06 November 2008

La arquitectura no tiene como vehículo de la evocación mimética la realidad objetiva inmediatamente dada en su real coseidad

El filósofo húngaro Georg Lukács hace una importante revaloración de la arquitectura enmarcada en principios socialistas. Dedica un capítulo entero de su tratado sobre estética para dedicarse a este arte que los filósofos más importantes hasta ese momento habían colocado siempre en el puesto más bajo de sus jerarquías. Lukács llama a este pensamiento “estética especulativa”, ya que para ellos son las artes ideales, en el sentido que le dan más preponderancia a las ideas, las que contienen una mayor excelencia espiritual. Él trata de demostrar que la arquitectura es un arte que debe ser estudiado con detenimiento de manera independiente a otras manifestaciones artísticas, ya que a pesar de sus semejanzas con ellas sus diferencias son fundamentales para su comprensión.

Lukács comienza haciendo una crítica, muy justificada, al sistema idealista de Hegel. Según este último la arquitectura se desarrolló antes que otras las otras artes, pero ese es un error comprensible puesto que se desconocían para esa época los descubrimientos referentes a los estadios primitivos de la humanidad que hoy se manejan de manera común. Pero más importante que eso, Hegel manifiesta en sus teorías una profunda ahistoricidad de las ideas estéticas, como si el arte estuviera consumado y completo en sus primeras expresiones y no evolucionara junto con la historia. Se juzga el arte con las ideas presentes como si estas hubieran estado allí desde sus inicios. Aunque Hegel va por buen camino al decir que la arquitectura tiene fines que no son artísticos y es un arte al mismo tiempo, la limita cuando la considera un receptáculo de imágenes divinas, del arte que él si considera que expresa adecuadamente el balance entre forma e idea: la escultura. La trata como un arte servil, sin preocuparse de los problemas estéticos que se presentan en la creación de un espacio que tenga la intención de orientar la vida del hombre.
Por su parte, Lukács piensa que lo estético es algo que nace paso a paso en el curso de la evolución de la humanidad y no es algo que esté dado solamente por la naturaleza fisiológica y antropológica del hombre. Por muchos años la arquitectura cumplió funciones primarias, de protección contra la naturaleza y enemigos, tenía que tener una estructura adecuada y de allí debía elegirse y construirse bien, sin siquiera plantearse el problema de si cumplía con alguna cuestión artística. Ningún otro arte puede decir lo mismo, aunque cumpla, y esta es una innovación filosófica de Lukács, con una misión social.

De las necesidades de la vida nace un medio, pero este sólo se hace arte hasta que da un “salto cualitativo”, cuando expresa las vivencias posibles del hombre. Dicho de otro modo, hay una evolución: se comienza con una necesidad, se pasa a la misión social y por último se llega a la realización estética. Probablemente las construcciones originarias sin fines estéticos despertaran emociones de alegría por la protección que daba a las personas que las usaban, estos podían hasta experimentar orgullo si ellos mismos los habían fabricado. Este era un estadio intermedio en el que se elaboraban edificaciones técnicamente útiles y ya existían las emociones ligadas a ciertas representaciones espaciales, como por ejemplo las sepulturas neolíticas que hacían sentir que se protegía al muerto o se defendía a los vivos de un poder mágico, pero la arquitectura como arte da su salto cualitativo en la revolución urbana de las regiones fluviales de Asia y Egipto, cuando se construyen grandes ciudades, las edificaciones son más numerosas y aparece el carácter colectivo de construcciones como las grandes murallas de piedra que reemplazan a las empalizadas, o los templos y sepulturas monumentales en vez de las tumbas pequeñas. Su función es despertar sentimientos colectivos y los significados emocionales de las ceremonias o ritos (si esa era la función del lugar) se intensifican porque se ha modificado el espacio para ese fin en específico.

La arquitectura se diferencia de las otras artes porque no puede, en ningún caso, dejar de regirse por principios científicos, matemáticos o técnicos. Este es el componente de la primera mímesis de la arquitectura: reproduce visualmente la lucha entre la gravedad y la rigidez, esas fuerzas de la naturaleza que se ven sometidas por las necesidades humanas, pero siempre creando un espacio con “intención de visualidad”. Enfocándonos en los aspectos tecnológicos, para un especialista la obra puede ser sumamente inteligente y clara aunque para un humano normal a primera vista sólo se vea un caos. Lukács considera un error muy grave de parte de teóricos y practicantes de la arquitectura de su tiempo -como la Bauhaus- considerar que lo técnico es automáticamente estético. Para él la arquitectura es un arte auténtico cuando la producción consciente tiene lugar sobre una base colectiva y no sobre las necesidades y exigencias de un hombre individual (aunque esto se aplica para construcciones con fines privados: en las sociedades precapitalistas la conexión de la vida individual con sus fundamentos sociales es más profunda que en el capitalismo, la construcción expresa la capa social más que las particularidades del propietario). Todo esto desemboca en la segunda mímesis de la arquitectura: su necesidad social generalizada, su misión social. La primera mímesis es desantropomorfizadora, científica, pero es la segunda la que sirve para reconectar al hombre, transforma cualitativamente de manera estética al espacio. En las otras artes la persona experimenta por medio de la contemplación, en la arquitectura uno vive en la obra de arte, uno pasa de ser un hombre común y corriente a uno artístico.

La lucha social entre clases puede aparecer miméticamente en las otras artes, sin embargo, en la arquitectura sólo se pueden apreciar los resultados de la lucha, no la lucha en sí. De hecho en ella no puede expresarse nada artísticamente negativo, ni tampoco muchas emociones y actitudes ideológicas debido a la relación que tiene el hombre con la realidad, debido a que se está creando el mundo (aunque no se refiere al hombre directamente se crea para los individuos como miembros de una colectividad social). A pesar de todo esto, la arquitectura sigue siendo el medio por excelencia que revela el ser social general de un periodo, las determinaciones sociales que se impusieron, a través de la evocación inmediata, sensible y significativa. Tiene una extraordinaria sensibilidad con respecto a las transformaciones histórico-sociales: han habido culturas que no han tenido pintura o que se han privado del teatro, pero no pueden existir sin edificios y es por eso que cada sociedad, a partir de cierto nivel evolutivo tiene que poseer su PROPIA arquitectura (quitando la civilización maya y las influencias coloniales, que Honduras no tenga arquitectura de identidad, ¿significa que no ha evolucionado lo suficiente?).

En la época en que Lukács redactó esas líneas el estilo que hoy llamamos modernista empezaba a propagarse. Esto lo interpreta como una decadencia de la misión social que le había sido confiado a la arquitectura. Desde su perspectiva, el apogeo del capitalismo destruyó la vinculación orgánica entre el hombre, el trabajo y el producto del trabajo como se había dado en las culturas precapitalistas. Ya no hay individuo de clase, sólo individuos per se, y lo que se llama desde entonces “sencillez” o “cientificidad” son tecnicismos inhumanos, conscientemente desantropomorfizadores que ponen de manifiesto el vacío y la pobreza de la vida moderna. Los “nuevos resultados científicos”, los “nuevos materiales” (ambos clichés que se utilizan hasta la saciedad para caracterizar al modernismo y los estilos que se derivan de él) favorecieron la desaparición de los principios estructurales visuales de la arquitectura, pero no son la razón principal de que todo eso haya sucedido. El boom de lo geométrico sólo logró que todos los edificios, sin importar su función y lo que deban evocar en las personas, sean parecidos formalmente. Lo geométrico es en realidad abstracción indiferente, es una subjetividad vacía, un capricho de la moda. Se dice que se está liberando de los postulados anticuados pero sólo se dejó de crear espacios concretos para el hombre: se ha eliminado la segunda mímesis, ahora sólo se está tomando la primera, la técnica, pero se dijo que la técnica es desantropomorfizadora y no es estética. Ahora se tienen que conseguir efectos artísticos ocupándose de cuestiones secundarias como el color de los edificios o suavizando las fachadas para que no se vean tan inhumanos, no se pueden crear edificios estéticos por lo menos se trata de que sean agradables.

Lukács dice que la arquitectura no puede expresar la lucha entre someterse o rebelarse a la situación que vive el hombre, pero creo que él pensaría diferente si viera estilos como el deconstructivismo. Aunque a ese estilo también se le reprochan los mismos argumentos de inhumano y desestabilizador es porque justamente critica a la sociedad moderna, crea externamente el mundo fragmentado que llevamos por dentro, como colectividad. Lukács no está de acuerdo con el capitalismo y eso lo condiciona a rechazar el modernismo, independientemente de que muchos arquitectos que hicieron edificios con ese estilo sí tenían intenciones de hacer espacios evocadores y tomando como partida el hombre: el Modulor de Le Corbusier es un ejemplo de eso. A pesar de que comienza criticando a Hegel, que consideraba el arte de su época como decadente en comparación a lo que se hizo en Grecia antigua, él también termina revelándose como un apocalíptico que no trata de investigar apropiadamente los nuevos valores estéticos que están surgiendo en el tiempo que vivió. Sin embargo insisto en que a pesar de sus defectos valora más la arquitectura que los filósofos que le precedieron e incluso que muchos arquitectos, y como lo he comprobado en persona, como muchos estudiantes de arquitectura.

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