Algún día voy a unificar a todas esas Marcelas dispersas que existen para cada ocasión y que no tienen nada que ver la una con la otra.
La única libertad que he logrado experimentar se da cuando bailo o cuando pinto. Me convierto en una criatura desinhibida, espontánea, despreocupada por mi entorno y por la gente que esté o no conmigo en ese momento. De repente no me importa si estoy haciendo bien las cosas, es un disfrute que supera cualquier juicio o crítica. No me reconozco, soy una persona completamente diferente. Todavía no entiendo por qué no puedo ser así todo el tiempo.
Mis otras partes sobre-analizan cada mísera cosa que me pasa o que me dicen. Busco complicaciones donde no las hay, por el puro gusto masoquista de no aburrirme con la vida. Dentro de poco entro a clases otra vez y ya me está asustando volver a empezar a ver a los arquitectos. A partir de ahora me esperan tres años ininterrumpidos de llevar Diseño, la clase más estúpidamente subjetiva que existe en el universo. Y estoy arañando las paredes por que el tiempo pase lento… Sé que no debería de estar haciendo otra cosa en este momento, pero a veces me asusta no tener la capacidad de lograrlo. Por una vez quisiera sentirme cómoda y dejar de cuestionarme tanto. Sólo confiar y dejarme llevar. Lo que me regresa a mi punto de partida: acepto la fragmentación y el hecho de que sólo puedo ser histéricamente feliz en ciertas circunstancias, o lucho por ser así todo el tiempo. Todo siempre se resume en un asunto de elegir entre rendición o resistencia.
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