, lo ataqué con sus puntos de vista opuestos, y terminaron por aburrirme y ser desechados.
Mis amistades de infancia han ido cayendo una tras otra, y son contadas aquellas que puedo decir que tengo a mi lado todavía. Con todas las personas soy educada, amable y simpática. Sólo con algunas soy honesta. No cometo el terrible error de creerme superior a nadie, o tengo problemas de autoestima, es simplemente que no espero que muchos puedan o quieran lidiar con mis manías. Ni mi primer novio pudo conmigo. Y no lo hago conscientemente, pero analizando muchas cosas del pasado veo cómo tantas situaciones en su esencia fueron pruebas de resistencia, que sólo las personas que considero mis verdaderos amigos pudieron superar.
No quiero decir que todo en mi vida es un examen al que someto a todo el mundo alrededor mío para separar lo que vale la pena de lo que no. La mayoría del tiempo me dejo llevar por la corriente, y sé que no tenés que esperar nada de nadie, sólo conformarte con lo que te den. Pero no puedo evitarlo. Tengo que sabotearlo todo, llevarlo hasta los límites de su resistencia, ¿De qué otra manera puedo saber si es real?
Lo más angustiante es cuando lo hago conmigo misma: exijo tanto de mí y me pongo tantas condiciones para sentirme a gusto que a veces es insoportable. Nunca he estado segura de qué es lo que quiero. Por eso me ha costado tanto estudiar Arquitectura: siempre he cuestionado sobre si realmente tengo la capacidad, sobre si es mi vocación, sobre si no debería de estar haciendo otra cosa. Empiezo a ponerme metas estúpidas y castigos peores si no las cumplo. Muy pocas veces disfruto las clases: son un reto donde apuesto mi vida, mi respeto a mí misma. Si hubiera alguna forma legal y segura de huir de mí misma, no lo pensaría dos veces. Me aterra pensar qué pasaría si no pudiera alcanzar todas las expectativas y sueños que tengo.
Me queda por descubrir si soy una pesimista reprimida. Si de veras quiero descubrir la verdad o en realidad creo que la verdad sólo es aquello que me desilusiona. Por una vez quisiera confiar en algo que nunca me abandone, que siempre esté allí para mí. Me pregunto si existe….
No sos la única, deberíamos formar un sindicato de hecho.
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