Joan Didion escribió “The year of magical thinking” después de la muerte de su esposo de casi 40 años, el también escritor John Gregory Dunne, y durante el año en que su hija Quintana Roo estuvo por varios meses internada en el hospital. Este libro es una descripción de toda esa época, un intento de sobrellevar y entender lo que estaba atravesando usando el método que mejor conocía para lidiar con el mundo: escribiendo sobre él. Didion ha causado un gran revuelo con su historia: su libro ha tenido mucho éxito, con millones de copias vendidas, buenas críticas pero también muchos detractores que le reprochan no guardarse su sufrimiento para ella sola, sino hacer alarde de él en público.
Cualquier persona que haya experimentado una gran pérdida puede sentirse identificado con su vivencia. Ella escribe con una crudeza, y honestidad desgarradoras. Describe el sentido de desorientación que sigue a cualquier acontecimiento que desbarata el suelo sobre el que has estado parado creyendo que estabas seguro. Su vida como la había vivido por cuarenta años se esfumó en un segundo. Perdió a su mejor amigo, a su editor, a su compañero de viajes, en cuestión de un abrir y cerrar de ojos. Estaban cenando después de visitar a Quintana en el hospital, y se puso de pie, solo para caer muerto, por un fallo cardíaco. Su hija logró salir del coma unos meses después, para ser atendida de emergencia por un derrame cerebral, el día que se iba a descansar a California.
A lo largo del libro repite una y otra vez: “Life changes in the instant”, y esa es la declaración que más me impactó personalmente. “You sit down to dinner and life as you know it ends." Ahora busco conscientemente aquellos momentos que determinan un antes y un después en la existencia. Son unos pocos, pero son trascendentales.
Me parece bien que haya decidido publicar su libro. Su experiencia no es única ni aislada: tiene resonancia en todos aquellos que han pasado por lo mismo o por situaciones similares y no saben cómo expresarse. Mi abuela se fue a dormir una noche, sólo para levantarse unas cuantas horas después y descubrir que su esposo de toda la vida había muerto. No es un libro que trata de sermonear sobre cómo enfrentar el sufrimiento, no es optimista, ni pesimista, ni siquiera premonitorio. Unos meses de terminado el libro, Quintana murió también. Pero al tratar de salir adelante, Didion es una inspiración. Aquellos que prefieren tragarse su dolor y seguir como si no hubiese pasado nada, están en su derecho, pero no hay sanación para el que no ve a la vida de frente.
Cualquier persona que haya experimentado una gran pérdida puede sentirse identificado con su vivencia. Ella escribe con una crudeza, y honestidad desgarradoras. Describe el sentido de desorientación que sigue a cualquier acontecimiento que desbarata el suelo sobre el que has estado parado creyendo que estabas seguro. Su vida como la había vivido por cuarenta años se esfumó en un segundo. Perdió a su mejor amigo, a su editor, a su compañero de viajes, en cuestión de un abrir y cerrar de ojos. Estaban cenando después de visitar a Quintana en el hospital, y se puso de pie, solo para caer muerto, por un fallo cardíaco. Su hija logró salir del coma unos meses después, para ser atendida de emergencia por un derrame cerebral, el día que se iba a descansar a California.
A lo largo del libro repite una y otra vez: “Life changes in the instant”, y esa es la declaración que más me impactó personalmente. “You sit down to dinner and life as you know it ends." Ahora busco conscientemente aquellos momentos que determinan un antes y un después en la existencia. Son unos pocos, pero son trascendentales.
Me parece bien que haya decidido publicar su libro. Su experiencia no es única ni aislada: tiene resonancia en todos aquellos que han pasado por lo mismo o por situaciones similares y no saben cómo expresarse. Mi abuela se fue a dormir una noche, sólo para levantarse unas cuantas horas después y descubrir que su esposo de toda la vida había muerto. No es un libro que trata de sermonear sobre cómo enfrentar el sufrimiento, no es optimista, ni pesimista, ni siquiera premonitorio. Unos meses de terminado el libro, Quintana murió también. Pero al tratar de salir adelante, Didion es una inspiración. Aquellos que prefieren tragarse su dolor y seguir como si no hubiese pasado nada, están en su derecho, pero no hay sanación para el que no ve a la vida de frente.
Me reservo el derecho a cambiar de opinión. He malgastado demasiado tiempo en silencio por miedo a cambiar de parecer en cuanto pronuncie las palabras, pero a partir de ahora me libero de mis deberes con los demás. Mi único compromiso es con la honestidad del momento, y si digo algo ahora, y me contradigo después no me importa. La coherencia irreprochable es otra forma de dogmatismo. En el pasado cuando dije “para toda la vida”, en ese instante así se sentía, pero ¿por que habría de amarrarme a promesas que no sobrevivieron ni cinco años? Ahora no pienso en el futuro, y eso no me convierte en una thrill-seeker, ni nada por el estilo. A veces la profundidad es momentánea y efímera, y no quiero aferrarme a hacer durar las cosas más allá de su fecha de expiración.
Por primera vez en mucho tiempo siento que mi vida no está contradiciendo ningún tipo de mandato divino. Todo está en su lugar y estoy muy agradecida. En este preciso instante me encanta existir. No tengo que hacer nada, las cosas van a su ritmo y fluyen por su cuenta. A no confundir con auto-terapia, veo los errores que faltan por corregir, y las cosas por aprender, y aún así no me angustio.
Empieza la cuenta regresiva: 7 días antes de empezar las clases…
Por primera vez en mucho tiempo siento que mi vida no está contradiciendo ningún tipo de mandato divino. Todo está en su lugar y estoy muy agradecida. En este preciso instante me encanta existir. No tengo que hacer nada, las cosas van a su ritmo y fluyen por su cuenta. A no confundir con auto-terapia, veo los errores que faltan por corregir, y las cosas por aprender, y aún así no me angustio.
Empieza la cuenta regresiva: 7 días antes de empezar las clases…
27 January 2006
no es cierto... la lujuria debería ser el más alto (yo no debería estar diciendo esto...)
Greed: | Medium | |
Gluttony: | High | |
Wrath: | Medium | |
Sloth: | Medium | |
Envy: | Medium | |
Lust: | Very Low | |
Pride: | High |
Discover Your Sins - Click Here
Una de las miles de preguntas que me ha estado rondando por la cabeza estos últimos meses es si realmente existe el amor incondicional. Aquel amor que sentís por alguien y que no es capaz de verse afectado por circunstancias externas.
¿Se puede querer a alguien aún cuando este te daña, te traiciona o te maltrata? Yo tuve, como todos, una etapa de extremo radicalismo y respondía tajantemente, no. El amor se acababa cuando se cruzaba la línea donde se dejaba de respetar la dignidad y la libertad de la otra persona. Nadie que hiciera esas cosas merecía siquiera seguir en mi lista de personas a las que les dirijía la palabra. Y poco a poco empecé a borrar a amigos de toda la vida, a conocidos recientes, a mi hermano, a mi papá y a mi mamá. Con los últimos, la convivencia se daba, pero no les creía un comino cuando daban sus habituales discursos de amor paterno. Encontraba incompatibles sus acciones violentas, irracionales o permisivas y sumisas, con el cariño que uno siente por sus hijos, y que se supone que los debe de proteger de cualquier mal. No entendía cómo mi mamá se dejaba tratar de esa forma, cómo nos exponía a mi hermano y a mí a esas escenas y cómo mi papá era capaz de ser de esa forma y no encontrar nada de malo en su comportamiento.
¿Se puede querer a alguien aún cuando este te daña, te traiciona o te maltrata? Yo tuve, como todos, una etapa de extremo radicalismo y respondía tajantemente, no. El amor se acababa cuando se cruzaba la línea donde se dejaba de respetar la dignidad y la libertad de la otra persona. Nadie que hiciera esas cosas merecía siquiera seguir en mi lista de personas a las que les dirijía la palabra. Y poco a poco empecé a borrar a amigos de toda la vida, a conocidos recientes, a mi hermano, a mi papá y a mi mamá. Con los últimos, la convivencia se daba, pero no les creía un comino cuando daban sus habituales discursos de amor paterno. Encontraba incompatibles sus acciones violentas, irracionales o permisivas y sumisas, con el cariño que uno siente por sus hijos, y que se supone que los debe de proteger de cualquier mal. No entendía cómo mi mamá se dejaba tratar de esa forma, cómo nos exponía a mi hermano y a mí a esas escenas y cómo mi papá era capaz de ser de esa forma y no encontrar nada de malo en su comportamiento.
Me di cuenta que tanto como yo no creía en mi capacidad de quererlos a pesar de sus errores, ellos tampoco la tenían hacia mí. Sabía que llevaríamos la fiesta en paz mientras yo no los desilusionara grandemente. El día que yo llegue a esta casa, embarazada, drogada o que abandone la universidad, se acabó. No tendrían ningún tipo de consideración y los creo capaces de cualquier cosa. Sobretodo de aquellas reacciones humillantes y de soluciones drásticas donde yo de ninguna forma saldría ganando. Fue una revelación muy decepcionante. ¿Si no existe el amor incondicional en tu propia familia, que te ha conocido y cuidado toda tu vida, cómo es posible encontrarlo fuera de ella? No se puede. ¿Entonces no existe?
Después aprendí la diferencia entre ego y espíritu. Hay un nivel en el que las acciones de los demás no nos afectan, en que nadie es capaz de hacernos daño, herirnos, o siquiera hacernos sentir mal. Somos capaces de ver la figura completa, con sus virtudes y sin querer negar los defectos, y no queremos cambiar nada. Aceptamos todo como es, “no por resignación, sino por iluminación”. Tal vez el amor existe, pero las personas tienen métodos erróneos para expresarlo. Se dejan llevar por su necesidad crónica de tener siempre la razón, aunque eso hiera a los demás, y prefieren ganar la batalla, aunque sean los únicos sobrevivientes.
Sé que no puedes recibir aquello que no eres capaz de dar; podría empezar por ser yo la que da su amor, a pesar de todo. No espero que la gente lo entienda o que me traten de la misma forma. Esto no los cambia a ellos, no mejora sus faltas, no perdona sus errores pasados. No los perdona, por que no hay nada qué perdonar: si mi verdadera esencia no ha sido afectada, el error se queda en la superficie y es una muestra de inmadurez, de lo mucho que el otro, o yo, tenemos que aprender. No estoy diciendo que debamos de quedarnos con gente que nos hace daño, sólo por que los queremos incondicionalmente. El amor allí está, pero nadie merece ser maltratado y aguantar esa situación.
¿Puedo realmente amar al orangután cavernícola de mi papá, a la sometida y dejada de mi mamá y al mini orangután cavernícola de mi hermano? Tal vez… Supongo que sólo el tiempo lo dirá.
No soy una inválida emocional, lo juro. Sé perfectamente lo que siento, lo que quiero y no deberías de interpretar mi silencio con miles de teorías paranoicas. Sólo estoy buscando un momento adecuado, una situación propicia en la que las palabras tengan un contexto que merezca ser recordado más adelante.
Yo también estoy cansada de sentir que estoy condenada a repetir el hermetismo paterno. También quiero descubrir quién soy fuera de las influencias negativas que tengo que soportar todos los días. No sé qué tan útil sea tener compañía cuando el verdadero camino es interno y solitario, pero sé que he encontrado algo que no sabía que existía y no quisiera verlo irse tan fácilmente. Por favor no pierdas la fe en mí. Ten paciencia.
Yo también estoy cansada de sentir que estoy condenada a repetir el hermetismo paterno. También quiero descubrir quién soy fuera de las influencias negativas que tengo que soportar todos los días. No sé qué tan útil sea tener compañía cuando el verdadero camino es interno y solitario, pero sé que he encontrado algo que no sabía que existía y no quisiera verlo irse tan fácilmente. Por favor no pierdas la fe en mí. Ten paciencia.
Felicidades a mí por tener un cuerpo que se desmorona todos los meses y que por su capacidad de perpetuar la especie es considerado inferior.
Ya sea abiertamente, o de forma discreta, el mundo entero se desvive en recordarte tu condición y sus limitantes. Todos tienen el deseo aberrante de sobreprotegerte, de evitar a toda costa y de las formas más humillantes y estúpidas que no botés tu vida a la basura teniendo hijos antes de tiempo. Cualquier amigo, novio, profesor, familiar es un potencial peligro. Es alienante ver cómo tu hermano dos años y medio menor que vos tuvo más libertades muchos años antes de que vos soñaras con gozar de ellas. Después de todo, él puede caminar tranquilo de regreso a la casa a las 9 de la noche. Él no corre el riesgo de ser violado y no tiene que soportar que lo piropeen los vagos y los vigilantes. No tiene que preocuparse por que cualquier ser del sexo opuesto sólo lo quiera para entretenerse momentáneamente, y después mandarlo a volar. Por eso vive vanagloriándose de que la vida de las mujeres es más difícil.
Yo no odio este cuerpo. No lo amo tampoco, sencillamente lo acepto como una de las características que tengo. No me enorgullece ser capaz de crear vida dentro de mí. Considero idiota que tengamos un día para celebrar ser algo que ni siquiera elegimos. Es un mísero premio de consolación que se nos felicite hipócritamente, después de martirizarnos el resto del año. Yo no merezco un día: merezco el resto de lo que le queda de vida a la raza humana. Al Universo. Cuando le pregunté a mi mamá qué tenía de especial ser mujer, por que a mí no me gustaba mucho, ella no supo qué contestar. De seguro no lo sabe, de seguro no hay nada de especial. Nunca he querido encerrarme en la definición de un sexo, pero todo mundo alrededor mío insiste en ello. Lo más patético es cuando es tu propia familia la que te enseña el lado oscuro de la estupidez y del machismo.
Pero he de ser libre algún día de ellos y sus prejuicios. Y va a ser una batalla ganada, no a favor de todas las mujeres, que deberían de avergonzarse de tener que recurrir a una falsa hermandad para soportar las dificultades que ellas mismas siguen perpetuando. Va a ser mía y nada más.
Ya sea abiertamente, o de forma discreta, el mundo entero se desvive en recordarte tu condición y sus limitantes. Todos tienen el deseo aberrante de sobreprotegerte, de evitar a toda costa y de las formas más humillantes y estúpidas que no botés tu vida a la basura teniendo hijos antes de tiempo. Cualquier amigo, novio, profesor, familiar es un potencial peligro. Es alienante ver cómo tu hermano dos años y medio menor que vos tuvo más libertades muchos años antes de que vos soñaras con gozar de ellas. Después de todo, él puede caminar tranquilo de regreso a la casa a las 9 de la noche. Él no corre el riesgo de ser violado y no tiene que soportar que lo piropeen los vagos y los vigilantes. No tiene que preocuparse por que cualquier ser del sexo opuesto sólo lo quiera para entretenerse momentáneamente, y después mandarlo a volar. Por eso vive vanagloriándose de que la vida de las mujeres es más difícil.
Yo no odio este cuerpo. No lo amo tampoco, sencillamente lo acepto como una de las características que tengo. No me enorgullece ser capaz de crear vida dentro de mí. Considero idiota que tengamos un día para celebrar ser algo que ni siquiera elegimos. Es un mísero premio de consolación que se nos felicite hipócritamente, después de martirizarnos el resto del año. Yo no merezco un día: merezco el resto de lo que le queda de vida a la raza humana. Al Universo. Cuando le pregunté a mi mamá qué tenía de especial ser mujer, por que a mí no me gustaba mucho, ella no supo qué contestar. De seguro no lo sabe, de seguro no hay nada de especial. Nunca he querido encerrarme en la definición de un sexo, pero todo mundo alrededor mío insiste en ello. Lo más patético es cuando es tu propia familia la que te enseña el lado oscuro de la estupidez y del machismo.
Pero he de ser libre algún día de ellos y sus prejuicios. Y va a ser una batalla ganada, no a favor de todas las mujeres, que deberían de avergonzarse de tener que recurrir a una falsa hermandad para soportar las dificultades que ellas mismas siguen perpetuando. Va a ser mía y nada más.
Me he resignado finalmente al hecho de que no voy a dormir esta noche. Mi cuerpo está cansado, mi mente quiere silencio, pero sencillamente se niega a apagarse temporalmente. Así que decidí intentar hacer algo provechoso con estas horas extras de vida que me han sido otorgadas.
El jueves (o mejor dicho, mañana), me voy de viaje al pueblo natal de mi padre, un territorio que aspira a ser ciudad, pero que piensa como aldea. Mi único familiar restante allí es mi abuela, a la que no visito hace más de tres años. Después de la muerte de mi abuelo, ella ha quedado sola, con su perro, dividida entre el deseo de vivir como reina y señora de su casa, pero sin nadie con quién compartirla. No acepta mudarse a casa de alguno de sus hijos y no la culpo. Cada uno de ellos es una maraña de desastres, y nada logra desvanecer la sensación de que está invadiendo cada vez que los visita. Pero allá lejos no tiene mucha gente con quién hablar o de quién ocuparse, y toda su existencia se ha caracterizado por estar rodeada de grandes masas de personas. Tuvo siete hijos y siempre alquiló cuartos para estudiantes. Por eso mi papá no quiso tener familia numerosa y por eso somos los ermitaños de la familia.
Ir a Juticalpa cuando mi abuelo estaba vivo era lo mejor del mundo. Yo estaba pequeña y me conformaba con poco. Era un escape para mí jugar con las vecinas, que a diferencia de mis amigas en la escuela eran sencillas y descifrables; la comida me encantaba y aún cuando uno está chico se necesitan vacaciones de los padres. Hasta ir al cementerio era una gran experiencia: con mi hermano inventábamos juegos y saltábamos de tumba en tumba mientras los mayores ponían flores a sus familiares. Con la edad ir allá se convirtió en la única época en la que podías reflexionar sobre tu vida, por que sencillamente no había nada que hacer. Empecé a huir de los viajes, sobretodo cuando mi abuelo murió por que cada vez que regresaba me decía a mí misma que esa era posiblemente la última vez que vería a mi abuela. La universidad es la excusa perfecta para desentenderse de tus obligaciones, y no he vuelto desde unos meses después de graduarme del colegio.
Mi papá me hizo la indirecta después de mi regreso de Ceiba: tengo que ir, por que no tengo excusas que me salven esta vez. Mi hermano fue por su cuenta hace unas semanas y vino aterrorizado. La soledad crea un extraño efecto en la gente. Él no es muy fanático de los sentimentalismos y aparentemente hubo bastantes en su estadía. Tengo la esperanza de que esté exagerando.
Me esperan largas sesiones de televisión, de lectura, misa el domingo (por decisión propia; siempre me ha gustado la misa de las 6 de la mañana en la catedral) y reencuentros con viejas amistades. Ojala pueda reestablecer mi ciclo de sueño también. Esta es la calma antes del derroche de actividad. Faltan menos de dos semanas antes de entrar a clases y quiero saldar todas mis cuentas con la inactividad antes de volver a empezar el ritmo desenfrenado de la vida de estudiante.
El jueves (o mejor dicho, mañana), me voy de viaje al pueblo natal de mi padre, un territorio que aspira a ser ciudad, pero que piensa como aldea. Mi único familiar restante allí es mi abuela, a la que no visito hace más de tres años. Después de la muerte de mi abuelo, ella ha quedado sola, con su perro, dividida entre el deseo de vivir como reina y señora de su casa, pero sin nadie con quién compartirla. No acepta mudarse a casa de alguno de sus hijos y no la culpo. Cada uno de ellos es una maraña de desastres, y nada logra desvanecer la sensación de que está invadiendo cada vez que los visita. Pero allá lejos no tiene mucha gente con quién hablar o de quién ocuparse, y toda su existencia se ha caracterizado por estar rodeada de grandes masas de personas. Tuvo siete hijos y siempre alquiló cuartos para estudiantes. Por eso mi papá no quiso tener familia numerosa y por eso somos los ermitaños de la familia.
Ir a Juticalpa cuando mi abuelo estaba vivo era lo mejor del mundo. Yo estaba pequeña y me conformaba con poco. Era un escape para mí jugar con las vecinas, que a diferencia de mis amigas en la escuela eran sencillas y descifrables; la comida me encantaba y aún cuando uno está chico se necesitan vacaciones de los padres. Hasta ir al cementerio era una gran experiencia: con mi hermano inventábamos juegos y saltábamos de tumba en tumba mientras los mayores ponían flores a sus familiares. Con la edad ir allá se convirtió en la única época en la que podías reflexionar sobre tu vida, por que sencillamente no había nada que hacer. Empecé a huir de los viajes, sobretodo cuando mi abuelo murió por que cada vez que regresaba me decía a mí misma que esa era posiblemente la última vez que vería a mi abuela. La universidad es la excusa perfecta para desentenderse de tus obligaciones, y no he vuelto desde unos meses después de graduarme del colegio.
Mi papá me hizo la indirecta después de mi regreso de Ceiba: tengo que ir, por que no tengo excusas que me salven esta vez. Mi hermano fue por su cuenta hace unas semanas y vino aterrorizado. La soledad crea un extraño efecto en la gente. Él no es muy fanático de los sentimentalismos y aparentemente hubo bastantes en su estadía. Tengo la esperanza de que esté exagerando.
Me esperan largas sesiones de televisión, de lectura, misa el domingo (por decisión propia; siempre me ha gustado la misa de las 6 de la mañana en la catedral) y reencuentros con viejas amistades. Ojala pueda reestablecer mi ciclo de sueño también. Esta es la calma antes del derroche de actividad. Faltan menos de dos semanas antes de entrar a clases y quiero saldar todas mis cuentas con la inactividad antes de volver a empezar el ritmo desenfrenado de la vida de estudiante.
Ibrahim (Omar Sharif) est le propriétaire d’une épicerie de la rue Bleue, dans un quartier pauvre, à Paris. Il devient un ami de Momo, un garçon de presque 16 ans, qui, abandonné par sa mère et hanté par l’ombre d’un frère apparemment parfait, habite avec son père.
Momo se débrouille assez bien, avec des rencontres fortuites avec les prostituées qui travaillent dans sa rue et qui deviennent ses amies, et volant de temps en temps à l’épicier pour les dîners qu’il prépare à son père.
Quand son père l’abandonne aussi, puis se suicide, Momo refuse de retourner avec sa mère et Ibrahim l’adopte. Il est un sufi et montre à son nouveau fils toutes le leçons qu’il a acquis dans sa vie. Il est charmant, adorable, poétique.
Après acheter une voiture convertible et avoir appris à conduire, ils voyagent ensemble à la Turquie. Dans le parcours Momo se libère du passé et apprend la sagesse de la religion musulmane. Père et fils forment un contraste exquis entre la curiosité et la passion de la jeunesse et la paix spirituelle que seulement l’âge peut réfléchir.
Mais Ibrahim a un accident dans sa voiture. Il ne va pas mourir, il dit, il va rejoindre l’immensité. Il laisse tout à Momo qui devient le nouveau « arabe » de sa rue, et qui continue à travailler à l’épicerie et transmettra à son tour tout ce qu’il a appris.
J’ai eu de la chance d’allumer la télé à minuit, hier soir.
Momo se débrouille assez bien, avec des rencontres fortuites avec les prostituées qui travaillent dans sa rue et qui deviennent ses amies, et volant de temps en temps à l’épicier pour les dîners qu’il prépare à son père.
Quand son père l’abandonne aussi, puis se suicide, Momo refuse de retourner avec sa mère et Ibrahim l’adopte. Il est un sufi et montre à son nouveau fils toutes le leçons qu’il a acquis dans sa vie. Il est charmant, adorable, poétique.
Après acheter une voiture convertible et avoir appris à conduire, ils voyagent ensemble à la Turquie. Dans le parcours Momo se libère du passé et apprend la sagesse de la religion musulmane. Père et fils forment un contraste exquis entre la curiosité et la passion de la jeunesse et la paix spirituelle que seulement l’âge peut réfléchir.
Mais Ibrahim a un accident dans sa voiture. Il ne va pas mourir, il dit, il va rejoindre l’immensité. Il laisse tout à Momo qui devient le nouveau « arabe » de sa rue, et qui continue à travailler à l’épicerie et transmettra à son tour tout ce qu’il a appris.
J’ai eu de la chance d’allumer la télé à minuit, hier soir.
Algún día voy a unificar a todas esas Marcelas dispersas que existen para cada ocasión y que no tienen nada que ver la una con la otra.
La única libertad que he logrado experimentar se da cuando bailo o cuando pinto. Me convierto en una criatura desinhibida, espontánea, despreocupada por mi entorno y por la gente que esté o no conmigo en ese momento. De repente no me importa si estoy haciendo bien las cosas, es un disfrute que supera cualquier juicio o crítica. No me reconozco, soy una persona completamente diferente. Todavía no entiendo por qué no puedo ser así todo el tiempo.
Mis otras partes sobre-analizan cada mísera cosa que me pasa o que me dicen. Busco complicaciones donde no las hay, por el puro gusto masoquista de no aburrirme con la vida. Dentro de poco entro a clases otra vez y ya me está asustando volver a empezar a ver a los arquitectos. A partir de ahora me esperan tres años ininterrumpidos de llevar Diseño, la clase más estúpidamente subjetiva que existe en el universo. Y estoy arañando las paredes por que el tiempo pase lento… Sé que no debería de estar haciendo otra cosa en este momento, pero a veces me asusta no tener la capacidad de lograrlo. Por una vez quisiera sentirme cómoda y dejar de cuestionarme tanto. Sólo confiar y dejarme llevar. Lo que me regresa a mi punto de partida: acepto la fragmentación y el hecho de que sólo puedo ser histéricamente feliz en ciertas circunstancias, o lucho por ser así todo el tiempo. Todo siempre se resume en un asunto de elegir entre rendición o resistencia.
¿Cómo distinguir entre el Deseo y el deseo por una persona en particular?
Atrás quedaron las luchas por ideales y utopías: las nuevas generaciones tienen otras preocupaciones. Nuestros abuelos vivieron o fueron testigos de guerras a gran escala, nuestros padres pelearon por cambios políticos. Nosotros vemos todo eso por televisión y preferimos cambiar el canal. ¿Se nos puede culpar acaso? No sirvieron de mucho las revoluciones hippie, la experimentación con drogas para fines artísticos, las protestas universitarias. Somos herederos de un montón de países demacrados, subordinados a una superpotencia que tiene como cúspide de su cultura a Brad Pitt y Angelina Jolie.
En qué nos hemos convertido. Las nuevas representantes del feminismo son mujeres como Paris Hilton. Nuestros nuevos ideales son tener un cuerpo perfecto, ropa de marca y un celular de alta tecnología. Cada día que pasa veo a niñas cada vez más pequeñas con ropas aún más cortas. Nunca hubiese creído que uno podía sentirse vieja y conservadora a los 20 años. Una visita a cualquier mall es suficiente para desear criar a los hijos que vas a tener a los 36, lejos, en una isla perdida, sin Internet ni tv por cable.
Me pregunto cuál sería mi otra alternativa. Pelear por la justicia y la igualdad en países como este es una causa perdida. Cuando el pueblo, aún con todas sus dificultades económicas y sus privaciones, es capaz de elegir a los mismos candidatos de siempre que los mantienen en esa situación, me doy cuenta que probablemente se lo merezcan, y que nadie los va a curar de esa ceguera. Ellos van a tener que darse cuenta solos.
Tratar de crear una subcultura que apoye el arte se convierte rápidamente en una batalla de egos, y he descubierto que donde hay semillas de proselitismo, hay intenciones comerciales detrás.
He oído muchas veces que un nuevo renacer espiritual se acerca. Un “despertar de la conciencia”. Pero veo que todo sigue igual, sino peor. Hay todo un boom de nuevas iglesias, organizaciones religiosas y más jóvenes que son parte de ellas. La búsqueda de propósito y significado se queda siempre dentro de los límites de lo convencional y lo seguro. Mientras no se afecten nuestro estatus ni nuestros valores superficiales, es aceptable.
Hace muchos años leer sobre el individualismo y el egoísmo como teorías filosóficas lo hubiese considerado una aberración. Hoy me doy cuenta que no hay otros caminos por recorrer. La paz, el arte, el espíritu, son todas exploraciones que cada uno debe hacer dentro suyo esperando hacer eco en alguna persona que simpatice con tu causa. A nivel colectivo todo se está desmoronando en una orgía que probablemente debamos experimentar para alcanzar el siguiente nivel. Creo que no importa si uno prefiere sumergirse en ella hasta saturarse o pelear en su contra. Lo importante es no ser apáticos ni indiferentes. No puedo sacudir de mi cabeza la pregunta, qué van a recordar de nosotros las generaciones venideras. Tal vez no quiero aceptar la respuesta.
En qué nos hemos convertido. Las nuevas representantes del feminismo son mujeres como Paris Hilton. Nuestros nuevos ideales son tener un cuerpo perfecto, ropa de marca y un celular de alta tecnología. Cada día que pasa veo a niñas cada vez más pequeñas con ropas aún más cortas. Nunca hubiese creído que uno podía sentirse vieja y conservadora a los 20 años. Una visita a cualquier mall es suficiente para desear criar a los hijos que vas a tener a los 36, lejos, en una isla perdida, sin Internet ni tv por cable.
Me pregunto cuál sería mi otra alternativa. Pelear por la justicia y la igualdad en países como este es una causa perdida. Cuando el pueblo, aún con todas sus dificultades económicas y sus privaciones, es capaz de elegir a los mismos candidatos de siempre que los mantienen en esa situación, me doy cuenta que probablemente se lo merezcan, y que nadie los va a curar de esa ceguera. Ellos van a tener que darse cuenta solos.
Tratar de crear una subcultura que apoye el arte se convierte rápidamente en una batalla de egos, y he descubierto que donde hay semillas de proselitismo, hay intenciones comerciales detrás.
He oído muchas veces que un nuevo renacer espiritual se acerca. Un “despertar de la conciencia”. Pero veo que todo sigue igual, sino peor. Hay todo un boom de nuevas iglesias, organizaciones religiosas y más jóvenes que son parte de ellas. La búsqueda de propósito y significado se queda siempre dentro de los límites de lo convencional y lo seguro. Mientras no se afecten nuestro estatus ni nuestros valores superficiales, es aceptable.
Hace muchos años leer sobre el individualismo y el egoísmo como teorías filosóficas lo hubiese considerado una aberración. Hoy me doy cuenta que no hay otros caminos por recorrer. La paz, el arte, el espíritu, son todas exploraciones que cada uno debe hacer dentro suyo esperando hacer eco en alguna persona que simpatice con tu causa. A nivel colectivo todo se está desmoronando en una orgía que probablemente debamos experimentar para alcanzar el siguiente nivel. Creo que no importa si uno prefiere sumergirse en ella hasta saturarse o pelear en su contra. Lo importante es no ser apáticos ni indiferentes. No puedo sacudir de mi cabeza la pregunta, qué van a recordar de nosotros las generaciones venideras. Tal vez no quiero aceptar la respuesta.
Husmeando entre mis diarios de hace dos años encontré algunos pasajes interesantes. Los comparto con ustedes. Por favor, tomen en cuenta que hasta yo me río de mi ingenuidad en ciertas cosas.
27 de enero del 2004
Mi facultad está repleta de gente peluda, teñida, perforada, sucia, despeinada, desaliñada y extravagante, por un lado; por el otro está la gente corriente, demasiado normal e insignificante, y por el otro los que no necesitan más que su talento para justificar su estadía allí. La verdad estoy muy emocionada. Sé que hay gente muy especial y me fascina la oportunidad que tengo de estar en ese lugar, en esta época.
15 de febrero del 2004
Quiero recuperar la fluidez y la honestidad que tenía cuando estaba pequeña. No tengo tendencia a idealizar la infancia creyendo que los niños son puros y felices, y que es la mejor época de la vida, pero sé que cuando estaba pequeña me era mucho más fácil provocar y aceptar cambios, y que nunca me preocupaba por buscar quién era, sólo era yo misma. No me angustiaba por el futuro, ni por a qué me iba a dedicar el resto de mi vida. Tenía un rango de horizonte muy corto que me mantenía entretenida con el hoy y nada más. Extraño eso. Además, era muy creativa. Es cierto que me sentía crónicamente sola, pero lo compensaba con una fascinante habilidad para crear mi propio mundo. Años después me di cuenta de que era innecesario e inútil vivir fuera de él, que no hay ningún otro mundo aparte del mío en el que valga la pena vivir, en mi caso.
5 de marzo del 2004
A veces me gustaría no creer en nada, en nada después de la muerte, en ningún significado de las acciones que hacemos, en ningún valor de todo lo que sentimos. Sería la libertad del vacío. No tener apegos y ataduras a nada ni a nadie, y vagar por la vida sin esperar nada de ella, pero sorprendiéndome con todo lo que me da.
No estoy diciendo que dejaría de luchar, pero dejaría de tomarme como personal el resultado de la lucha y de sufrir por que las cosas no son como yo quiero. Podría adaptarlo y adoptarlo como una especie de vestidura mental: ser consciente de lo que doy y dar lo más que pueda, pero no apegarme al resultado. Sé que lo he hecho antes, pero sé que lo he olvidado también.
27 de enero del 2004
Mi facultad está repleta de gente peluda, teñida, perforada, sucia, despeinada, desaliñada y extravagante, por un lado; por el otro está la gente corriente, demasiado normal e insignificante, y por el otro los que no necesitan más que su talento para justificar su estadía allí. La verdad estoy muy emocionada. Sé que hay gente muy especial y me fascina la oportunidad que tengo de estar en ese lugar, en esta época.
15 de febrero del 2004
Quiero recuperar la fluidez y la honestidad que tenía cuando estaba pequeña. No tengo tendencia a idealizar la infancia creyendo que los niños son puros y felices, y que es la mejor época de la vida, pero sé que cuando estaba pequeña me era mucho más fácil provocar y aceptar cambios, y que nunca me preocupaba por buscar quién era, sólo era yo misma. No me angustiaba por el futuro, ni por a qué me iba a dedicar el resto de mi vida. Tenía un rango de horizonte muy corto que me mantenía entretenida con el hoy y nada más. Extraño eso. Además, era muy creativa. Es cierto que me sentía crónicamente sola, pero lo compensaba con una fascinante habilidad para crear mi propio mundo. Años después me di cuenta de que era innecesario e inútil vivir fuera de él, que no hay ningún otro mundo aparte del mío en el que valga la pena vivir, en mi caso.
5 de marzo del 2004
A veces me gustaría no creer en nada, en nada después de la muerte, en ningún significado de las acciones que hacemos, en ningún valor de todo lo que sentimos. Sería la libertad del vacío. No tener apegos y ataduras a nada ni a nadie, y vagar por la vida sin esperar nada de ella, pero sorprendiéndome con todo lo que me da.
No estoy diciendo que dejaría de luchar, pero dejaría de tomarme como personal el resultado de la lucha y de sufrir por que las cosas no son como yo quiero. Podría adaptarlo y adoptarlo como una especie de vestidura mental: ser consciente de lo que doy y dar lo más que pueda, pero no apegarme al resultado. Sé que lo he hecho antes, pero sé que lo he olvidado también.
A los 67 años, Turner se amarró al mástil de un barco para ver mejor la tormenta.
Un orgasmo pictórico.
No existe nada que no sea el conocimiento de uno mismo. La tendencia a definir el universo basándonos en la percepción que tengamos de él no sólo es inevitable, sino que tampoco tiene nada de malo. Sí creo que somos el centro del universo: de hecho, creo que cada uno de nosotros es el Universo, lo tenemos dentro de nosotros, y el universo “real” es un reflejo del universo interno. Cuando alguien dice que creamos nuestra realidad, no es sólo un asunto de cambiar de punto de vista. Literalmente lo creamos por que nuestras emociones, vibraciones, pensamientos e intenciones son capaces de armar situaciones, atraer personas y hasta cambiar nuestros cuerpos físicamente. Es absurdo creer que hay algún tipo de estándar objetivo al que nos tenemos que adaptar y que es necesario separarnos de nuestra subjetividad para ver el mundo cómo realmente es.
Definir a Dios no se trata de seguir ciegamente un credo y juzgar cruelmente al que decide recorrer un camino solitario en su búsqueda. Definir a Dios es verse a uno mismo tal como realmente es. Por que nuestra verdadera esencia no son estos míseros cuerpos que nos inculcan tanto por perfeccionar, no son nuestros valores, nuestros trabajos o la bondad o maldad de la que somos capaces. Todo eso no es nada más que un disfraz. Una especie de identidad prestada que decidimos adoptar para aprender tanto de lo que consideramos correcto, como de lo que no lo es.
La más grande contradicción de la naturaleza humana es que nada de todo este drama es realmente importante, pero al mismo tiempo es necesario y cada una de nuestras acciones es trascendental.
En un nivel que tal vez no somos capaces de percibir todo el tiempo, todos los seres estamos conectados entre nosotros, y somos afectados por lo que pasa a cualquiera de nuestros semejantes. No hay error alguno en definir todas las cosas por nuestra visión aparentemente limitada del mundo. Esa visión es cierta para algún estado de conciencia, y se debe respetar.
Definir a Dios no se trata de seguir ciegamente un credo y juzgar cruelmente al que decide recorrer un camino solitario en su búsqueda. Definir a Dios es verse a uno mismo tal como realmente es. Por que nuestra verdadera esencia no son estos míseros cuerpos que nos inculcan tanto por perfeccionar, no son nuestros valores, nuestros trabajos o la bondad o maldad de la que somos capaces. Todo eso no es nada más que un disfraz. Una especie de identidad prestada que decidimos adoptar para aprender tanto de lo que consideramos correcto, como de lo que no lo es.
La más grande contradicción de la naturaleza humana es que nada de todo este drama es realmente importante, pero al mismo tiempo es necesario y cada una de nuestras acciones es trascendental.
En un nivel que tal vez no somos capaces de percibir todo el tiempo, todos los seres estamos conectados entre nosotros, y somos afectados por lo que pasa a cualquiera de nuestros semejantes. No hay error alguno en definir todas las cosas por nuestra visión aparentemente limitada del mundo. Esa visión es cierta para algún estado de conciencia, y se debe respetar.
Este viaje se trató básicamente sobre rendición. Abandonar el control de todo: introducirme a un ambiente extraño, con gente que no conozco y perderme en actividades imprevistas. Llegué a ese estado de forma espontánea y todo se desenvolvió de una manera tan exquisita que sólo puedo atribuirlo a una mágica alineación cósmica.
Todos los viajes en bus los hicimos con niños detrás de nosotros. Niños llorones con madres alcahuetas que no los callaban; niños enfermos que tosían encima de ti y niños llamados Marco Polo con madres que lo proclamaban sin descanso, a los cuatro vientos.
Dos de mis primos de Ceiba estaban de viaje, por lo que Moisés y yo teníamos espacio de sobra. Mis otros primos estaban de vacaciones y nos acompañaron en algunas de nuestras salidas. No tenía muchos prejuicios con respecto a ellos, por suerte para mí por que resultaron ser amables, atentos y muy divertidos.
Los primeros días nos dedicamos a descubrir la ciudad por nuestra cuenta. Queríamos encontrar las rutas más cortas para llegar al mar desde nuestra casa y nos perdimos en barrios que después nos enteramos que eran de lo más peligroso. Conocimos miles de laberintos y aprendimos a desenvolvernos bastante bien en todas partes. Caminé tanto que hice más ejercicio en esos cinco días que en meses de estar en el gimnasio.
El mar como siempre, estuvo increíble. La mezcla de arena, agua salada, sol y Deepak Chopra resultó en una serie de revelaciones que me han liberado de viejas ataduras. Todo culminó en una especie de trance eufórico en una discoteca, en la que Moisés y yo terminamos descalzos y bailando como locos en una pista rodeada de un público bastante numeroso. No bailábamos así desde hace años. No nos divertíamos así desde el viaje de último año del colegio.
Nos empapamos de la comida costeña: pescado, agua de coco, ausencia de tortillas y exceso de plátano. Descubrimos que en esas regiones no se toma café con la devoción que tenemos nosotros. Hay muy pocos locales, cierran temprano y los que sí probamos tenían una calidad que dejaba mucho que desear.
Había una luna llena preciosa que era un sacrilegio no salir a caminar en la playa hasta la madrugada. No podía hablar, no podía siquiera pensar. Sólo era capaz de contemplar el infinito alrededor mío y de expandirme junto a él. Toda mi vida desfilaba frente a mis ojos mientras estaba sentada con las olas frente a mí, y se borraba en chispazos que la hacían ver insignificante y ligera. Intentaba aferrarme a la cordura pensando en mis clases del otro semestre, o en mis dilemas amorosos, pero todo se veía tan lejano, tan pasajero, tan insulso.
Hoy que nos tocaba regresarnos, hicimos un viaje de última hora a San Pedro. Conocí el nuevo mall que está bien bonito pero no tiene librería (la católica no cuenta); y en una increíble coincidencia, en otro centro comercial encontré la tercera parte de la autobiografía de Simone de Beauvoir. Casi me muero de la felicidad.
No extrañaba mi casa, pero ya estaba un poco ansiosa por venir a descansar. El reloj biológico de Moisés se trastornó tanto que me levantaba tempranísimo todas las mañanas y anoche por estar bailando dormimos dos horas. Sueño que no recuperamos gracias a nuestros amigos las criaturas inmundas que no paraban de llorar detrás de nosotros.
Mi compañero de viaje fue sencillamente perfecto. Es paciente, dulce, adaptable e incapaz de aburrirse, sin importar la actividad.
Todos los viajes en bus los hicimos con niños detrás de nosotros. Niños llorones con madres alcahuetas que no los callaban; niños enfermos que tosían encima de ti y niños llamados Marco Polo con madres que lo proclamaban sin descanso, a los cuatro vientos.
Dos de mis primos de Ceiba estaban de viaje, por lo que Moisés y yo teníamos espacio de sobra. Mis otros primos estaban de vacaciones y nos acompañaron en algunas de nuestras salidas. No tenía muchos prejuicios con respecto a ellos, por suerte para mí por que resultaron ser amables, atentos y muy divertidos.
Los primeros días nos dedicamos a descubrir la ciudad por nuestra cuenta. Queríamos encontrar las rutas más cortas para llegar al mar desde nuestra casa y nos perdimos en barrios que después nos enteramos que eran de lo más peligroso. Conocimos miles de laberintos y aprendimos a desenvolvernos bastante bien en todas partes. Caminé tanto que hice más ejercicio en esos cinco días que en meses de estar en el gimnasio.
El mar como siempre, estuvo increíble. La mezcla de arena, agua salada, sol y Deepak Chopra resultó en una serie de revelaciones que me han liberado de viejas ataduras. Todo culminó en una especie de trance eufórico en una discoteca, en la que Moisés y yo terminamos descalzos y bailando como locos en una pista rodeada de un público bastante numeroso. No bailábamos así desde hace años. No nos divertíamos así desde el viaje de último año del colegio.
Nos empapamos de la comida costeña: pescado, agua de coco, ausencia de tortillas y exceso de plátano. Descubrimos que en esas regiones no se toma café con la devoción que tenemos nosotros. Hay muy pocos locales, cierran temprano y los que sí probamos tenían una calidad que dejaba mucho que desear.
Había una luna llena preciosa que era un sacrilegio no salir a caminar en la playa hasta la madrugada. No podía hablar, no podía siquiera pensar. Sólo era capaz de contemplar el infinito alrededor mío y de expandirme junto a él. Toda mi vida desfilaba frente a mis ojos mientras estaba sentada con las olas frente a mí, y se borraba en chispazos que la hacían ver insignificante y ligera. Intentaba aferrarme a la cordura pensando en mis clases del otro semestre, o en mis dilemas amorosos, pero todo se veía tan lejano, tan pasajero, tan insulso.
Hoy que nos tocaba regresarnos, hicimos un viaje de última hora a San Pedro. Conocí el nuevo mall que está bien bonito pero no tiene librería (la católica no cuenta); y en una increíble coincidencia, en otro centro comercial encontré la tercera parte de la autobiografía de Simone de Beauvoir. Casi me muero de la felicidad.
No extrañaba mi casa, pero ya estaba un poco ansiosa por venir a descansar. El reloj biológico de Moisés se trastornó tanto que me levantaba tempranísimo todas las mañanas y anoche por estar bailando dormimos dos horas. Sueño que no recuperamos gracias a nuestros amigos las criaturas inmundas que no paraban de llorar detrás de nosotros.
Mi compañero de viaje fue sencillamente perfecto. Es paciente, dulce, adaptable e incapaz de aburrirse, sin importar la actividad.
Regreso a la civilización (sí, todo fuera de Tegucigalpa es un pueblo, lo que no significa que sea necesariamente malo) con energías renovadas y mucha fe en el futuro.
Según Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, autores de “La enfermedad como camino”, las enfermedades reflejan los lados de nuestra Sombra que no aceptamos conscientemente. Todo aquello de lo que renegamos en nosotros mismos, emocionalmente hablando, con el fin de preservar el equilibrio entre lo positivo y lo negativo, se transforma en síntomas físicos.
Cada enfermedad tiene su significado, su origen es emocional y/o mental y por lo tanto no se debería de luchar en contra de ella, sobretodo con medicamentos.
¿Qué es entonces esta mísera gripe que ando cargando desde hace varios días y que no tiene ni un microbio como responsable?
“Un resfriado siempre se produce en situaciones críticas, cuando uno está hasta las narices o se le hinchan las narices. […] Al decir “situaciones críticas” nos referimos a aquellas que, no siendo dramáticas, son frecuentes e importantes para la mente, que nos producen sensación de agobio y nos inducen a buscar un motivo legítimo para distanciarnos un poco de una situación que nos exige demasiado. Dado que momentáneamente no estamos dispuestos a reconocer ni la carga que suponen estas “pequeñas” crisis cotidianas ni nuestros deseos de evasión, se produce la somatización: nuestro cuerpo manifiesta ostensiblemente nuestra sensación de estar hasta las narices permitiéndonos alcanzar nuestro inconfesado objetivo, y con la ventaja de que todo el mundo se muestra muy comprensivo, algo impensable si hubiéramos dirimido el conflicto conscientemente. Nuestro resfriado nos permite apartarnos de la situación molesta y pensar un poco más en nosotros mismos.”
Claro, en mi casa ya leyeron este libro entonces no me hacen mucho caso… Es lo malo de tener una mamá doctora.
Cada enfermedad tiene su significado, su origen es emocional y/o mental y por lo tanto no se debería de luchar en contra de ella, sobretodo con medicamentos.
¿Qué es entonces esta mísera gripe que ando cargando desde hace varios días y que no tiene ni un microbio como responsable?
“Un resfriado siempre se produce en situaciones críticas, cuando uno está hasta las narices o se le hinchan las narices. […] Al decir “situaciones críticas” nos referimos a aquellas que, no siendo dramáticas, son frecuentes e importantes para la mente, que nos producen sensación de agobio y nos inducen a buscar un motivo legítimo para distanciarnos un poco de una situación que nos exige demasiado. Dado que momentáneamente no estamos dispuestos a reconocer ni la carga que suponen estas “pequeñas” crisis cotidianas ni nuestros deseos de evasión, se produce la somatización: nuestro cuerpo manifiesta ostensiblemente nuestra sensación de estar hasta las narices permitiéndonos alcanzar nuestro inconfesado objetivo, y con la ventaja de que todo el mundo se muestra muy comprensivo, algo impensable si hubiéramos dirimido el conflicto conscientemente. Nuestro resfriado nos permite apartarnos de la situación molesta y pensar un poco más en nosotros mismos.”
Claro, en mi casa ya leyeron este libro entonces no me hacen mucho caso… Es lo malo de tener una mamá doctora.
… arruinarme mi viaje para este fin de semana. Me quedo en Tegucigalpa esperando que las lluvias se calmen.
En otras noticias varias, sobre la música del año pasado:
“Pop comfort over ambition” del NY Times. Está interesante y me recordó mucho a la lista de José de sus canciones favoritas del 2005. Es todo un recuento de la industria musical.
http://www.nytimes.com/2006/01/06/arts/music/06nich.html?th&emc=th
En otras noticias varias, sobre la música del año pasado:
“Pop comfort over ambition” del NY Times. Está interesante y me recordó mucho a la lista de José de sus canciones favoritas del 2005. Es todo un recuento de la industria musical.
http://www.nytimes.com/2006/01/06/arts/music/06nich.html?th&emc=th
Estoy tan inmersa en los pequeños dramas insignificantes de mi vida que he perdido por completo la búsqueda de un significado más grande que la pura supervivencia física. Me impresiona ver que he pasado de disfrutar lo trivial a convertirme en trivial yo misma, y me asusta que no haya nada debajo de todos mis intentos de hacer que las horas pasen sin dejar rastros. Sé que antes lo hacía como una forma de escapar, de evadir responsabilidad. Como una lobotomía del alma. Pero ya es tiempo de que regrese a la Tierra y vuelva a comenzar mi trabajo.
Los primeros días de estas vacaciones estaban tan llenos de promesas y posibilidades. Y ahora, cada minuto que pasa me acerca más al regreso a clases y a la montaña de trabajo y de estrés que pareciera que nunca va a llegar. Pero es inminente y me angustia desperdiciar la libertad que tengo en este momento.
Me voy de vacaciones con Moisés una semana a la playa. Nos vamos a quedar en casa de unas tías y primos, que no son muy cercanos, pero ningún miembro de mi familia puede decir que lo es. Voy a abandonar la rutina de dormir hasta las 11, vagar con mis amigos, ver demasiada televisión, hacer ejercicio y pintar de vez en cuando. Ser la extranjera e intrusa por una semana me va a ayudar apreciar el dominio doméstico que tengo aquí y que doy por sentado todo el tiempo. Espero descubrir que por muy fría y educada que sea la relación con mis papás siempre va a ser más cercana que la que pueda tener con cualquier otro miembro consanguíneo o político. También tengo toda la intención de desintoxicarme de decepciones, ilusiones o pensamientos amorosos. Me llevo “The path to love” de Deepak Chopra por que es el único autor del que me atrevería a leer un libro de ese género, y lo hago por mi bienestar personal más que por querer encontrar/aceptar/regresar con cualquier persona.
Soy una snob que cree que fuera de Tegucigalpa todo es un gran pueblo. Quiero que me convenzan de lo contrario. Espero que tengan cyber-cafés allá…
Los primeros días de estas vacaciones estaban tan llenos de promesas y posibilidades. Y ahora, cada minuto que pasa me acerca más al regreso a clases y a la montaña de trabajo y de estrés que pareciera que nunca va a llegar. Pero es inminente y me angustia desperdiciar la libertad que tengo en este momento.
Me voy de vacaciones con Moisés una semana a la playa. Nos vamos a quedar en casa de unas tías y primos, que no son muy cercanos, pero ningún miembro de mi familia puede decir que lo es. Voy a abandonar la rutina de dormir hasta las 11, vagar con mis amigos, ver demasiada televisión, hacer ejercicio y pintar de vez en cuando. Ser la extranjera e intrusa por una semana me va a ayudar apreciar el dominio doméstico que tengo aquí y que doy por sentado todo el tiempo. Espero descubrir que por muy fría y educada que sea la relación con mis papás siempre va a ser más cercana que la que pueda tener con cualquier otro miembro consanguíneo o político. También tengo toda la intención de desintoxicarme de decepciones, ilusiones o pensamientos amorosos. Me llevo “The path to love” de Deepak Chopra por que es el único autor del que me atrevería a leer un libro de ese género, y lo hago por mi bienestar personal más que por querer encontrar/aceptar/regresar con cualquier persona.
Soy una snob que cree que fuera de Tegucigalpa todo es un gran pueblo. Quiero que me convenzan de lo contrario. Espero que tengan cyber-cafés allá…
"-Así es la vida- dijo el Maestro-. Equivocarse. Las células se reproducían exactamente igual durante millones de años hasta que una de ellas erraba. Y, a causa de esto, algo era capaz de cambiar en aquella repetición inacabable.
(...) -Fue el error lo que colocó al mundo en marcha- dijo el Maestro-. Jamás tenga miedo de errar."
Extraído de "Brida" de Paulo Coelho
¿Y si son los demás que se equivocaron? ¿Cómo saber cuándo dejar pasar la equivocación y cuándo ser inflexible y terminar con todo?
Mi Sombra está llena de cosas banales que no puedo/debo/quiero reprimir.
Nadie puede negarme que todos tenemos algunas adicciones secretas (o no tanto), que nos avergüenza reconocer en público, pero que simplemente no podemos evitar. Son cosas demasiado malas para no ser disfrutadas. He aquí algunas de las mías. Yo sé que algunas personas ya las conocen, pero tenía que hacerles algún tributo que celebre su superficialidad y estupidez.
- E! Entertainment Television: es exquisitamente ridículo saber un montón de cosas que a nadie le importa sobre gente intrascendental. Me encanta la “Answer bitch”, una columnista de la página de Internet, que tiene su podcast y todo y que se dedica a responder preguntas sobre el mundo del espectáculo. Sus respuestas son tan ingeniosas como malignas y definitivamente indispensables para el funcionamiento del planeta. En un libro de Deepak Chopra, él decía que la obsesión de la gente por las celebridades estaba relacionada con el miedo a morir, por que es todo un culto a la juventud y a la belleza. A veces me autoengaño diciendo que tal vez sea una forma de motivarse el ver cómo otras personas son capaces de realizar sus sueños, por muy tontitos que esos sean. Pero en el fondo sé que la mejor parte de todo eso es ver sus desastres y metidas de pata.
Además, el cable aquí es tan malo que la mayoría del tiempo no hay nada que ver.
- Laguna Beach: No entiendo cómo a la gente no le puede gustar la vida de un montón de niños pseudo-ricos, que nunca se les ve estudiar y cuyas principales preocupaciones son tener novios(as) y carros nuevos. Lo veo con la fascinación con que se ven los choques de carros o los accidentes de tren. ¿Dónde están los papás de estos niños? Se meten con sus pretendientes a jacuzzis, salen hasta tarde y muchas veces podría jurar que están ebrios, o que realmente son idiotas. Este programa es demasiado malo para ser de verdad: tiene todas las razones para que lo veas, pero que sólo lo sepan tus amigos cercanos, y aún así se van a burlar de vos.
- Nip/tuck: Este no debería de ser un placer de culpa, por que es un buen programa, pero en la forma en que a mí me gusta, a veces raya en la obsesión. Gracias a este show he descubierto la parte morbosa y lujuriosa de mi personalidad. Es asqueroso más allá de los límites de la decencia, y es inevitable disfrutar viendo a esos guapos doctores hacer de todo con sus pacientes. Los días antes de que revelaran la identidad del Carver mi vida no se centraba en otra cosa, su blog me encanta y debería de fundar algún tipo de culto o religión por que su forma de pensar tiene muchos puntos válidos.
- Bridget Jones’s diary: El 31 de diciembre estuve en la caza de la película ligera perfecta para despedir el año, y no pude pensar en otra que no fuera esta. Odio a los actores que participan: los tres son insípidos, pretenciosos y aburridos cuando trabajan por separado, pero su combinación resulta en algún tipo de química enfermiza perfecta para una hora y media. Esta película es un cliché gastado de todas las mujeres solteronas con vidas sin un propósito, y aunque me gustaría creer que tiene algún tipo de mérito por que Salman Rushdie hace un cameo en ella, nada le puede quitar lo tontísima que es.
No importa, después de verla incontables veces, empieza a ser divertida, y cuando estás el fin de año, con una botella de sidra como única compañía, no podés evitar sentirte un poquito identificada.
- Hoops and Yoyo: un gato rosado y su amigo un conejo verde, creados por Hallmark para animar tarjetas, pero que terminan haciendo un disco para Navidad, peluches y hasta una mini serie animada en su pagina de Internet. No logro entender por qué me gustan tanto, pero son tan tiernos y chistosos que me dan ganas de comprarme un gato para teñirle el pelo y enseñarle a marcar el 911, como aquel señor en Alemania que tuvo un ataque de apoplejía y fue salvado por su gato.
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