Es necesario un nuevo despertar. Un enfoque diferente de mi ser, de mi vida, de mis acciones. El hastío es una señal de que la ruptura con antiguos hábitos y visiones es necesaria. He incubado por demasiado tiempo: por una vez quiero salir y experimentar todo en su máxima esencia. Ahora que no tengo duelos por los cuales sufrir, ni rencores trepando por mis huesos, me encuentro algo extraviada. Como si me hubiese acostumbrado a la tragedia y a los desenlaces miserables. Recupero poco a poco mi fe en la humanidad, y la esperanza de que caminos nuevos se desplieguen a mis pies.
Como siempre, la dualidad me caracteriza. Físicamente estoy exhausta, al borde de una gripe que no se decide a atacarme con toda su potencia, pero tampoco deja que me sienta completamente saludable. Está esperando que tenga cinco minutos libres en los que no tenga nada que hacer para instalarse cómodamente dentro de mí. Emocionalmente, estoy en paz, ansiosa por acción. Lista para mis exámenes, con casi todas mis obligaciones cubiertas. Pero quiero más que eso. Cosas nuevas, oportunidades insospechadas que aparezcan de la nada.
(En cuanto a viejos dilemas, he decidido que mientras no suenen trompetas dentro de mi cabeza, que me aseguren que esa es la solución, no voy a arriesgar que pilares que sostienen mi cordura se desmoronen.)
Quiero momentáneamente dejar de pensar, de analizar, de buscar explicaciones complicadas para sentimientos o situaciones. Que algo inesperado, sea tan increíblemente bueno, que me agarre de sorpresa y que sea tan intenso que no deje lugar a ninguna duda, miedo o indecisión.
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