29 May 2009
“Un día una adolescente, otra yo misma, mojaría con sus lágrimas una novela en la que yo habría contado mi propia historia”
La historia es cíclica, todos dicen, y el que no aprende de ella está condenado a repetirla. Así que heme de vuelta a junio del 2002. He trabajado durante muchos años para estar finalmente libre; he logrado los máximos reconocimientos: medallas de oro que se roban de mi casa, promedios mayores a 80 en estudios universitarios públicos; me consumen las mismas intenciones de conocer otros lugares y expandir mis conocimientos en áreas que Honduras no puede ofrecer y sé que este no es mi hogar y sin embargo no puedo salir de él todavía. Sigo teniendo 17 años. Mi labio hinchado con dolencias infantiles me lo recuerda. Toda esta parafernalia, esos desvelos, esa dedicación y esfuerzos sobrehumanos sólo estaban postergando el momento inevitable de verme a mí misma y tener que decidir quién quiero ser. Me siento extraviada, pequeña, inútil; todas esas opciones que se abren frente a mí y yo sin ningún criterio para saber cuál es mi camino y por dónde tengo que ir. No he aprendido nada y me parece increíble, vergonzoso. Igual que hace 7 años leo “Memorias de una joven formal” que me hubiera hecho creer en la reencarnación si Simone de Beauvoir no hubiera muerto en 1986. Esa fue mi infancia, con un escenario tercermundista, pero lo esencial se conserva: la devoción religiosa y su consecuente ruptura, la avidez por los libros, la clandestinidad y la doble vida interior atormentada pero imagen prístina exterior, la mejor amiga en un altar que eventualmente me abandonaría, literal y simbólicamente.
¿Qué necesito para salir de aquí, para trascender este estado finalmente y no seguir cayendo en él cada 7 años? No tengo la paciencia para meditar hasta llegar al punto de corregir mis errores, no hay suficientes años en una vida humana para eso; podría pagar mis deudas, pero ¿qué otra cosa he estado haciendo entonces? La UNAH ya debería haber sido castigo suficiente y no deja de serlo hasta el final. Sus huelgas y vacaciones están frustrando lo que debería haber sido un período feliz de cumpleaños y graduación y estoy tan enojada porque así como el Universo supuestamente conspira para que todo lo que yo deseo se realice, resulta más efectivo para que mis peores pesadillas se manifiesten.
Me siento como un animal salvaje en cautiverio, un encarcelamiento autoimpuesto que podría aprovechar para dormir, descansar, evaluar mis opciones, pero estoy tan acostumbrada a levantarme a las 6 y 40 de la mañana y regresar a mi casa a las 8 de la noche que me parece que estoy perdiendo el tiempo y desperdicio mi potencial encerrándome todo el día aquí. Soy consciente de mi condicionamiento, no me enorgullezco de él, pero no sé cómo dejar de obedecer sus órdenes. Tengo 17 años pero ahora puedo diseñar edificios, esto debería de ser una ventaja, debería de marcar una diferencia, ¿cuándo van a hacerse las cosas reales y tangibles en lugar de ser sólo posibilidades?
Hace algún tiempo aprendí que los mejores resultados ocurrían cuando dejaba de pelear y me rendía ante las circunstancias, cuando aprovechaba lo poco que tenía en mis manos en ese momento y trataba de hacer con él lo mejor que pudiera. Y ahora es perfecto, no tengo nada, lo tengo todo, “¿qué puedo aprender de esta experiencia? ¿Por qué está sucediendo esto y cuál es el mensaje que el universo me está dando? ¿Cómo puedo hacer esta experiencia útil para mi prójimo?”
A medida que voy creciendo aprendo a cerrar los ciclos de una manera más pacífica, alegre, casi madura. Veo hacia atrás y sólo a un año de distancia toda aquella turbulencia me parece casi extraña, como si no hubiera sido nunca parte de mí. Yo soy una fiel creyente de que el secreto de la felicidad es la mala memoria y así excuso mi pobre retentiva, pero tengo ejemplos para respaldarlo. En mi primera actividad como voluntaria per se yo era la encargada de recibir a los invitados al lanzamiento de la página diversidadahora.com y uno de ellos me parecía extrañamente familiar. Sé que lo había visto antes y no sólo eso, sabía que me caía mal. Lo asocio con mis primeros años de la universidad y con gente muy desagradable, pero no recuerdo exactamente por qué terminamos en malos términos. Mi amnesia me dio la habilidad de sonreírle y de seguir mi vida con naturalidad: si no lo recuerdo no lo conozco, y si no lo conozco no tengo problema con él. Y no es la única persona que se ha aprovechado de mi alzheimer prematuro; me he estado reconciliando con personas con quien he tenido muchos conflictos antes, algunas muy cercanas y otras con quienes había perdido el contacto por completo. He tenido la oportunidad de hablar con personas a quienes no conocía pero que ya habían sido estigmatizadas bajo mis delirios de superioridad y resulta que no sólo son tranquilas, son potenciales amigos. Hoy que terminaba la práctica estaba lamentando no haber podido conectarme mejor con mis compañeros de trabajo al punto de que ese día final iba a pasar desapercibido por todo mundo… hasta que me llamaron a una oficina donde me tenían preparada una fiesta sorpresa y clandestina, con pastel de chocolate. Me fui a despedir de todos y estaba contenta por haber estado allí aunque estaba consciente de que ahora es momento de empezar otra cosa. No siento que dejo cabos sueltos, ni deudas kármicas ni nada, cumplí con lo que tenía que hacer y si tuviera la oportunidad de repetir todo lo haría exactamente igual; hice lo mejor que pude. Mi consciencia tranquila es la mejor recompensa que puedo tener.
¿Quién iba a decir que yo iba a terminar creciendo?
El día martes 26 y miércoles 27 la historiadora de arte de origen puertorriqueño Haydee Venegas va a impartir el seminario "Paradigmas en el arte Latinoamericano" en las instalaciones de Mujeres en las Artes. El horario es de 6:00 a 8:00 pm y la inscripción tiene un valor de 100 lps. Para más información pueden visitar el blog de educa.
El sábado llegué al taller del voluntariado esperando las habituales riquísimas dos horas de estar sentada en una silla escuchando buenas charlas. En esta ocasión el tema era “Consejos para hablar en público” que viniendo de la escuela de “Tres veces más entusiasmo!!!” yo no consideraba un tópico muy innovador ni del que me faltara mucho por conocer. El conferencista se miraba simpático e inofensivo. Hasta que llegaron mis compañeros y estábamos listos para la conferencia cuando el señor nos dice: “Bueno, para empezar, cada uno de ustedes va a pasar al frente a hablar de algún tema por cuatro minutos. Tómense un momentito para preparar lo que van a decir.” Me quedé helada. ¡Cuatro minutos! ¡Era demasiado! Hasta los de Dale Carnegie sólo se atreven a torturarlo a uno por 60 segundos. ¿Y de qué podía hablar? Algo que pudiera explicar bien sin la ayuda de libros de consulta o internet. En mi cabeza sólo escuchaba “Teoría Superior. Podés hablar de la clase de Teoría Superior”. Qué terrible, parezco disco rayado de tanto que hablo de esa clase. Podría hablar de mi vida, y mi lucha por tomarle cariño a la carrera de arquitectura, pero hasta yo me dormiría en semejante ejercicio narcisista. Ni modo: será de Teoría entonces.
Me pongo a estructurar la charla. Primero, la intención de la clase: alejarse de la tradicional cátedra para establecer un modus operandi de seminario, es decir investigar los temas, debatirlos en clase, hacer conclusiones grupales, expresar lo aprendido de forma escrita en ensayos. Luego, los temas de la clase: Platón y lo bello como bueno y justo, Kant, Hegel, y el tipo de la misión social que por más que lo intento no logro recordar su nombre, qué vergüenza. Si uno en realidad sólo sabe lo que recuerda en momentos de estrés yo sé tan poco… Un mensajito resulta salvador: Lukács. La segunda parte, los movimientos arquitectónicos de vanguardia: Racionalismo, Minimalismo, Deconstructivismo, Neo Expresionismo, Arquitectura ecológica, las mega estructuras. A continuación podría explicar los problemas que enfrenta la clase, como la alta tasa de deserción, la brecha en las clases de teoría e historia que precede a esa clase y que provoca amnesia en los alumnos que de por sí no tienen la costumbre de leer nada, mucho menos sobre arquitectura y la falta de interés por parte de la facultad que hasta amenaza con eliminarla del plan de estudios. No voy a tratar sobre mi participación como asistente de docente porque eso sería el ego surgiendo otra vez. Listo, es hora de hablar.
La primera voluntaria relata sus vacaciones navideñas en Cedritos, un pueblo remoto alejado del consumismo de la capital. La historia es tan bonita que mi tema me parece todo insípido, pero me senté en la primera fila y no tengo otro remedio más que enfrentar al público. Este es un buen momento para decir que nuestro coordinador nos está filmando y yo tengo algún tipo de fobia a las cámaras de todo tipo, aumentada si éstas tienen la posibilidad de dejar evidencia de mi paso por el mundo en youtube. Paso al frente con el cuaderno en el que hice todos los apuntes y comienzo. El señor que debería estar dando la charla en vez de ponernos a nosotros a avergonzarnos terriblemente está haciendo apuntes a medida que yo hablo. De seguro está escribiendo cosas malas. Me doy cuenta de mis tics lingüísticos: “el chiste es…”, “la idea es…”, “para no hacer largo el cuento”. Entro como en un trance extraño y no me puedo controlar: hablo de Lukács como si fuera el filósofo más importante para la comprensión de la arquitectura como arte porque fue el que mejor recepción tuvo entre los alumnos cuando tuve la oportunidad de ser asistente de la maestra, y allá se fue mi intención de ser modesta. Inicialmente iba a hablar de cada filósofo y me di cuenta que no puedo resumir a Hegel ni a Kant por lo que tendrán que conformarse con menciones honoríficas. Empiezo con los movimientos arquitectónicos; el Racionalismo en el cual tuvimos la fortuna de contar con un estudiante italiano que llegó a explicarnos su enfoque de este estilo para su tesis de grado. (La historia del italiano no estaba en mis notas y no tengo idea porqué surgió en estos momentos.) Del minimalismo, bueno, los alumnos tuvieron que exponer cada uno de ellos sus propios temas y hacer presentaciones en power point que subí a un blog (tampoco en mis notas), y de repente, el señor levanta el dedo índice. Me detengo, creí que tenía una pregunta. “¿Qué pasó?” “Nada, yo sólo hice esto” y vuelve a hacer la señal, que cuando ya había terminado mi turno y recuperado mi ritmo cardíaco normal comprendí que significaba que sólo me quedaba un minuto más. Hay un espacio en blanco en el que no tengo idea de qué fue lo que dije (pero no terminé todo lo que estaba en mis notas), hasta que el señor me corta, se acabó el tiempo, me contorsiono como gusano, saco la lengua y me voy a sentar. Fue tan horrible como divertido, pero yo sabía que lo peor iba a ser verme en la pantalla. No tolero verme, es como si todo lo que tengo de autoestima intelectual se volviera inversamente proporcional en lo físico. Puedo verme en espejos pero no en fotos, es un fenómeno extraño. Pasan mis compañeros, con temas muy interesantes por cierto y finalmente el instructor da la charla y una muy buena. Después de lo que se sintió como mil horas de esperar, aparezco en la pantalla. Justo ese día que tocaba lavarme el pelo y lo ando apachurrado es que deciden grabarme para el resto de la eternidad. Tengo que deshacerme de esos tennis, están horribles. Al parecer no sólo tengo tics lingüísticos, también corporales: ¿cuántas veces me puedo poner el pelo detrás de la oreja? Pero ese gimnasio ha servido para algo, ya no tengo los brazos tan flacuchos… Aunque tengo una meneadera que por lo menos capta la atención y en efecto, lo confirma el veredicto de nuestro conferencista: “No creo que una audiencia se le duerma a Marcela, es muy expresiva”. Tengo que deshacerme del cuaderno y ver a la cara a las personas. Pero mi tema es muy bueno y se nota que lo manejo (\m/). Así que todo salió bien al final.
Supuestamente me invitaron a dar una charla sobre arquitectura a estudiantes de CEUTEC en uno de estos próximos días. Es una de esas invitaciones que parece más como esos planes que nunca se van a realizar pero en caso de que el tipo realmente sí me termine contactando por lo menos habré practicado. Y hay evidencia al respecto. Yo pedí que me la enviaran al correo para subirlo al blog, pero oops, no lo han hecho. Tendrán que confiar en mi palabra nada más.
El presente informe relata las actividades de la Práctica Profesional Supervisada en el área de Diseño que realicé en (…) (y por el que no he actualizado el blog, el twitter, el facebook y considerando que mi msn ha oficialmente caducado y tendré que formatear a Olivia, básicamente me he desconectado del mundo). La práctica tuvo una duración de (…) horas (demasiadas si me preguntan a mí), distribuidas en 40 horas semanales (con sólo media hora de almuerzo! ¡Qué inhumano!) comenzando a partir de (…) hasta el (…). En el informe describo las diversas tareas que ejecuté (muy pocas relacionadas con diseño per se), comenzando con el cálculo de cantidades de obra (zzz); continúo con mi participación en todas las obras de remodelaciones que se estaban llevando a cabo en el edificio (es decir todas las veces que recorrí un edificio de 7 niveles revisando manchas de pintura, buscando basura en las terrazas, dando tours a contratistas, entre otras); dedico un capítulo a explicar las diferentes investigaciones de costos que me asignaron con el procedimiento que llevé para cada una de ellas (investigaciones de costos = cotizaciones; creo que he perdido parte de la audición en mi oído izquierdo de tanta gente a la que estuve llamando y casi llego a hacerme amiga de las operadoras del 192 por todas las veces que pregunté números) y relato con detalle todo el proceso y el resultado final del proyecto que diseñé durante mi estadía, el sendero alrededor de la Laguna de Santa Lucía que forma parte del proyecto de rescate ambiental de la misma y que está llevando a cabo (…) junto con la alcaldía de Santa Lucía (proyecto que nunca tuvo una revisión formal en toda mi estadía, pero es el orgullo de mi vida, aunque viendo la atención que le pusieron probablemente nunca lo vayan a construir). En los anexos se encuentran los documentos que se describen en los capítulos y los planos del proyecto.
Dentro de toda la estructura que conforma la (…) fui parte de la (…), donde se desempeña como (…) la arquitecta (…). En esta dependencia laboran también las arquitectas (…) (que estudió en la UNAH!) y (…), siendo esta última la jefa de (…) y mi supervisora de la práctica. A pesar de que tuve la oportunidad de rodearme con personas de mi gremio (al fin, pero irónicamente extraño a mis ingenieros de la construcción, son mucho más amigables), uno de los aspectos más enriquecedores de todo este proceso fue el trabajo interdisciplinario que se desarrollaba en (…) gracias a que cuenta con profesionales de ramas distintas, muchas de ellos con quienes yo nunca antes me había relacionado, desde licenciados en Turismo (sigo sin entender lo que hace un “turistólogo”), licenciados en Mercadotecnia, hasta ingenieros forestales y ambientales (otros que me pregunto qué hacen). Todos ellos contribuían en distintos aspectos para la realización de varios proyectos (a decir verdad yo no interactué mucho con ninguno de ellos). Descubrí que una de las ventajas de ser parte de un organismo tan importante es que se cuentan con todas las herramientas necesarias para realizar un buen trabajo (excepto con la única que importa. El súper eficiente y atento encargado del departamento de informática me zampó una computadora de 768 MB de RAM cuando yo utilizo un programa de dibujo que exige un mínimo de 1 GB. Desde luego que el Autocad se me pasaba cerrando a cada rato, haciéndome perder horas y horas de trabajo que como soy una practicante a nadie le importa, pero que después van a decir que yo no hice esfuerzo suficiente por terminar). Desde un inicio pusieron a mi disposición una (pésima) computadora con conexión a internet (bloqueada para todo lo bueno), línea de teléfono y acceso a llamadas internacionales (que me dieron ganas de meterme a un curso de conversación en inglés) en caso de que fueran necesarias, disponibilidad de vehículo (cuando el encargado de transporte se dignaba en atenderme) para hacer visitas o encomiendas oficiales, acceso al centro de documentación (ese sí me ayudó y no sólo esta vez, en múltiples ocasiones a lo largo de la carrera) y la ventaja de ser recibido por funcionarios o personal de empresas en caso de requerir entrevistas o información (una ventaja de ya no ser una estudiante común y corriente). Sin embargo el apoyo de la institución conlleva algunos aspectos burocráticos y protocolarios que pueden ser tediosos y que resultan en mucho tiempo desperdiciado (por decirlo de una manera educada. Creo que destruí la selva amazónica completa en papel desperdiciado para hacer solicitudes de llamada, solicitudes de transporte, pases de salida e imprimiendo y reimprimiendo documentos de varias páginas que tenían una coma mal puesta y había que repetirlos por completo). Todas (sí, TODAS) las actividades son controladas y deben ser aprobadas por el jefe inmediato y por el (…) del departamento y esto incluye las salidas personales (hasta para ir a comprar almuerzo, que con media hora disponible es todo un reto. Correr con tacones por la calle no es nunca recomendable) u oficiales, las llamadas telefónicas al extranjero, la presentación de cotizaciones, la aprobación de los trabajos, etc. A pesar de todo eso puedo decir que se me trató en todo momento como a una profesional (si por profesional me refiero a que no me prestaban atención excepto cuando ocupaban cotizaciones) y a ese nivel fueron las exigencias que se me hicieron: me asignaban (muchas) tareas y yo era independiente en su realización; en numerosas ocasiones interactué con contratistas o personal de otras empresas a quienes yo dirigía para ciertas actividades (que no hice tan mal para ser mi primera vez. Pero no puedo olvidar la ocasión en que en medio de una reunión una señora me preguntó si esa era una licitación abierta o privada, a saber qué le respondí y se fue enojada); tenía que resolver los problemas por mi cuenta y era responsable del manejo del (poco) tiempo que debía dedicar a todos los proyectos que tenía a mi cargo o de los que era una integrante, pero lo más importante de todo fue que tuve la oportunidad de realizar mi propio diseño para un proyecto en lugar de ser sólo una dibujante de planos ajenos (y es la razón por la que decidí estar allí y sobrellevar todo lo demás). Esa fue mi oportunidad para poner en práctica todo lo aprendido en las clases de Diseño de la facultad (JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA, digo “todo” como si fuera tanto), pero descubrí que no puede haber un proyecto que no tenga un sustento teórico y que este es la esencia de la proyección arquitectónica (a pesar que a los perezosos de mi facultad no les gusten esas clases y los maestros no les den la importancia que merecen. Debo confesar que todo el tiempo que estaba diseñando me acordaba de la arq. (…) y me preguntaba qué hubiera hecho ella en mi lugar. Quería hacer algo que le hiciera sentir orgullo que yo haya sido su alumna), ya que el trabajo en (…) me hizo enfocar la arquitectura como una herramienta para un fin, más que un fin en sí mismo. Puede servir para promover el turismo, para impulsar el rescate ambiental de una zona o un elemento natural, puede mejorar las condiciones y el ambiente de trabajo dentro de una misma institución (si es que a uno le pagan por estar en esa institución y no está de gratis) y puede ayudar incluso en la planeación de eventos importantes (a los que desde luego no voy a poder asistir). En todo caso la arquitectura juega un papel trascendental aún en lugares donde uno no hubiera esperado encontrarla. (Creo que la próxima vez buscaré un lugar que se dedique a arquitectura solamente.)
La clase de baile ya había comenzado hace un buen rato y yo tenía la primera fila para mí sola, es decir que había espacio, fue por puro capricho que la flaca de la historia anterior se puso detrás de mí cuando llegó tarde y en medio de una canción me pidió –otra vez- que me hiciera a un lado para que ella se quedara con mi lugar. Yo sólo respondí: “¿Y por qué no llegó más temprano?”. Si las miradas fulminaran no estaría narrando este episodio.
Su madura reacción fue plantarse enfrente de mí, a una distancia que hacía muy difícil que alguna de las dos bailara cómodamente. La clase estaba tan buena que ayudaba a disimular mis huesos temblorosos ante la confrontación. Se volvió a dar vuelta para decirme “Apestás. Deberías de bañarte.” No le di el gusto de responderle que yo uso un repelente para malcriados y que yo me puedo bañar pero y ella, ¿cómo se quita lo descortés? Se acercó de la fila de atrás otra señora con la que platicaron por un instante. Inmediatamente pensé que era una amiga con quien me denunció. Me imaginaba que a la salida las dos me iban a estar esperando para agarrarme a golpes, insultarme o reportarme con el recepcionista. Ni modo. Justamente antes de empezar la clase vi que la señora que en la ocasión anterior me ordenó que nunca más me volviera a dejar quitar el puesto estaba allí, pero no se quedó a bailar, no podía refugiarme con ella. Estaba sola y nadie me iba a defender; por lo menos demostré que yo no era tan terriblemente maleducada para reaccionar como ella lo hizo.
Al rato se fue. Y en una escena digna de “Gossip Girl” toda la gente que estaba atrás mío se alejó, dejando un gran vacío donde yo me encontraba, como si estuvieran reclamándome silenciosamente. Se sintió extraño, pero confieso que es súper rico tener un gran espacio para menearse; peor para ellos si querían estar incómodos. Terminó la clase y me alistaba para los enfrentamientos. La señora con la que la tipa platicó después de que yo me rehusé a moverme se me acercó y me dijo: “Oye, tengo que felicitarte. Esa señora me tiene harta, cada vez que yo me pongo allí siempre me mueve. Yo vi cómo ella quiso quitarte y cuando tú te negaste vi cómo se te puso enfrente. Le reclamé que ella llegó tarde, que no debería de hacer eso.”
Ni me imaginaba que no era la única a quién la mujer esa pasaba molestando. En mi típica paranoia el resto del tiempo que duró la clase me la imaginaba recolectando firmas para que yo no volviera al gimnasio, colgando rótulos con mis fotos, subiendo videos a youtube. Pero honestamente, yo no ando moviendo a la gente cuando yo llego tarde, es justo que yo exija el mismo nivel de respeto que yo doy a los demás. Dios mío, y ya no iba a tolerar otro día más de dormirme con la vergüenza de saber que no me pude defender. Y esto podría desembocar en que me corran del gimnasio pero no importa adónde vaya siempre voy a encontrar personas así, más vale que aprenda de una vez por todas a tratarlas.
El jueves se realizó un “debate” en el Colegio de Arquitectos que trató sobre la inversión pública en la vivienda social. Comenzó con una descripción del arquitecto Juan Cascales sobre el trabajo realizado por la Junta de Andalucía con respecto a la vivienda protegida, el tema de la exposición que ya he mencionado anteriormente. Esa descripción sirvió como contexto y contraste para las intervenciones de los siguientes participantes que eran sobre Honduras: el arquitecto Mario Martín, rector del CEDAC y antiguo director del Instituto de la Vivienda INVA (organismo responsable de proyectos como la colonia Kennedy en Tegucigalpa, entre otros), el arquitecto Roberto Montis, que en la administración del presidente Maduro trabajó en un organismo encargado de vivienda social y la doctora en Gestión Pública y Social, la señora Lily Caballero. El tema de las charlas no se escuchaba muy atrayente para las nuevas generaciones y eso explica por qué sólo estábamos Yanis, un compañero mío, Herminio y Moisés (estos dos últimos arrastrados por mí) en representación de la carne fresca de la arquitectura hondureña. A lo largo de toda su estadía en Honduras el arquitecto Cascales ha demostrado no sólo un conocimiento sobre la historia y situación de nuestro país que muchos hondureños jamás han logrado tener, sino además una humildad y respeto a nuestra cultura que me ha sorprendió enormemente y me hizo escucharlo de una manera que jamás lo hubiera hecho si él hubiera llegado con soberbia y aires de superioridad como muchos extranjeros y particularmente europeos se atreven a mostrar aquí. Él mismo explicó que lo hecho en Andalucía para promover la vivienda de gente de bajos recursos ha sido un experimento y una experiencia de ensayo y error que no pretende ser un modelo que otros países deben seguir como excusa para no crear los propios. A pesar de eso los principios básicos que se aplicaron en Andalucía para mejorar las ciudades y la región entera no segregando a los barrios complicados, llevando casas de calidad para todas las personas y ayudando a los pueblos pequeños para liberar presión de las grandes ciudades se podrían utilizar en Honduras si tan sólo tuviéramos algo de visión, voluntad o el valor para que no suceda lo que ocurrió esa noche.
Después del arquitecto Cascales tomó la palabra el arquitecto Martín en lo que se sintió como la narración completa del Quijote, tal y como se llevó a cabo el día del Español en la Galería Nacional de Arte. Hay que recordar que muchos de los sucesos históricos a los que él se refería eran absolutamente desconocidos para mí porque en la universidad no llevamos una clase de historia de Tegucigalpa y mucho menos de sus entes gubernamentales. Mis conocimientos sobre el INVA o cualquier otra iniciativa urbanística del Estado son muy escasos y sólo entendí lo que está sucediendo en estos momentos y que cualquier otra persona que viva en Tegucigalpa es capaz de aprehender. El arquitecto Montis, con mucho entusiasmo, habló en la misma línea de su predecesor y en lo que sería la ironía de la noche, la doctora Caballero –que no era arquitecta- dio la explicación más comprensible y coherente de la historia y problemas de Tegucigalpa en la actualidad y es gracias a ella que puedo decir que aprendí algo sobre la capital esa noche. Después se dio la palabra al público. Grave error. Un arquitecto se levantó con varias hojas en la mano (mala señal) y empezó a dar un discurso, larguísimo por cierto, sobre cómo el actual gobierno ha promovido el desarrollo del país y en especial la vivienda social a un grado que hemos igualado o superado a los otros países de Centroamérica y que deberíamos de trabajar para el gobierno porque allí está la oportunidad de los arquitectos. Voy a hacer énfasis en el hecho que acabamos de pasar dos horas completas y tortuosas escuchando cómo el gobierno no hace vivienda social porque no tiene los fondos para ello y es por eso que escribo este post. ¿Cómo es posible que este señor, un obvio infiltrado del Poder Ciudadano, se pare a decir cosas que especialistas han estado negando y refutando tan vehementemente y que nadie le diga nada? Están la educación y los buenos modales, pero está también el sentido común. ¡Y encima le aplaudieron! De mala gana, pero aún así sigue siendo validación. Acto seguido, otro arquitecto del público toma el micrófono y pide que proyecten en el data show su página web en la que muestra proyectos de vivienda social que él ha realizado sin el apoyo de nadie. Sucede lo mismo en la arquitectura que con la defensa del crimen: nunca es mejor si uno decide tomar la ley por sus propias manos. Y entre los asistentes estaba un maestro, famoso en mi mitología personal por su carácter explosivo pero apasionado porque todos nosotros estudiantes nos liberemos de los patrones de diseño tercermundistas y de la baja autoestima formal e investiguemos, al punto de atrevernos a crear y no a repetir. Lo primero que pensé fue que él se levantaría inmediatamente y le diría algo, cualquier cosa, algo así como “¿No le da pena mostrar eso al lado de esos proyectos tan bonitos de Andalucía?”, o “¿Por qué el diseño de esa casa se parece tanto al de las casas que hace la gente que no ha tenido que estudiar tanto para ser arquitecto?” Pero no, él y todos los demás se callaron… y también aplaudieron. Afortunadamente le quitaron el micrófono a la gente y nos fuimos a comer.
Al día siguiente, en una actividad organizada por el centro cultural One Way (¿?), el arquitecto argentino y actual catedrático en UNITEC, Edgardo Derbes, trató el tema de la arquitectura planteándola como un oficio que debe debatirse entre la estética y la bioclimática. Habló sobre sistemas constructivos y proyectos en los que se aplican soluciones para el confort ambiental y aprovechamiento de la energía que deberían de usarse en Honduras siendo un país tropical, en lugar de estar copiando diseños y usando materiales de otras regiones del mundo que requieren soluciones costosas que si diseñáramos de acuerdo a nuestro contexto no ocuparíamos en primer lugar. Culminó su charla con una diapositiva que preguntaba “¿El futuro de nuestra arquitectura?”, mostrando fotos y una perspectiva de las urbanizaciones risibles que están de moda en Tegucigalpa, de casas en serie y lo que es peor, diseños deplorables. Casi me levanto a abrazarlo. En esta ocasión el público lo conformaba gente joven, estudiantes de varias universidades y los alumnos del conferencista, por supuesto. Y se notó la diferencia. Las preguntas, porque ellos preguntaron, no se auto promocionaron, ni hicieron alarde de la venta de sus ideales, eran pertinentes e inteligentes; le dieron a entender al arquitecto que sus palabras habían sido entendidas por mentes sedientas de conocimiento y probablemente hayan causado un impacto significativo en ellas.
El otro día, a la hora del almuerzo, estaba promocionando entre mis compañeros de trabajo las actividades de la semana del arquitecto. Alguien me dijo que cuando tenga 15 años de estar trabajando me iba a cansar de las cosas que organiza el Colegio en lugar de estarlas promoviendo. “Lo que pasa, dije yo, es que yo todavía estoy jo… Yo estoy empezando apenas y estas cosas me emocionan”. Yo todavía estoy joven, definitivamente los mayores son causa perdida.
Han sido muy fructíferas estas primeras actividades para celebrar la semana de la semana del arquitecto, que además coincide con la celebración por los 30 años del Colegio de Arquitectos de Honduras. La primera consistió en el relato de la creación del Colegio, de la que no puedo hablar mucho porque tuve la oportunidad de escucharla en la charla de inducción para nuevos colegiados hace unos cuantos meses, pero fue un sábado por la mañana en el que no me había cafeinado y en esta ocasión el arquitecto cometió el gravísimo error de acompañar la narración con una presentación de fotos de antaño de los arquitectos de aquella época, muchos de ellos que han sido maestros míos. Me felicito a mí misma por haber logrado contener las carcajadas a niveles que no fueron audibles para los asistentes unas filas más adelante. Creo que aún si sólo eso hubiera sido el evento hubiera valido la pena: ver a los arquitectos jóvenes, peludos, sin canas, arrugas o libras de más fue una oportunidad de apreciarlos en su faceta humana y hubiera sido una excelente forma de chantajearlos si tan sólo hubiera visto esas fotos antes o si hubiera llevado cámara ayer.
Después se presentaron las conclusiones del taller “Tegucigalpa: imagen de la construcción de ciudad a través de sus orígenes y desarrollo urbano”, con la participación del arquitecto Juan Casales, miembro de la Consejería de vivienda y ordenación del territorio y de la Junta de Andalucía, además de la arquitecta Gloria Grimaldi, miembro del comité de la Guía de Arquitectura que se está realizando actualmente aquí en Tegucigalpa. Se expusieron todos los productos obtenidos del taller de cuatro días de duración: líneas de tiempo que mostraban simultáneamente los sucesos políticos y culturales más importantes desde la creación de Tegucigalpa hasta la actualidad, combinados con las construcciones correspondientes a cada etapa, con el fin de tener un panorama completo de la sociedad capitalina y los edificios que la representaron a lo largo de su historia. También se trabajaron en mapas de Tegucigalpa, divididos también por etapas, que ilustraban su expansión, primero ortogonal, ordenada, pero siempre dividida en dos partes, hasta el caos intransitable en que se ha convertido. El arquitecto tiene el deber de estudiar la ciudad en la que pretende insertar un proyecto ya que este no puede estar desligado del contexto pero ese es justamente uno de los problemas que tenemos aquí, cada quien construye sin consideración al paisaje, al entorno, muchas veces ni al usuario. El taller fue exitoso recopilando información que se tenía disgregada en muchas fuentes pero sobretodo dio un panorama de lo que estamos haciendo con la ciudad ampliándola sin ningún tipo de planificación y sobre la gran responsabilidad que tienen los arquitectos en construir cosas de las que no se tengan que avergonzar 10 años después.
Para aprender sobre planificación está el ejemplo de la exposición que se inauguró esta noche en el Colegio de Arquitectos: “A través de Andalucía: La vivienda protegida. 1994-2005”. La muestra consiste en una serie de proyectos realizados en distintas ciudades de Andalucía y en algunos países latinoamericanos -gracias a la Cooperación Española-, de viviendas plurifamiliares, unifamiliares, residencias de estudiantes y “autoconstruídas”, todas con ayuda de la Junta de Andalucía, es decir que son viviendas de interés social realizadas a través de gestiones públicas. Lo más notable de todos los proyectos es que cumplen con estándares de calidad y funcionabilidad, además que formalmente son muy interesantes; muchas casas de urbanizaciones carísimas que se están construyendo en Tegucigalpa están muy por debajo de esos patrones, en cuanto a diseño y a calidad de vida. La muestra es extensa y uno puede darse gusto leyendo cada ficha técnica y apreciando las fotos, pero sólo va a estar un mes, hay que aprovechar.
Artículo y slide show sobre el Museo Judío de Berlín diseñado por Daniel Libeskind, uno de los edificios más famosos del Deconstructivismo.
Estas son las actividades organizadas para celebrar la semana de la arquitectura este año. Todas las actividades son gratuitas y todo mundo es bienvenido.
- 5 de mayo, Auditorio del Banco Centroamericano de Integración Económica, 7 pm:
Historia de la creación del Colegio de Arquitectos de Honduras, por el arquitecto Luciano Durón y presentación de las conclusiones del taller sobre los orígenes de Tegucigalpa.
- 6 de mayo, sede del Colegio de Arquitectos de Honduras, 7 pm:
Conferencia "A través de Andalucía: La vivienda protegida. 1994-2005". Conversatorio e inicio de la exposición.
- 7 de mayo, sede del Colegio de Arquitectos de Honduras, 7 pm:
Conferencia "Inversión pública en vivienda social"
- 8 de mayo, Museo del Hombre Hondureño, 4 pm:
Conferencia "Arquitectura: entre estética y bioclimática" por el arquitecto Edgardo Derbes
Centro Cultural de España en Tegucigalpa, 6:30 pm:
Película "En Construcción", dirigida por José Luis Guerin.
- 9 de mayo, sede del Colegio de Arquitectos de Honduras, 7 pm:
Clausura y noche cultural
Me invitaron a un taller sobre los orígenes y la evolución de Tegucigalpa en UNITEC, donde yo era de las mayores, egresadas, de la Autónoma y de mi generación, así que para variar estaba fuera de lugar. En teoría el evento se escuchaba interesante: divididos en grupos, ya sea por temas o por época en el tiempo, teníamos que reconstruir la historia de Tegucigalpa con el fin de intentar comprender dónde fue que todo se estropeó. En la práctica resultó menos de lo que yo esperaba, pero voy a darles crédito por las buenas intenciones. Supuestamente fueron invitados los alumnos más prometedores de Arquitectura de la UNAH, de UNITEC y de la Católica, tratando de mezclar alumnos de todos los años e incluso aquellos que ya habían terminado con sus clases. Decir que era una reunión de niños fresas sería un eufemismo, sin embargo, había un renegado y sobre él voy a hablar en esta ocasión. Como dije, a cada uno se le asignó un grupo, un guía y una tarea, y en principio todos estábamos obligados a interactuar con gente que no conocíamos, pero al final todas las personas terminaban reuniéndose con sus compañeros de facultad o con amigos de otras partes. Este niño no tenía nadie con quien hablar en ningún momento, además no se miraba muy contento de estar allí. Era muy delgado, delgado como sólo son los muchachos de ahora, o como lo han sido siempre pero como solo ahora se puede notar debido a la ropa que está de moda. Tenía el pelo largo hasta los hombros, liso y suelto, perfecto para cubrir su cara como lo hacía muy seguido, tratando de esconderse. Llegaba y se sentaba a hacer algo en su computadora, sin hablarle a nadie o intercambiando palabras ocasionalmente con alguien. En otras circunstancias sería el tipo perfecto con el que yo me hubiera sentado a tratar de platicar, porque yo me sentía igual que él pero yo estoy en mi régimen de darle aunque sea una mínima oportunidad a las cosas y me dije que tenía que por lo menos intentar estar allí y ser útil en algo. (El hecho que tuve tanto tiempo para estarlo observando denota que no hubo nada más en lo que pude entretenerme.) Hoy estaba sola entre esa manada de niños y laptops, lamentándome no haberme quedado durmiendo más tiempo, decepcionada que ni siquiera dentro de un grupo de colegas siento que tenemos algo en común. Estaba desesperada por irme puesto que no estaba haciendo nada, no tenía nadie con quien hablar y nadie se percataría de mi ausencia de todas formas, pero me intrigaba saber porqué el chavo no se iba si él también parecía estar en la misma situación que yo. ¿Qué tipo de masoquismo era ese?
Puede que suene exagerado, pero yo no siento que pertenezco a ningún lado, manada, familia, grupo, asociación, a nada que implique un club en el que yo no sea la única participante. A veces con mi mismo grupo de amigos siento que estoy forzando las cosas: no logro sentirme a gusto, no logro conectarme, siempre hay algo que nos hace diferentes. No comprendo las emociones colectivas; será por eso que no comparto la histeria de los partidos, la ceguera mental de las religiones o la estupidez de los partidos políticos. Por muchas circunstancias, he renegado de toda mi familia política y hay días en que me cuesta comunicarme con la cercana. No tengo un hogar en ninguna parte. Y estos días es peor porque no lo tengo ni dentro de mí. Poco a poco voy perdiendo el rumbo. Lo único que me queda es intentar interactuar y terminar fingiendo, pero tengo mis límites. Así que me terminé yendo dos horas antes del final del taller; ya tengo 23 años y esta no es edad para castigarme permaneciendo en lugares en los que no me siento bien y no es obligatorio estar. Ya tengo suficiente todo el resto del tiempo. Probablemente con el chavo hubiéramos terminado siendo amigos: la Marcela de unos años atrás se hubiera acercado a sacarle plática trivial hasta que los dos nos dejáramos de sentir tan extraviados, pero estoy tan cansada, quisiera que todo encajara de una vez sin necesidad de empujar eternamente esa piedra por la colina sabiendo que inevitablemente va a volver a caer.
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