Estaba en mi segundo año de la carrera, en la parte de visitas para la clase de Materiales de Construcción II. Esa era la única clase que llevaba los martes y jueves así que a menos que me confirmaran que teníamos una cita pendiente yo ni me aparecía por la universidad. Hasta que un día me perdí de ir a un aserradero porque todas mis compañeras salieron con la excusa de que nadie me había podido contactar porque yo no tenía celular. Casi las cuelgo, y en un ataque de furia me fui al mall a comprarme cualquier cosa que me ajustara con el dinero que me habían dado para mi cumpleaños. Así es como tuve mi primer celular.
El boom de los celulares fue tan súbito y tan generalizado que se me hacía algo tan snob andar con esos aparatos, aparte que todos me parecían feos. Para ser alguien que tiene que andarse moviendo a pie y en bus no puedo darme el lujo de andar algo que me duela extraviar, pero creo que llevé demasiado lejos ese concepto. Mi teléfono es (todavía es su último día, no puedo decirlo en pasado aún) un Sony Ericsson t237, un modesto bloquecito a colores, sin cable para la compu, ni hands-free ni nada, con un atisbo de conexión a internet que cuando todavía era un servicio gratuito me sirvió para bajarle los ringtones, que son mi mayor orgullo. Tengo varios archivos midi de canciones de Tori Amos y de Björk; de hecho, el ringtone que tengo es “Human behavior”, aunque nadie más que yo sea capaz de reconocerlo. Muchos años después de haberlo comprado se me ocurrió leer el manual y aprendí a configurarlo con la voz, así que cada vez que mi mamá, mi hermano o mis amigos llaman mi teléfono me lo anuncia, literalmente. Ha sido objeto de muchas burlas porque en la parte posterior tiene un diodo que evita las radiaciones dañinas. Los ingenieros de la construcción donde hice la práctica le apodaron “el patacón”. Pero a pesar de todo es resistente: en una ocasión cayó accidentalmente al suelo y salió disparada su pantalla: 3 gotas de super glue lo mantuvieron con vida. Estos últimos años había envejecido rápidamente, al grado que ya no podía soportar que lo cargaran con su aparato original. Me vi forzada a comprar un cargador de batería en un almacén en Los Dolores. Cada 2 días tenía que sacarle la batería y dejarlo cargando toda la noche. Mis conversaciones se volvieron todas lacónicas y concisas: aunque la barrita estuviera en verde a los 5 segundos sonaba la advertencia que ya no tenía energía; al colgar, la barrita volvía a su estado anterior. Los albañiles me decían que no anduviera mostrando el teléfono y que no lo pusiera en mis bolsillos que se iba a caer y me lo iban a robar. Les respondía que más iba a sufrir el pobre diablo que se quedara con él.
Hoy rompí ese ciclo de perpetuo masoquismo adquiriendo otro modelo. Creo que voy a extrañar la danza de estar pendiente de la carga, y tal vez me toque acostumbrarme a otros sonidos para avisarme que tengo que contestar, en fin, tal vez este sí lo conteste!
N.B.: este no era mi ringtone. No encontré la versión del midi que tengo xD
(Y no, el nuevo no es el sidekick edición DVF que vivo deseando.)
El patacón ha muerto. Viva el patacón.
ReplyDeleteJajajajajajajajaja, pero el patacón se está vengando desde el más allá. No logro instalar el software del nuevo celular.
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