El café de los aleros es esta reunión semanal los domingos a las 6 de la tarde en la que hacemos una recapitulación de nuestra semana. No recuerdo bien cuando empezamos con esta tradición, pero creo que influyó el hecho que ahora nuestros integrantes se están graduando a diestra y siniestra y se vuelve más difícil que nos reunamos todos en medio de la semana. Para garantizar que no vamos a perder el contacto ahora es casi sagrado ese espacio de tiempo. Casi institucionalizamos el Espresso de la Tepeyac como nuestro centro de operaciones, pero a pesar de tener tan cerca un Cafemanía, el lugar se ha vuelto demasiado popular y toda esa gente con sus laptops terminó espantándonos. Un día ni siquiera había dónde sentarse. Siguieron días de experimentación. Un domingo en Dunkin Donuts nos dejaron horrorizados de los altos precios de los conos y francamente, el sabor artificial de esas donas no convence a nadie. El café del Marriot es precioso pero sus precios son exorbitantes, aunque el cheesecake es para morirse del placer. Y después de mucho deambular por la ciudad terminamos un día en Los Próceres, que tiene un pequeño centro sólo de comidas. Como hay varios lugares de donde escoger creímos por un tiempo que habíamos encontrado nuestro nicho, pero ya nos sabemos los menús de todos los restaurantes y en estos últimos domingos que hemos faltado por fuerza mayor estoy segura que el lugar de los licuados ha tenido serios problemas económicos. El domingo antepasado nos pusimos temáticos y estuvimos en conferencia por chat con uno de nuestros miembros en el extranjero; el domingo pasado una serie de trabajos sin posibilidad de ser interrumpidos canceló el café por primera vez desde que puedo recordar, y hoy regresamos pero a estrenar oficialmente el nuevo Espresso en el Boulevard Suyapa. Resulta que Moisés sigue con vida a pesar de vivir inmerso en su nuevo trabajo, Deysi nos relató sus aventuras con otras maras que sí viven al filo del peligro y pues ya se imaginan lo que sucede cuando se encuentran seis universitarios de la autónoma con uno de la católica y discuten sobre el lío de Medicina.
Mi grupo ha de ser intimidante para los extraños. Somos bastante adaptables y hasta normales por nuestra cuenta, pero juntos somos una entidad fascinantemente monstruosa. Me encanta ser parte de ellos y los quiero como la familia que vine a encontrar por el puro lazo de la afinidad. Reconozco que los celo de los intrusos, pero creo que hasta ellos lo saben. Sin embargo, hoy nos reunimos temprano porque con Yanis fuimos invitados a una cena por el cumpleaños de un amigo de otro grupo. Así que hoy pude contrastar la vida desde el centro y la periferia de las entidades sociales.
Este segundo grupo son personas que he conocido gracias a un amigo de la infancia de Yanis. Casi todos juegan WoW (y son alianzas), pero se conocen por haber estudiado en la misma universidad; unos hasta fueron vecinos de toda la vida. Lo curioso es que todos, reducidos a sus miembros indispensables, son como mis aleros: uña y carne en el espíritu. Cada uno tiene su vida hecha aparte pero son inquebrantables en su devoción por los otros, y en cada fiesta de cumpleaños, de adulto o de niños (porque algunos ya tienen niños) los vemos y es como si se estuvieran reuniendo un domingo a las 6: se retoman las conversaciones donde se quedaron y no importa cuántos meses hayan pasado entre esas reuniones, no se percibe ningún paso del tiempo. Me parece divertido porque me imagino que las amigas políticas han de pasar por momentos difíciles, así como ha de sucederles a los nuestros. En este caso yo también soy una amiga política (pero yo juego, y a pesar de que es una ventaja cuando las conversaciones son 80% WoW aún yo me siento despistada a veces) pero debo dejar constancia de alguna manera de que disfruto estar allí. Cuando yo imaginaba a los adultos tenía esa representación rígida de seres aburridos y amargados y ellos me han hecho esfumar ese prejuicio. Son divertidos, relajados, genuinamente buenas personas y juegan video juegos. ¿Qué más se puede pedir?
Hay días en los que veo a la gente y sí disfruto ser una humana.
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