16 October 2008

¿Cuánta responsabilidad es demasiada responsabilidad?

Últimamente se me ha metido a la cabeza que todo lo que sucede en mi vida es mi responsabilidad. Probablemente suene a que inventé el agua caliente, pero si alguien diera un vistazo dentro de mi cabeza se daría cuenta que en realidad ese es un concepto innovador en mi universo. Es un avance significativo con respecto al eslogan anterior: “todo es mi culpa”. Sin embargo la responsabilidad, como cualquier concepto de moda que se avecina en el horizonte, es internalizado por el mejor, y en realidad único, medio que conozco: la obsesión.

Me imagino que este tipo de responsabilidad ha de ser muy parecida a lo sienten los padres con respecto a sus hijos. Como yo no tengo hijos lo más cercano que puedo experimentar es el afecto y el cuidado que uno provee a sus amigos. Cuando a tus amigos les está yendo bien todo está en orden, en paz, te alegras por su éxito y sientes que un pedacito tuyo se encuentra en el lugar del mundo en el que estén. Pero si les va mal te sientes con el deber de intervenir, y si no es posible tan siquiera de opinar. Es como si quedarse callado y asentir a todo lo que digan es estar de acuerdo, ser permisivos con lo que hacen y no puedes tolerarlo. Por ejemplo, tengo un amigo, al que quiero con toda mi alma, que no le veo intenciones de encaminarse académicamente. Nunca quiere discutir al respecto y por más que uno le pregunte, le haga propuestas, le plantee soluciones, le ofrezca ayuda o simplemente quiera escuchar, siempre termina diciendo que todo es una causa perdida y que no hay nada que hacer. En las últimas semanas hasta ha encontrado un trabajo temporal siendo asistente de otros amigos suyos, ellos ya graduados y dueños de su propia empresa en una rama completamente distinta a la que él está estudiando. Quiero pensar que va a clases porque cuando le pregunto me dice que sí, pero me cuesta creerle. Me da tanta cólera porque no veo que este sea el tipo de trabajo que le dé la perspectiva para querer emprender otra carrera, es simplemente para pasar el tiempo y no estar en su casa. Tiene tanto potencial que siento que está perdiendo su tiempo en cosas que no valen la pena, pero él no parece pensar lo mismo; no actuaría de esa manera si fuera así. Me siento tan frustrada al no decirle nada, o peor, con mis indirectas que probablemente no quiera escuchar y lo terminen alejando, aunque no son con mala intención. Probablemente mi amigo termine siendo de esos genios que no necesitaron ir a la universidad para tener una vida genial y exitosa, pero quisiera algún tipo de confirmación que lo que está haciendo tiene un propósito superior. Tal vez es que mi esquema mental sea muy cerrado, o sencillamente en este país los que no estudian están condenados a servir hamburguesas en restaurantes de comida rápida y no me gustaría que terminara haciendo eso. Si me siento tan inútil viendo a un amigo en esa situación, no me quiero imaginar cómo sería yo con un hijo que le dé por ser libertino a ese nivel. Soy tan feliz por no tener a nadie a quien cuidar, de quien hacerme cargo o de quien tener que decir “yo lo crié, yo respondo por él, es mi responsabilidad, es mi culpa”.

Después está el asunto de la responsabilidad hacia mi país. Por muchos años he querido sacudirme el peso de pertenecer a este pedazo de tierra, con su idiosincrasia, sus dirigentes, sus pobladores, porque todos son mediocres, decepcionantes, una gran inutilidad tras otra. Me he querido largar, he negado mis raíces, me he desinteresado de todo lo que sucede a mi alrededor porque no sentía que pudiera hacer nada al respecto y porque todo esto que está sucediendo es el resultado de un montón de personas que han perjudicado al país por su propio beneficio. Pero este semestre tengo a dos maestros que exigen para sus clases que me mantenga informada de la situación nacional, que desarrolle un criterio y son intolerantes ante la cómoda indiferencia a la que me había acostumbrado. Pero es imposible que yo lea un periódico y no me sienta personalmente indignada por las cosas que pasan, que no piense que me están haciendo a mí todas las cosas que le hacen a este país. Con respecto a todo el asunto de Medicina, paso tan enojada con el miserable cardenal ese, abusivo, entrometido, interesado; si tuviera el tiempo iría a las marchas de los estudiantes, haría pancartas, me plantaría frente al Ministerio a protestar con un altavoz. Tengo días de estar pidiéndole a mi hermano una de esas camisetas de “yo amo a Medicina de la UNAH”, mientras que él que sí se ve afectado directamente por todo el asunto duerme todo el tiempo, va a reuniones cuando le pega la gana y asiste a las marchas si no interrumpen su ciclo natural de sueño, que es durante el día. Ahora con lo de las huelgas de los maestros en la universidad un montón de ignorantes en la página de El Heraldo están molestos con ellos, llamándoles mediocres y haraganes, criticando que son iguales que los doctores que sólo quieren feriados. Uno de ellos hasta dijo que esperaba que algún día se arrepientan por poner intereses económicos particulares sobre los de la población general. Mis denuncias se habían limitado al periódico directamente, en correos en donde los he llamado periodistas parciales y vendidos (con otras palabras por supuesto), pero jamás había comentado en contra del público y mucho menos en la página. Pero me descubrí furiosa con esos tipos y terminé escribiéndoles que quisiera saber si a la gente que se queja de la huelga de los maestros le gustaría quedarse sin el dinero de su jubilación. Les dije que todo trabajo es por intereses económicos particulares: mantenerse uno mismo y mantener a su familia. Nadie trabaja gratis. Y que estaba segura que ninguno de los que comentó allí lo hace.

Así que creo que me estoy excediendo con esto. Siento que hago lo mejor que puedo pero que no es suficiente. El minuto en el que reflexiono que este es el país, el mundo que le voy a heredar a mis hijos me siento tan minúscula, tan insignificante por no poder lograr un cambio, por permitir que tanta gente dañina se salga con la suya. Yo soy responsable, pero mi responsabilidad es infructuosa, no sirve para otra cosa que para darme un ardor en el estómago por la cólera.

2 comments

  1. Hay tanto que decir, que no se que decirte. Pero creo que me has leído y tenés una idea... cierto?

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