Desde hace varios meses me hablaban de lo maravillosa que es la Navidad en París, sus decoraciones, su ambiente, su majestuosa nieve… Y pues aprovechando la coyuntura de múltiples factores me di a la tarea de investigar si las festividades en la capital son más intensas que en cualquier otro lado.
Las vitrinas de las tiendas son espléndidas, es cierto, pero no hace falta mucho para convencerme. Con matrioskas y macarons soy feliz.Plazas y monumentos muestran sus mejores galas; se instalan pistas de patinaje sobre hielo…Pero a veces se da la impresión que los árboles de Navidad son todos escuálidos con respecto a lo que quieren decorar. Es probable que sus aspiraciones sean demasiado altas. Voy a tener que aceptar que la nieve es preciosa… para estar en casa, con un chocolate caliente y comida de la temporada. Para hacer turismo es una experiencia de riesgo extremo digna de Bear Gryll. Tal vez este año no me picó el bicho de la Navidad. Es la única explicación que encuentro para no haberme maravillado ante el despliegue ornamental de los Champs-Elysées. Y sin embargo reconozco que todo estaba muy bonito; el vino caliente y las salchichas alemanas estaban geniales, la compañía encantadora… La Torre y sus alrededores también estaban de fiesta y no aspiraban a menos que a tener su propio mercado navideño y pista de patinaje. Pero la Navidad es una fiesta hogareña, y los nómadas somos impermeables a ella.
Post a Comment