La furia de mi mamá al fin tuvo consecuencias irreparables. Nuestra trabajadora de muchos años, se terminó cansando de la histeria y los regaños de mi madre y no ha vuelto desde el sábado. Al parecer no esperan que regrese.
Voy a tratar de hacer entender la magnitud de este acontecimiento.
Desde hace muchos años, la familia García estableció un patrón de comportamiento para las épocas sin trabajadoras: se empezaba de forma optimista los primeros días. Recordaban los defectos de la última persona que atravesó por la casa, y se hacían de buen gusto los quehaceres, mi mamá hasta deja comida hecha para que nadie tenga que cocinar. Ya a medida que avanzan los días todo mundo se aburre de arreglar su cuarto, de jamás tener ropa planchada, del sucio de la casa y de llegar después de 10 horas de estar en la universidad para encontrar todo desordenado y sin nada que comer que no necesite cocción. Si la primera etapa de nuestro nuevo estilo de vida estaba representada por la ley de Hooke (esfuerzo proporcional a deformación, gráficamente una línea recta), ahora se ha llegado al punto de fluencia: todos se desmoronan de la cólera, la impaciencia y del hambre. Hasta que llega otra muchacha, por recomendación de cualquier persona, con quien volvemos a desquitarnos hasta que se va ella también. Había pasado tanto tiempo desde el comienzo enfermizo de este ciclo, que lo había olvidado por completo.
Soy la primera en aceptarlo: sería un desastre como ama de casa. Aborrezco cocinar, limpiar, lavar, y cualquier actividad juzgada como propia de las mujeres. (Hablando de las mujeres, feliz día internacional de la mujer. Resulta que tenemos un día nacional y además otro a nivel mundial. Es posible semejante zoroilada.) Cuando viva sola voy a ser la imagen publicitaria de todas las comidas rápidas, sopas instantáneas o simplemente me voy a ir a vivir cerca de Yanis y así comer comida rusa todos los días. (miren qué casualidad: ya vivo cerca de él. Qué útil va a ser en esta época de necesidad...) Odio con todas mis fuerzas malgastar mi tiempo enfrente de una estufa, y gran ironía: me encanta la gente que cocina. En estos días sin nadie que cuide de mí, voy a estar condenada al abandono alimenticio. Voy a regresar a las horrendas catrachitas de la universidad que había jurado solemnemente no volver a comer.
En fin, empieza la cuenta regresiva. Espero que mi mamá se desespere lo suficiente para que nuestra antigua trabajadora regrese, o que para cualquier persona ocupe su lugar. Mientras tanto: ¿adivinen con quién se va a desquitar ahora que no hay empleada en la casa?
Voy a tratar de hacer entender la magnitud de este acontecimiento.
Desde hace muchos años, la familia García estableció un patrón de comportamiento para las épocas sin trabajadoras: se empezaba de forma optimista los primeros días. Recordaban los defectos de la última persona que atravesó por la casa, y se hacían de buen gusto los quehaceres, mi mamá hasta deja comida hecha para que nadie tenga que cocinar. Ya a medida que avanzan los días todo mundo se aburre de arreglar su cuarto, de jamás tener ropa planchada, del sucio de la casa y de llegar después de 10 horas de estar en la universidad para encontrar todo desordenado y sin nada que comer que no necesite cocción. Si la primera etapa de nuestro nuevo estilo de vida estaba representada por la ley de Hooke (esfuerzo proporcional a deformación, gráficamente una línea recta), ahora se ha llegado al punto de fluencia: todos se desmoronan de la cólera, la impaciencia y del hambre. Hasta que llega otra muchacha, por recomendación de cualquier persona, con quien volvemos a desquitarnos hasta que se va ella también. Había pasado tanto tiempo desde el comienzo enfermizo de este ciclo, que lo había olvidado por completo.
Soy la primera en aceptarlo: sería un desastre como ama de casa. Aborrezco cocinar, limpiar, lavar, y cualquier actividad juzgada como propia de las mujeres. (Hablando de las mujeres, feliz día internacional de la mujer. Resulta que tenemos un día nacional y además otro a nivel mundial. Es posible semejante zoroilada.) Cuando viva sola voy a ser la imagen publicitaria de todas las comidas rápidas, sopas instantáneas o simplemente me voy a ir a vivir cerca de Yanis y así comer comida rusa todos los días. (miren qué casualidad: ya vivo cerca de él. Qué útil va a ser en esta época de necesidad...) Odio con todas mis fuerzas malgastar mi tiempo enfrente de una estufa, y gran ironía: me encanta la gente que cocina. En estos días sin nadie que cuide de mí, voy a estar condenada al abandono alimenticio. Voy a regresar a las horrendas catrachitas de la universidad que había jurado solemnemente no volver a comer.
En fin, empieza la cuenta regresiva. Espero que mi mamá se desespere lo suficiente para que nuestra antigua trabajadora regrese, o que para cualquier persona ocupe su lugar. Mientras tanto: ¿adivinen con quién se va a desquitar ahora que no hay empleada en la casa?
¡Viva Hooke! Por cierto, cuando querrás, sólo avisame que querés comida rusa y yo la preparo: es en estos momentos en los que me siento orgulloso de mis raíces rusas. Mentira, siempre me siento orgulloso.
ReplyDeleteVamos, ¿en verdad crees que tu mamá se va a desquitar con vos, por el hecho de que no haces todas esas cosas que vos misma catalogaste de "propias de mujeres" (Feliz día internacional de la mujer)? Capaz y sí... pues, entonces te venís a vivir acá. Mi papa creo que ni cuenta se daría que estás acá.
que barbaridad!! Le voy a preguntar a tu papá mañana: "Don Alexis, usted notaría alguna diferencia si yo me voy a vivir a su casa?" a ver qué me dice...
ReplyDeleteEstoy más que seguro que ni cuenta se daría. La única forma en que se daría cuenta es que vos seas de esas personas que se levantan en la noche a buscar comida o algo de tomar, y te lo encontrás por allí, que también anda buscando algo en el refrigerador. Dale, te reto a que le preguntés.
ReplyDeleteI can cook.
ReplyDeleteYa puse algo de los Oscar para saciar tu sed de award shows y superficialidad.
Ojala te guste.