16 September 2009

Historias de celulares y de los ladrones que pretenden venderlos

Cuando uno cae bajo las garras de la injusticia en la infancia temprana los encargados de protegernos son nuestros padres; en la pubertad y adolescencia somos liberados por nuestros profesores y en la adultez nos amparan las sagradas leyes de la Fiscalía del Consumidor. Dicha dependencia está para protegernos de los anuncios en el periódico de tiendas sospechosas. Realmente cualquier sinvergüenza con dinero para publicar lo puede hacer (como también lo aprendí en una entrevista para un trabajo fraudulento, pero no me recupero del trauma como para narrarlo).

En mi búsqueda de celular terminé confiándome en una publicidad de una tienda en un edificio sin estacionamiento (como si eso no fuera la norma en esta ciudad) y sin posibilidades de llegar a pie, en bus o en taxi, en la que aseguraban que tenían más de 100 modelos de celulares en inventario. Arrastré a mi padre a la tienda que extrañamente quedaba en un quinto piso, y una muchacha nos atendió. Cuando le dije cuánto era lo más que estaba dispuesta a pagar por un teléfono me anunció que ellos no tenían por ese precio. Mi papá se ofreció a regalarme una parte y allí me mostraron algunos. Ninguno era particularmente asombroso, pero terminé escogiendo uno que superaba a mi antiguo portátil sin llegar a ser realmente envidiable. Fui a mi casa a cargarlo. Al día siguiente empezaron los problemas: el software del teléfono se instalaba en mi computadora pero no reconocía al aparato. Llamé a la única persona capaz de descifrar semejantes misterios informáticos: Herminio. Y cuando bajó unos drivers, se metió a unos foros, reinstaló todo y aún así no funcionó, decidimos volver a la tienda. La vendedora me miró extrañada: “¿Quién le dio ese disco de instalación? Es el viejo.” Ella había sido, por supuesto. Anduve el celular sin ninguna novedad hasta que se descargó, el domingo. Lo conecté a la corriente y algo extraño pasaba, porque por un instante mostraba la luz que funcionaba y a los dos segundos se apagaba, para luego volverse a encender. Yo no sabré mucho de teléfonos, pero eso no era normal. El lunes regresé de nuevo a la tienda, donde sucedió algo aún más bizarro. Había un señor a mi lado platicando con las vendedoras (siempre tenían visitas las mujeres esas), y cuando le conté mi problema a la muchacha ella voltea a ver al señor y le dice que todas esas baterías que él les ha vendido están malas, que ya van 20 de ellas que salen defectuosas. Me cambia de celular y de teléfono y me dice que si aún así no funciona que regrese el viernes, el único día que se realizan cambios de modelos. Esa misma tarde lo fui a probar: tan siquiera este fue honesto, no se cargó ni la primera vez, de entrada no funcionaba. El día feriado no logró calmar mi creciente furia. En casa me advirtieron que no me hiciera ilusiones de tener el dinero de vuelta, que tal vez lo más a lo que podía aspirar es a un nuevo modelo.

Pero mi primera llamada a la Fiscalía del Consumidor los desmintió: me explicaron que si yo ya les había dado una oportunidad para rectificar su error, cambiando el producto o reparándolo y aún así no estaba satisfecha, por ley les puedo pedir mi dinero de regreso. Así que hoy no quise seguir esperando; sólo que ahora en la tienda ya me conocen. Primero, la muchacha que normalmente me atiende no me quiso abrir la puerta. Puso a otro tipo a hacerlo, que me dio el mismo cuento del cambio de modelo. Le expliqué que honestamente ya estaba cansada de estar yendo a ese lugar y que no hay nada que garantice que ese nuevo modelo no me salga defectuoso también, que quería mi dinero y ya. Me dijo que iba a preguntarle a su jefe y allí volvió mi vendedora. Ahora toda amable me dijo que por lo menos mirara los otros teléfonos para ver si alguno de ellos me parecía; le respondí que ni siquiera estaría dispuesta a pagar una diferencia por alguno que me interesara porque después de todos los inconvenientes que me han causado sería el colmo darles más dinero. También le advertí que había consultado con Protección al Consumidor y que sí están obligados a darme lo que había pagado. Me enseñó las mismas puercadas que había rechazado el primer día. Para colmo de males, no me podían hacer la devolución de efectivo porque el hombre encargado de hacer eso convenientemente andaba de viaje y vuelve hasta el próximo lunes. Le pedí hablar con otra persona, el gerente o quien estuviera a cargo y regresó con una tipa que había presenciado todas mis visitas anteriores. Con una cara de maligna me saluda: “¿Ajá?”. Le expliqué que ya no quería comprarles más, ni cambiar más de teléfonos, ni volver allí. Pero me respondió lo mismo: hasta el lunes.

Así que volví a llamar a la Fiscalía. Si no me resuelven el problema sólo tengo que llegar con mi factura y mi tarjeta de identidad al tercer piso del edificio del Instituto de la Propiedad en el boulevard Kuwait para poner la denuncia. Yo no tendría que pagar nada en lo absoluto, mientras que ellos tendrían que contratar representación y, según los padres de una amiga que son abogados, ellos están expuestos a pagar una multa. Estoy cansada que en este país todos los vendedores, especialmente los minoristas, crean que uno anda pidiendo limosna cuando llega a sus negocios, cuando uno en realidad está pagando por un servicio, por un nivel aceptable o tan siquiera respetuoso de atención, y desde luego que por un producto que no sea defectuoso, mucho menos pirateado. Desde luego que mis quejas y denuncias no van a resolver el problema de atención al cliente en Honduras, pero yo no estoy dispuesta a regalar el dinero que finalmente había conseguido para mi teléfono (que por cierto iba a ser el regalo de mi graduación que todavía está en veremos) a una empresa tan mediocre, donde no obtuve el producto por el que pagué y donde no me atendieron ni con un mínimo de cortesía. Si existen leyes para protegerme he de usarlas, no sé quiénes se creen que son.

3 comments

  1. Esas vainas si dan rabia. Pero te admiro por que tenés la persistencia de seguir ahí. Excelente!

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  2. Qué bueno que hagás eso, te diría que por qué te fusite a meter a un lugar tan sospechoso pero si has hecho todo eso, puedo decir que valió la pena.

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  3. En realidad es mi culpa, últimamente no salgo mucho así que toda mi información del mundo es a través del tufoso periódico. Eso me pasa por no querer andar de tienda en tienda buscando un pinche teléfono y querer ahorrar tiempo conformándome con un anuncio de periódico. ¬¬

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