16 September 2008

Las ensoñaciones materiales alivianan los pesos espirituales

He descubierto una nueva técnica para liberar tensiones y relajar el cuerpo: ir a buscar camas. Herminio muy inocentemente me propuso acompañarlo en la búsqueda de su nueva cama en varios negocios de la capital, pero él no tenía idea del día tufoso que yo había tenido antes de la una de la tarde. Me tuve que levantar temprano porque con mi clase del Seminario teníamos que ir a la Comisión de Emergencia Municipal para entrevistarnos con el gerente. Hoy era día feriado en la universidad, y fue doloroso ser la única en mi casa con deberes antes de las 7 de la mañana y la única en la ciudad recorriendo el boulevard Suyapa a las 8, porque definitivamente son mis compañeros de la u los que provocan el tráfico matutino: lo comprobé hoy que no tuvieron que ir a clases. Llegamos al Codem y nos tienen esperando un buen rato porque el señor está en una reunión. Es un buen momento para socializar, y en este lugar son sospechosamente amables, hasta nos trajeron sillas adicionales para que todos pudiéramos sentarnos en la sala de espera. Cuando finalmente nos atienden, resulta que los funcionarios allí son simpáticos y muy realistas. Este organismo es el responsable de educar a la gente para la prevención y el manejo de desastres en la capital; junto con otros organismos deciden qué hacer en caso de emergencias y trabajan para aminorar los efectos de derrumbes, inundaciones, huracanes, etc. Les explicamos en qué consiste nuestro trabajo, pero ellos tienen una mejor idea. Cierto que nos pueden dar los miles de documentos que existen sobre la vulnerabilidad física en esta ciudad, pero recopilar y editar información no sería ningún aporte a la sociedad, ¿no sería mejor enfocarnos en un solo barrio y hacer algún tipo de propuesta de parque para el día en que estabilicen el talud que los hace susceptibles de desaparecer en cualquier momento? Nos enseñan una presentación sobre el trabajo que realizan, y es tan larga y hace tanto frío por el aire acondicionado que tengo que recurrir a ese extraño talento que sólo comparto con animales acuáticos: dormir con los ojos abiertos. Salimos casi a mediodía, bajo el sol y con hambre, pero yo había prometido mis servicios para visitar construcciones. Las visitas son para aquel trabajo de Obras en el que entrevistas a maestros de obras y a albañiles y les preguntas qué están haciendo. Pero como yo ya soy veterana en ese asunto dejo a las nuevas generaciones para que experimenten y me limito a tomar fotos.

Almorzamos en el mall para darnos cuenta de la triste realidad que la comida rápida tradicional es más cara y menos rica de lo que uno cree. Mi teoría con respecto a ese cambio es la siguiente: como en estas vacaciones nos hemos acostumbrado tanto a ir a Friday’s, a Ruby’s y a Applebee’s (suena bien snob, pero en realidad han tenido buenas promociones), ahora la comida rápida de los simples mortales no es satisfactoria, y en comparación a una buena hamburguesa, la whopper no es tan barata después de todo. El food court de Multiplaza ahora es un lugar candidato para otro desmayo, como me sucedía durante mi infancia dentro de las iglesias. Las remodelaciones lo han dejado minúsculo, sin luz natural, con poco aire y mesas más pegadas entre sí; es una pesadilla comer allí. Pero recibo la llamada de Herminio, y al rato pasa por nosotros para acompañarlo a su mandado.



Con renuencia entramos a Sears, pero una oveja preciosa nos acerca a la sección de camas. Estoy en el paraíso. Mi cama ideal es aquella en la que me regalen a este peluche, está decidido. Sin embargo, subestimo la cantidad de opciones que se me presentan; elegir dónde dormir es un arte, un trabajo en sí mismo, es una carrera a la que profesionales de renombre han consagrado sus más grandes esfuerzos. Como buena tv junkie yo conozco la Sleep Number Bed, que te permite elegir la dureza, suavidad e inclinación de tu mitad de la cama con un control remoto. Tu pareja tiene otro control y puede elegir opciones completamente distintas. Pero en las tiendas eso es demasiado revolucionario todavía, puedes elegir entre firme o suave, pero la horizontalidad y la homogeneidad se mantienen. Partimos hacia Lady Lee, donde por cierto no tienen ni siquiera a la oveja, y las opciones ahora se multiplican: ¿qué tipo de cabecera quieres? ¿En qué tamaño de cama te sentirás con suficiente espacio? Si nos guiamos por las dimensiones estándar, los seres humanos han de ser cada vez más enanos y más flacos.



Resulta que hay tiendas especializadas en la venta de estos muebles. En una de ellas venden camas duras, camas suaves y camas que se hunden amoldándose a la forma de tu cuerpo, lo comprobé porque como en los anuncios, les plantas la palma de tu mano y cuando la quitas queda su forma. Las personas con complejo de princesa y que no sufren de vértigo se sentirán satisfechos con esta nueva tendencia de camas altas y de múltiples capas. Para convencerte hasta tienen un pedazo de la cama en corte donde te muestran las distintas esponjas y resortes que la componen. Yo creía que resolver las necesidades ortopédicas era suficiente para ser feliz, pero ahora hasta los problemas alergénicos quedan resueltos. Hay camas que espantan a los mosquitos, pero no tienen olor. Qué maravilla de mecanismo, yo estaba asombrada con las fundas para almohadas anti-ácaros, pero yo no estaba enterada de los avances de la tecnología. Para terminar de convencerte, la tienda esta vendía zapatillas para dormir que parecían pedazos de nube para los pies, almohadas del mismo material amoldable de los colchones, y sillas que hacen masajes. Repito, sillas mágicas que vibran y que te harán prescindir de cualquier contacto con otros seres humanos. Le puedes pedir exactamente adónde quieres que te masajee, y en qué forma. Deberían ser un derecho básico, como el agua potable.



Pero de todos los lugares que visitamos, hay uno en especial que te desconecta del mundo real y que te hace creer que todo es posible: Elements. Por fuera uno ve muebles arreglados en escenarios que los hacen parecer como si estuvieran en una casa de lujo, por dentro es el cielo de los decoradores de interiores, es la fantasía de cualquier persona que sueña con tener su propia casa. Esa es la genialidad de ese lugar, te hace preguntarte qué harías si tuvieras tanto dinero, sin mortificarte porque no lo tienes. Ir a tiendas de ropa es un escapismo, pero como es más frecuente la compra de ropa que de muebles te sientes miserable al ver -y hasta probarte- ropa preciosa que no puedes comprar en ese momento. Los muebles son más inaccesibles, están lejos según los parámetros de tu presupuesto de estudiante mantenido, te permiten soñar con toda libertad. Como estudiante de arquitectura acostumbro a vagar por la ciudad sólo para ver casas que me gustan, imaginando la vida que podría tener si fueran mías, pero ahora puedo decir que he agregado un nuevo componente: ¿qué tipo de muebles quedarían bien en ellas? Hasta la sección infantil es adictiva, “hay que tener dos niñas para no tener que elegir entre estas dos camas”. Hay un programa en Travel and Living en el que un tipo vaga por toda Europa buscando muebles de diseñador; estos son muebles anónimos y soy tan feliz, no me imagino la dicha ininterrumpida que ha de experimentar ese tipo al que le pagan por visitar comercios. Todo el día se esfuma, me siento tan aliviada. Llego a mi casa lista para trabajar y prepararme para un nuevo día de clases. Juro que el Kahlúa Frosticcino que tomamos después de las tiendas no tuvo nada que ver.

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