19 January 2011

Les soldes

“The only way to get rid of temptation is to yield to it”

Oscar Wilde

Generalmente pongo el despertador a las 8 de la madrugada; nunca me levanto a esa hora, pero algún día, de tanto desearlo, el milagro se realizará. Pero últimamente, como forma de auto flagelación inconsciente, cualquier sueño que tengo en horario adicional entra dentro de la categoría de pesadillas bizarras. Hace unos días soñé con una reunión del colegio, con mis compañeros en uniforme y todo, en la que nos rodeaban palomas blancas y una música celestial. Hoy, estaba con mi madre en los últimos días de los descuentos de Mango. Yo encontraba unas camisas hermosas, unas hasta con rayas, y estaban baratas, tan baratas que me podía llevar todas las que quería. Encima eran de mi talla… era un sueño demasiado placentero para ser verdad; no tuve más remedio que levantarme para ponerme a estudiar.

Ese sueño en particular es producto de mi obsesión más reciente: los descuentos en las tiendas. En Francia los descuentos de todas las tiendas están regulados por ley para que sean al mismo tiempo en todo el país, en dos épocas del año, con una duración de cinco semanas cada una: la primera a partir del segundo miércoles del año y la otra a partir del tercer miércoles del mes de junio. Desde luego cada tienda es libre de hacer rebajas cuando guste, pero esta es la temporada candente, el momento ideal para conseguir aquella pieza en particular que tanto había estado añorando. Si en Honduras los descuentos de Mango y Zara eran los días más esperados de mi calendario (después de mi cumpleaños y Navidad, evidentemente), nadie puede imaginarse mi felicidad cuando me enteré que los descuentos empezaban al día siguiente del final de exámenes y que tendría 5 días enteros para recorrer las tiendas de Bordeaux sin pensar en arquitectura española visigoda o francesa del siglo XIX.

Con mis amigas ya teníamos el itinerario: con Esther saldríamos a las 10 de la mañana del apartamento, para encontrarnos unas horas después con Pamela que tenía su último examen esa mañana. Nuestra primera destinación era el “mall” de Bordeaux: Mériadeck, donde, corriendo el riesgo de sonar demasiado cursi, realmente se encuentra todo en un mismo lugar. Mango, Zara, H&M, Etam, Pimkie, Naf Naf, Bata, Éram… porque entre mis artículos deseados una de las prioridades eran unas botas de cuero, preferiblemente negras, sin hebillas, cordones, ni tacones. A pesar que el frío ha menguado en estos últimos días y las habituales tormentas se han convertido en un vago recuerdo de días pasados, realmente necesitaba unas botas. Y como siempre ocurre conmigo, siempre quiero las cosas demasiado específicas y no las encuentro así o es justamente el artículo más caro de todos. Otra cosa en mi lista: flats, o esos zapatos planos que parecen de bailarinas, también en negro y también en cuero. Muero por una chaqueta de tela con mangas tres cuartos en estilo marinera, y quería unas cuantas camisas y/o vestidos para salir por las noches. Cosa extraña, aquí Mango está más dirigido a las señoras, o a las chavas que ya trabajan, o sea a esas veteranas de 25 años (yo estoy en un limbo extraño, estudiante de esa misma edad). Pero encontré una camisa que tenía que llevarme sin importar el precio: una azul, sin mangas, con un collar de piedras integrado. No hace falta decir que mi debilidad son las piedras, las lentejuelas –de buen gusto, que conste-, los adornos o las camisas de artistas (estuve a punto de comprarme unas camisetas de los Rolling Stones a 25 euros!! A duras penas resistí la tentación). Había un suéter con cuello de piedras también, pero era demasiado corto y creo que voy a dejar de comer tanto queso para poder ir a los vestidores sin culpa. De hecho después de esa semana tomamos con Pamela la decisión de empezar a ir a correr… sólo que todavía no lo hemos hecho.

En fin, en H&M mi paciencia pasada fue parcialmente recompensada. Encontré en rebaja un vestido de puntos que me parecía demasiado caro a 25 euros a precio normal, un pañuelo que igualmente era excesivamente caro a 16 euros, encontré el abrigo rojo que había comprado en París 10 euros más barato (suspiro), y no encontré la chaqueta de marinero que quería y que normalmente cuesta 40 euros. Tampoco el maletín de cuero estilo colegial que vale 100 euros, supongo que lo realmente bueno no lo ponen en oferta. En Naf Naf había un suéter precioso de puntos y con un lazo… a 35 euros, y a pesar que este es mi año de puntos y lazos, lo tuve que dejar ir. Seguimos revisando tiendas, almorzamos y nuestra siguiente parada era la calle Sainte Catherine.

Esa calle no sólo es la avenida peatonal más larga de Europa, es el punto de encuentro de casi todas las tiendas importantes, atraviesa el centro y se caracteriza por abrigar miles de personas en días comunes y corrientes. Con los descuentos sólo se me venían a la mente adjetivos apocalípticos: la multitud era infernal, impresionante. Pero tantas horas de pelear por ver una sola camisa, de hacer filas eternas para probársela y de ver tantas cosas pero ser incapaz de elegir si vale la pena o si algo más barato o de mejor calidad va a estar en otro lugar fue demasiado agotador. Regresamos a casa, a las 7 de la noche, en lo que sería el primero de varios días de tener que aguantar el tram repleto de gente a toda hora.

El segundo día se unió a nuestro equipo Sophie, una amiga que conocí en mis clases de literatura. Pamela estaría por Quinconces, cerca del extremo final de la calle Ste. Catherine, y yo me encontraría con Sophie en Hôtel de Ville, aproximadamente a la mitad de la avenida. Caminando cada quien desde los extremos, eventualmente nos encontraríamos en algún lugar. Pues una de los primeros negocios que vimos con Sophie era Beryl, y sorpresa, en menos de quince minutos salí con las botas perfectas. Una buena noche de sueño tiene efectos mágicos a veces. Pamela nos alcanzó y ella también encontró unas botitas, unos metros más adelante. Seguimos caminando y Sophie encontró un suéter, yo mis flats, luego Pamela unos zapatos, luego vi unos flats que me gustaron más que los primeros, los compré y devolví los anteriores. Porque esa es una de las maravillas de los descuentos aquí: los podés devolver, fenómeno inaudito en Honduras. Llegamos hasta Zara, pero era demasiada gente, y nada de lo que había y me gustaba era de mi talla. Final del día dos.

El tercer día Pamela y yo decidimos ir a Bordeaux Lac, otro centro comercial, pero este de los suburbios, allá por donde termina el tram y todavía hay que tomar un bus. De hecho en esa zona se encuentran las tiendas gigantescas que simulan bodegas, del tipo Ikea, Decathlon, ferreterías, etc. La noche anterior me había preparado con un nuevo descubrimiento: las tiendas tienen páginas de internet y en las páginas aparecen los artículos en descuento. No sólo eso, algunas te dicen qué artículos están disponibles y en qué tiendas los podés encontrar. Como únicamente hay 2 Mangos en Bordeaux, uno en Mériadeck y otro en Bordeaux Lac, era hora de conocer el segundo. En la página había visto varios vestidos preciosos, pero gran sorpresa, en persona se miraban espantosos. Eso debería servirme de advertencia para nunca comprar ropa por internet, pero a estas alturas no hago promesas. Aún así encontré un vestido negro, una camisa que había visto hace meses que tiene atravesado un gran lazo (escogí la camisa en negro con el lazo negro, para que por lo menos el color sea discreto) y a partir de allí me prohibí seguir comprando cosas en ese color. Creo que me está afectando vivir aquí, donde todo mundo podría ir a un funeral en su ropa habitual. El tiempo pasó tan rápido que se me hizo tarde para la conferencia semanal de la Sociedad de los Amigos de los Museos de Bordeaux, pero me consolé al llegar a casa y ver que la charla era sobre la decoración del baptisterio de San Juan en Florencia. No fue tan grave; además sirvió de excusa para hacerle cena a Sophie y a Pamela y a hacer un maratón de películas de bodas (“Bride wars”, “The Hangover” y “27 dresses”), que no, no expresaba ningún tipo de deseo reprimido, sólo fue una divertida coincidencia.

El sábado estábamos obligadas a ir a ver tiendas porque teníamos que comprarle el regalo a Dino para su celebración de cumpleaños que iba a ser esa noche. Elsa nos acompañó en esa ocasión y empezamos desde Gambetta, otra vez en dirección a Ste. Catherine. A manera de preparación entramos a tiendas de ropa de mujeres, y vi la capa de lana más hermosa que alguna vez había visto. En realidad toda esta historia empezó porque venden cerca del Grand Théâtre una capa de angora que me hace babear cada vez que paso por allí. La busqué en internet y la desgraciada cuesta 395 euros, así que ando buscando cualquier imitación barata que pueda llenar ese vacío. La capa de lana estaba hermosa, pero no se parece a la que busco. Y aún así no dejaba de pensar en ella. Todavía tenía un poco de presupuesto destinado a ropa, así que técnicamente no sería tan terrible sucumbir a esa compra, pero me di algo de tiempo para pensarlo, exactamente tres tiendas más. El regalo de Dino lo encontramos en cinco minutos, en una tienda de chavos, muy buena por cierto. Así que nos quedaba el resto de la tarde para pasear y ver más cosas. Pero antes de entrar de nuevo a la oleada de compradores… fui por mi capa. Si la otra aparece podría tener las dos, es lo bueno de no tener autoridades paternas, ni a Moisés para que me regañe. Moisés que por cierto me vendaría los ojos para dejar de ver camisas con rayas, pero es que no sabe que este es el país de las marineras, mis camisas favoritas por definición. Pero también, me felicito por haber comprado sólo una, Dios sabe que si por mí fuera todas serían así.

El domingo pasé un rato por Zara después de ir a ver museos, pero el “blues del domingo por la noche” (concepto tomado de un noticiero local) ya estaba empezando a hacer efecto y no tuve ánimos para buscar bien, menos para comprar algo. Pero hoy Pamela me dijo que la segunda ola de descuentos había empezado. Aquí es cuando empiezo a pedir serenidad y autocontrol para no ir hasta el centro… por lo menos antes del viernes por la tarde.

2 comments

  1. Wow... qué odisea! Pero está genial el post y lo mejor de todo es que ubico TODOS esos lugares relevantes de la ciudad. Me siento realizado!!! Hahahah me alegra tanto que haya encontrado cosas tan bonitas, y lo más importante al final del día es: le gustaron todas las cosas que compró? I knew that ;)

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  2. jajaja Yo no aproveche estas soldes (solo me compre unos zapatos de 89€ a 62€). El año pasado compre por dos años... JAJAJA

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