24 May 2006

un examen digno de un cuento de terror

Hay cosas demasiado increíbles como para no ser contadas, y es el caso de mi último día de clases/recuperación de Estructuras. Como en todo cuento de terror, la protagonista es una pobre oveja inocente que se ve involuntariamente sumergida en una malévola red de eventos. Desde luego, en este relato, la oveja inocente soy yo. Como toda buena niña, vine a mi solitaria casa a hacerme almuerzo (¡insólito!), y a relajarme escuchando “Vespertine” de Björk, que es uno de los mejores discos pre-examenes que existen. Ya con la mente despejada me fui a la universidad a repasar con Ana Lucía todo el contenido de la clase. Para nuestra agradable sorpresa estábamos en excelente forma, según nosotras listas para matar, y casi nos caemos de la silla cuando nuestro adorable ingeniero nos pone las hojas en la mesa y declara solemnemente: “si no pasan con este examen, merecen quedarse”. Era el mismo de la semana pasada. El mismo, con sólo dos problemas, en que sólo dos personas supieron resolver uno de ellos, y en el que nadie quiso preguntar cómo se hacía para no seguir pensando en esa pesadilla. Nos quitó las fórmulas, y se dedicó por dos horas a pulular por el aula viendo nuestra cara de frustración. No me sirvió de nada la reclusión del fin de semana, la cancelación de planes, ni la estudiada crónica: estaba haciendo un incomprensible examen del tercer parcial al que en el mejor de los casos podía aspirar a sacar 50 de 100. Al final le reclamé del CD del proyecto que él nos perdió, hice que me explicara el ejercicio por cultura general y me fui a unir a la “chusma enardecida” de mis compañeros llorosos y enojados, resignados a repetir.

Regresé a mi casa a pelear por teléfono y a atender a unos amigos de mi hermano que venían a dejarme un mural que necesitan para una clase, cuando de repente recibo una llamada. Era Ana Lucía, diciéndome que corriera para la universidad, que el ingeniero dejó una tarea por 30 puntos. En una escena digna de “The fast and the furious” llegamos a la u en menos de 10 minutos, desafiando incluso las leyes por que nadie en mi casa encontró los papeles del carro. Llegamos y están mis compañeros con dos resoluciones: la primera resolver el ejercicio, más el examen, para mostrarle al ing. que en realidad sí nos importa la clase, y la segunda, hacerlo todos juntos en casa de una chava que vive en Santa Lucía. Volví a mi casa por documentos, por dinero y para tratar de consolar a mi padre que iba a dejar que su hija condujera por primera vez en carretera, en la noche, con dos vidas a su cargo (por que desde luego a Nancy no le dieron permiso y me tocó ir a secuestrarla de su casa) y en medio de la lluvia. Cené una mitad de sándwich en una gasolinera y después todos nos fuimos en “caravana” a Santa Lucía. Caravana para mis compañeros significa dejarnos atrás preguntándonos cómo llegar. Desde luego, mis increíbles habilidades de conductora nos salvaron la vida (pura suerte. Yo generalmente no sé cómo llegar a ningún lado. Curiosamente siempre lo logro.) Pues llegamos a una de esas intersecciones en la carretera que te llevan a colonias súper fresas, y nos instalamos todos en la casa de la chava. Resulta que ya está casada y vive sola con su esposo, en una casa preciosa, con cinco perros. Gracias a Dios mis delirios de “qué pinta estar casada” tuvieron corta vida cuando descubrí que no hay mucha diferencia entre tu papá y tu esposo. Igual tus amigos no pueden hacer relajo por que corren el riesgo de levantarlo y hacerlo enojar. Trabajamos hasta las cinco de la mañana, por que es ley de la jungla que entre más gente hay, más opiniones salen y menos formas de resolver problemas parecen lógicas. Vi el amanecer conduciendo de regreso.


Ahora el reto era llegar a las 8 de la mañana. El trato era que entregábamos todos o nadie. Y hoy justamente había huelga de buseros y taxistas. Qué raro. El ing. llegó 10 minutos antes, nuestras almas pendían de un hilo cuando faltaba una de nosotras, pero era la chava embarazada y agradecí tanto por que esa es la excusa a la que nadie puede objetar. Ni siquiera el omnipotente de Wong. Entregamos, tuve un colapso nervioso en el que me quería cambiar de carrera y ya dejar toda esta papada interminable y Yanis trató de convencerme que son los residuos de las toxinas de todo este semestre insoportable. Espero que sea cierto. No hubo muertos, no hubo sangre: sólo sudor, mala comida y 20 estudiantes de arquitectura con ojeras hasta la quijada. Así son los cuentos de terror en la vida real.

8 comments

  1. Anonymous7:14 PM

    Me encantan esas anécdotas.

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  2. Ay no Marce!!! me imagino que estuvo de lo peor todo eso. Ay! Ojalá que ya termine toda esta tortura para nosotros!!!!!

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  3. ¡Qué miedo! Pero, la verdad el hecho de repetir el mismo examen no fue nada descabellado, seguro lo hizo porque nadie se le acercó a preguntarle el modo de resolverlo.
    Tampoco creas que un esposo es como un papá, ahora sé porque te gustan los mayorcitos, ¿Ves? Por eso a mí no me gustan las mujeres que se fijan en los hombres mayores, porque lo que buscan es un papá y no un compañero.
    Pero, no entendí si al final todo resultó bien, si todavía estás esperando resultado, tomalo con calma, ojalá que todo te salga bien, llegaron los dias para desintoxicarte de las clases e intoxicarte la sangre con alcohol.

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  4. Todavía estoy esperando. Mañana nos dan la nota. Y no estoy buscando un papá. Créeme que ya estoy curada con el que tengo. Es una cuestión de experiencia, y no empecés a pensar mal, pero no puedo evitarlo, algunos son atractivos. Además, son contados los tipos que mi edad que no piensan como niños.

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  5. Típico comentario de las que buscan un papá en su pareja.
    yo no encunetro mujeres de mi edad que sean realmente maduras.
    Si comparamos a nivel general, los hombres tienden a ser mas maduros y a mas temprana edad.

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  6. Lo decís por que saliste de una escuela de varones. Tu experiencia con las mujeres ha sido muy limitada y deberías dejar de ser tan cerrado.

    P.D. Pasé mi clase.

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  7. Es un hecho, debo conocer mas mujeres inteligentes

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  8. Mucho gusto, me llamo Marcela.

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