16 January 2011

La memoria selectiva

Son las dos de la mañana y no puedo dormir. Definitivamente no ayuda el hecho que tengo meses de no acostarme antes de medianoche, cuestión que se agravó con la última semana después de los exámenes que fue de salidas y desveladas por películas o series porque no quería desperdiciar ni un tan sólo minuto de los únicos días de despreocupación y libertad que he tenido en mucho tiempo. Mañana empieza el semestre y puede decirse que ya estoy atrasada. Por querer abarcar la infinita bibliografía de mis cursos descuidé significativamente el trabajo de tesis que tengo que presentar en junio. Por “descuidar” entiéndase, no he comenzado. Tengo una idea de lo que quiero hacer pero armar tesis en el aire es tan malo como llegar a una revisión de Diseño sin nada dibujado y querer explicarle al arquitecto la magnífica idea que tengo en la cabeza.

Me revuelco en la cama forzándome a cerrar los ojos y empiezan a desfilar por mi cabeza varias imágenes de las últimas semanas en las que se mezclan episodios vergonzosos, cosas que debieron haber sido diferentes, reacciones que me gustaría cambiar si tuviera el poder de retroceder el tiempo. Daría lo que fuera por poder olvidar todo, hacer tabula rasa y empezar mañana de cero, llena de esperanzas y expectativas, con confianza en que las cosas van a salir bien. En los días antes de los exámenes, cuando estaba intentando todo tipo de malabares para acomodar demasiada información en apenas 1 350 cm³, me preguntaba si todo lo que estoy aprendiendo en este momento se va a esfumar en el tiempo como es lo que ha ocurrido con mis clases del colegio y de la universidad. Siempre es lo mismo: mi compromiso es total, alcanzando niveles que podrían calificarse de obsesión; todas mis células destilan los temas de las clases pero es un fenómeno temporal, pasajero y los datos son luego reemplazados por la nueva urgencia de la semana. Me asombro ante la retentiva de otras personas, ante su capacidad de absorber para siempre cualquier dato que ingresa a su base de datos. La única información estacionaria de mi mente es aquella que guarda conexiones con el mundo del cine, la televisión y la música, con una facilidad y espontaneidad que son capaces de asustarme. Ya no me sorprendo cuando me sugieren que trabaje en noticieros o publicaciones del espectáculo pero, ¿puede existir algo semejante a una vocación involuntaria?

Empecé a escribir diarios a los diez años como una derivación de escribir correspondencia. Leyendo “Selecciones” en casa de mis abuelos encontré un artículo sobre una joven que en un intento desesperado por mejorar su relación con su madre empezó a escribirle cartas. Yo lo ensayé con la mía y luego apliqué el concepto con la mejor amiga que tenía en la época. Después de leer un extracto –y luego la versión completa- del diario de Anna Frank me pareció que sería interesante escribir mi propio diario e intercambiarlo semanalmente con la mejor amiga en cuestión, para que compartiéramos nuestras vivencias. Rápidamente cambié de parecer y me quedé escribiendo sola, con la intención de desahogarme, calmar el insomnio y algún día tener un arsenal escrito de sabiduría que le pudiera heredar a mi hija y a las mujeres que hayan de sucederme. Quería documentar cada pequeña nimiedad que ocurría en mi existencia para tenerla por escrito y así liberar mi mente del peso de tener que almacenar todos esos sucesos. Podría recordar al leer, maravillarme con la narración, pero dejar mi cabeza despejada, limpia. Mi cerebro no funcionaría como archivo, sino como lugar transitorio de decodificación, clasificación y transcripción. Nunca imaginé que mi proyecto iba a involuntariamente terminar aplicándose a mis estudios, donde ahora después de un tiempo no logro recordar casi nada, excepto pequeños vestigios que me indican adónde buscar la información en caso de necesitarla. Y peor aún, jamás hubiera creído que mi memoria a largo plazo estaría siendo ocupada por banalidades que ni siquiera me conciernen directamente. Ahora no sé cómo invertir este proceso. O cómo hacer que por lo menos funcione correctamente, porque si tan sólo pudiera olvidar todas esas estupideces de las últimas semanas estaría durmiendo plácidamente en este momento, en lugar de atormentarme por esta mente que me pertenece pero que al mismo tiempo no logro controlar y me maneja a su antojo.

2 comments

  1. Anonymous4:32 PM

    Estos son los posts divertidos e interesantes, volvé a ellos por favor.

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  2. Hahahahahahahahahahaha!!

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