El más reciente viaje a París fue puramente académico ya que tenía como propósito visitar o revisitar desde un nuevo punto de vista varios edificios importantes que estudié en mi clase de arquitectura francesa del siglo XIX. Introduje un poco el tema en el post de la exposición de Garnier, pero en esta ocasión vamos a estudiar las notas de mi clase, con las fotos que tuve la oportunidad de tomar.
Había mencionado la obra de Félix Duban como parte de un movimiento conformado por cuatro arquitectos llamados los “Neo-griegos” (a no confundirse con el Neoclasicismo). Estos arquitectos fueron contemporáneos, se conocieron estando en la Villa Médicis ya que ganaron de forma seguida el Premio de Roma y se planteaban dilemas similares; tenían una nueva concepción de la arquitectura de su tiempo. El primero en llegar a Italia fue Félix Duban (1797-1870), en 1823, seguido por Henry Labrouste (1801-1875) en 1824, el tercero fue Louis Duc (1802-1879) en 1825, terminando el año siguiente con Léon Vaudoyer (1803-1872).
A este grupo de Neo-griegos se les llamó también Románticos, pero no debe asociarse con el Romanticismo en literatura, que está ligado con el Neo-gótico. Se les llama Románticos porque eran jóvenes, rebeldes y contestatarios de la autoridad que era la Academia de su época, pero a pesar que su temática es nueva no se separaron de un lenguaje clásico. Incluso, durante el funeral de Duban, Vaudoyer expresó las siguientes palabras: “Esta escuela conservaba el más grande respeto y admiración por las obras maestras clásicas pero las estudiaba desde un nuevo punto de vista. Se proponía deducir una nueva enseñanza y proclamar más independencia en sus concepciones. Su objetivo y ambición eran sobretodo imprimir a nuestra arquitectura un carácter nacional.”.
Labrouste fue el primero de sus colegas en alejarse de la visión convencional que se tenía de la arquitectura griega y tenía una firme convicción que la arquitectura es el reflejo de las aspiraciones sociales del momento. Luego de un envío que hizo durante su estadía en la Villa Médicis en el que introdujo color y resaltó los aspectos utilitarios del proyecto fue castigado y no se le dieron proyectos importantes hasta en 1838, cuando se le encargó la Biblioteca Sainte Geneviève.
Esta biblioteca fue tan importante que se convirtió en un modelo para proyectos similares hasta en otros países como fue el caso en Estados Unidos, con la Boston Public Library de McKim, White and Mead. El proyecto sirve de respuesta a las teorías desarrolladas por Víctor Hugo en un capítulo de “Nuestra Señora de París”, libro importantísimo para su época porque constituyente una ardiente defensa de la arquitectura medieval. Hugo postula que la arquitectura, desde sus inicios y hasta el Renacimiento, es portadora de mensajes, tenía sentido pero que esto termina con la invención de la imprenta. Titula al capítulo del libro (que no se incluyó en las primeras ediciones de la novela) donde explica estos pensamientos “Esto matará aquello”, siendo “esto” la imprenta y “aquello” la arquitectura. Su visión pesimista concluye en que la arquitectura ha muerto a causa del libro y que a partir del Renacimiento las construcciones sólo serán una simple repetición de formas.
Pero he aquí que Labrouste quiere erigir un monumento para exaltar el libro que mató a la arquitectura, introduciendo una nueva visión. Para empezar, la Biblioteca Sainte Geneviève es una caja rectangular, con un techo, de una simplicidad casi insolente. Como está ubicada contiguo al Panteón contextualiza el edificio con unas guirnaldas decorativas que se encuentran en la mencionada construcción vecina.En el primer piso no deja ventanas, y en el segundo nivel hace unas inscripciones con los grandes escritores de la humanidad, comenzando por el primero: Moisés. Resalta el acceso con esculturas de candelabros.
En su interior, a lo largo de las paredes coloca bustos de importantes escultores. Las esculturas son puestas en escena con motivos vegetales pintados en las paredes y cuando es posible los motivos guardan alguna relación con el escritor.
Las bóvedas del cielo son sostenidas por arcos metálicos de color negro, otra insolencia más de Labrouste en una época donde el metal que se utilizaba era escondido completamente. Las columnas son esbeltas y descansan en bases y capiteles que no pertenecen a ningún orden clásico, son todas invenciones del arquitecto.
La biblioteca tenía unas escaleras monumentales que remataban en un busto de Ulrich Gering, el hombre que introdujo la imprenta en Francia.
En su siguiente proyecto, la Biblioteca Nacional (hoy Salón Richelieu), retoma muchos elementos de su construcción predecesora, como las pinturas en las paredes, la estructura metálica vista y las columnas, pero aquí crea cúpulas abiertas en el centro, revestidas con cerámica blanca en el interior.
Labrouste estaba convencido que la arquitectura debía estar determinada por la escala humana y no por un sistema de proporciones ideales; que la forma debería adaptarse a los materiales y no al revés. Su visión es reconocida por sus contemporáneos: es el ilustrador de la portada de la “Revista general de la arquitectura y de los trabajos públicos”, fundada en 1840 por el arquitecto César Daly y a su regreso a Francia después de su estadía en Roma, cuando abre su propio taller de arquitectura los estudiantes corren a trabajar con él. Reconocen en su maestro un espíritu libre e innovador, era un ídolo para ellos.
Jean-Louis Duc es el arquitecto detrás de la Sala de los pasos perdidos en la parte posterior del Palacio de Justicia, conocido como el Vestíbulo de Harlay, en París. Para este proyecto se tuvo que demoler la fachada que daba a la Plaza Dauphine. La importancia de este trabajo es que al igual que Labrouste no se rige por los cánones neoclásicos imperantes en la época. Primero, la escalera monumental, que podría verse más bien en un palacio, es una forma simbólica de hacer más accesible la Justicia, de acercarla al público. Las esculturas representadas en la fachada son en bajo relieve, en lugar de ser en bulto redondo y representan la Justicia, la Fuerza, la Prudencia, la Verdad, la Equidad y el Castigo. Las columnas están adosadas al muro, una forma de rebelarse a la norma que determinaba que las columnas tenían que ser absolutamente estructurales y por ello estar muy separadas del muro para no permitir la posibilidad de ser consideradas decorativas. Duc las adosa por fuera, y también por dentro, y no sólo eso, tampoco utiliza capiteles griegos, los crea de cero, así como los elementos del entablamento del edificio decorados con cabezas humanas. La bóveda creada para el interior es de una forma inédita, sostenida de forma transversal por arcos que descansan en las columnas adosadas al interior; de forma longitudinal por arriostres. El proyecto ejemplifica la voluntad de respetar lo clásico con un nuevo lenguaje y es muy exitoso: apreciado por Viollet-le-Duc y ganador del premio del Emperador por considerarse una obra que hacía avanzar la arquitectura. Con el dinero obtenido por el galardón Duc crea su propio premio el “Duc” que cada año recompensaba a un proyecto que mostraba signos de modernidad. Este premio perduró hasta 1960.
Por su parte, Léon Vaudoyer es el autor del Conservatorio nacional de artes y oficios en París, pero su obra más conocida es la Catedral de Marsella, la Mayor. Marsella era el puerto más importante de Francia en la época y es un punto de intercambios comerciales y culturales también, es la fachada francesa hacia el Mediterráneo. La ciudad ya tenía una catedral a la orilla del mar, y esta construcción modesta es conservada y cohabita con el nuevo edificio de Vaudoyer, quien traduce arquitectónicamente la encrucijada de culturas del lugar. La nueva catedral tiene cúpulas que evocan construcciones bizantinas, y su aparejo bicromático también hace referencia a la arquitectura oriental. Las escaleras se encuentran en minaretes prácticamente egipcios. Pero la cultura occidental también está representada: el acceso –que no es por el oeste como es la tradición, pero esto a causa de su ubicación- es por un arco triunfal. El edificio es una síntesis de culturas, y es la base en la que se inspiró el discípulo de Vaudoyer, Espérandieu, cuando construyó el faro de la iglesia Notre Dame de la Garde, en la misma ciudad. Y saliendo un poco del tema de los Neo-griegos, aprovechamos para hablar un poco del Sacré-Coeur. Luego de los acontecimientos de 1870, en los que cae el Segundo imperio francés, se decide encomendar a Francia al Sagrado Corazón de Jesús, construyendo una iglesia en su honor. El edificio sería construido con donaciones de los habitantes y se lanzó un concurso con un programa muy específico que ganaría Paul Abadie (1812-1884), que ya tenía una carrera hecha como restaurador, notablemente de la Catedral de Périgueux, y que sería responsable de muchas restauraciones de iglesias en Bordeaux, como de la iglesia Sainte-Croix, los campanarios de Saint-Michel y la catedral Saint-André y de esta última también de sus sacristías. La iglesia del Sacré Coeur está hecha en un estilo románico-bizantino muy popular en la época (visible por ejemplo en la estación de Orsay), y su planta es una combinación de planta centrada y basilical. Tiene un domo central y una gigantesca torre, que le dan una silueta oriental, nunca antes vista. Está construida en piedra calcárea de château-Landon que tiene la particularidad de estar siempre blanca. Instalada sobre la colina de Montmartre, se considera que está hecha a la escala de la ciudad (así como Santa Sofía de Constantinopla) y es visible de todos lados. Las estatuas ecuestres de San Luis y Juana de Arco devuelven el edificio a la historia de Francia.
Bibliografía:
Jean-Michel LENIAUD, Viollet-le-Duc ou les délires du système, éditions Mengés, Paris, 1994
Notas del seminario “Identidades nacionales en la arquitectura del siglo XIX: el caso de Francia entre 1820 y 1900”, Marc Saboya
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