Las tradiciones y las supersticiones tienen razón de ser, tienen una base sino científica, por lo menos comprobada empíricamente. Ejemplo de esta ocasión: las entregas. Mi ritual personal hasta ahora para todas las entregas de Diseño desde que existe el blog es publicar fotos del proyecto la noche antes de presentar con el arquitecto. Y hasta ahora todo había salido bien. El día que decido postergar la publicación para el día siguiente lo pagué caro, muy muy caro.
La idea original era que cada una de nosotras iba a trabajar por su cuenta en lo que tenía asignado hasta el domingo en la mañana cuando nos íbamos a reunir para unificar y plotear ese mismo día, o en caso de emergencia el lunes. Y no tengo la potestad para narrar las eventualidades de mis compañeras, pero afortunadamente las mías sí. Mi asignación consistía en el edificio 1 y el de la biblioteca: las plantas actuales, las nuevas, los planos estructurales, instalaciones eléctricas, hidrosanitarias y las fachadas actuales del edificio 1 que ya estaban dibujadas, sólo requerían configurarse en los layouts. Tenía planeado terminar las plantas viejas y nuevas antes del viernes, dejar el viernes en la tarde para hacer un plano que explicara el concepto detrás del proyecto, y el sábado para las instalaciones. El domingo iría a casa de Scarlett a platicar, hacer el índice y jactarme por lo increíblemente organizadas que somos. Pero era viernes en la tarde y yo no había terminado las plantas.
He recalcado en innumerables ocasiones que no soy religiosa, pero la única práctica con la que sí estoy de acuerdo es con dejar un día libre sagrado, como los adventistas que no pueden trabajar los sábados. Yo soy una adventista, pero de los viernes. Mis tardes de los viernes son intocables: es el único momento en que me olvido de la universidad, hasta tengo la costumbre de salir para olvidarme de mi casa. Fue horripilante y traumático, pero ese día lo tuve que dedicar a poner ejes, ventanas, puertas, dibujar polilíneas sobre líneas mediocres que nunca llevaron un curso de autocad 2D. Salimos a tomar café con los aleros y Juank un ratito en la noche porque no lo habíamos recibido apropiadamente desde su regreso de Washington y en un momento Mafer dice: “Mañana voy a estar todo el día en la oficina. Me pueden ir a comprar mi regalo para mi cumpleaños”. Maldición, este martes cumple años Mafer. Así que me levanto temprano a trabajar, termino las plantas y comienzo instalaciones eléctricas. Riquísimo porque mis papás salen a almorzar cada semana de por medio y estoy sola en mi casa, trabajando con mi música a todo volumen. Pero me toca salir a buscar regalo en la tarde. Y nadie está de acuerdo con mis opciones: una tienda súper pinta de decoración de interiores para niños, llena de cosas para regalarle a alguien que quisiera tener un cuarto súper bonito o que le gusten las manualidades (Bertha si hubiera apreciado mi regalo de allí!). Vamos a perder el tiempo a las Cascadas, donde me desilusioné con la pista de hielo de Digicel que en realidad es de plástico. A las dos horas estoy que exploto: yo tengo que trabajar. Vuelvo a mi casa y termino tardísimo, sólo la iluminación y las tomas. Me cae el mensajito de si me quiero reunir mañana a las 9. No sé cómo andarán ellas, pero yo prefiero terminar en mi casa.
Me voy a dormir y me levantan a las 2 de la mañana con noticias del choque de un carro de mi casa por parte de un miembro de mi familia que iba conduciendo. No estoy autorizada para dar detalles, pero si alguien quiere comprar un pedazo de chatarra amoldado con la forma de un poste aunque con el motor en excelente estado se puede contactar conmigo para que negociemos. La conmoción y la cólera no me dejan dormir hasta las 4 de la mañana, pero para mi desgracia continúa el resto del domingo en los miembros del clan. Igual, tengo que trabajar. No estoy físicamente presente con mis compañeras pero la tecnología del siglo XXI me permite estar con ellas aunque no las vea en persona. Y mi desgraciado router deja de funcionar. En circunstancias normales eso significa que no voy a poder revisar mi correo obsesivamente cada dos horas, o peor, los 500 feeds (no exagero) que tengo que se actualizan cada 15 minutos. Pero ese día, justo ese día, significa que no voy a poder enviar planos para que otra persona los tenga en caso de que Olivia implosione (que sabemos es seguido), no voy a poder pedir planos que ocupe, no voy a poder consultar sobre lo que estoy haciendo para que las demás lo hagan igual que yo y la entrega sea coherente. Lo reseteo pero no funciona. En la noche tengo completos los planos estructurales. Llega Juank a auxiliarme con el router, pero no es la red, es el aparato el que ha decidido dejar de servir. Es necesario comprarse otro, justo en este tiempo apocalíptico que se avecina.
Termino mis instalaciones hidrosanitarias y me pongo a corregir todo lo que he hecho hasta ahora. Me acuesto a dormir y me despierta una llamada. “¿Quién puede estar llamando un domingo a las 8 de la mañana?” Resulta que hoy es lunes y yo tengo Obras a las 8 de la mañana. Es Yanis que ya viene por mí y yo no estoy ni bañada. Le explico que la diferencia fundamental entre un estudiante novato de arquitectura y uno a punto de graduarse es que el primero no asiste a sus clases de la mañana de un día de entrega porque no quiere levantarse, el segundo porque no puede levantarse. Un café de desayuno y voy a mi clase de Italiano; no llegué a Obras. Y después alegre y campante busco a Deysi para que vayamos donde Scarlett a hacer el índice, enumerar las hojas y a plotear cerca de allí. La entrega es a las 2, nos damos de plazo hasta las 11 y media para terminar e irnos a imprimir. Una hora después de lo planeado salimos.
La primera mala señal fue que nos fueron dando 56 planos, que con un costo de 25 lempiras por plano son 1400 lps. Yo había sacado 300 del banco, Deysi andaba 250 y Scarlett 200. Jamás hubiéramos pensado que iban a salir tantos. La arquitecta del lugar tiene un poco de confianza con Scarlett (y sabe donde vive) así que podíamos pedir fiado, pero preferí ir a pedir dinero con mi madre antes que recurrir a eso. Nos envió a un banco cerca de allí. Vamos con Scarlett mientras Deysi imprime. Es la una de la tarde.
Resulta que imprimieron un plano y la letra es diferente porque la computadora de la arquitecta no tiene la fuente que usamos en los 56 planos del proyecto. Deysi tiene instalado el modelo del plotter que estamos utilizando, pero su computadora se niega a reconocerlo. Después de muchos intentos y consultas logran instalar la fuente en la otra computadora, pero resulta que no quiere abrir ningún archivo de Scarlett: aparece un mensaje de Error Fatal, el Autocad se cierra, e intenta hacer un recover del archivo pero no funciona. Scarlett va a su casa a enviarlos por correo, yo trato de bajarlos de versión en mi compu (la única que no tiene problema con esos archivos), pero no funcionan ni los que yo modifiqué, ni los que envió Scarlett por correo, ni los que ella trajo en una memoria directamente de su casa. No tienen los drivers para instalar el plotter en mi compu. Son las dos de la tarde y empezamos a recibir llamadas de si ya llegó el arquitecto, adónde estamos nosotras.
Una hora más tarde, después de miles de intentos, a Deysi se le prende el foquito: se pueden exportar como archivos PDF. Lo más rápido posible los convierto a ese formato, nos ponemos a imprimir a lo loco, pero ya van a ser las 3 y el arquitecto dice que se va a las 3 y media. En medio del ajetreo no nos habíamos dado cuenta que no habíamos impreso mis plantas, que no tenían problema para abrirse, y el plotter es lento, muy lento cuando tienes el tiempo encima para la penúltima entrega de tu vida de estudiante. Terminamos a las 3 y media justo, salimos a toda velocidad, pero ni siquiera a un tercio del camino recibo la llamada fatídica: el arquitecto se fue.
Scarlett lo llama, y él acepta recibir los planos en un lugar cerca de donde tenía que pasar de todas formas. Lo esperamos en la calle, con el viento del frente frío y el frío del desvelo, y lo vemos llegar. Nos disculpamos y nos pregunta porque imprimimos en ese formato tan grande cuando él pidió todo en tabloide. Si nos hubieran visto las caras. Y adónde está nuestra memoria explicativa, donde describimos en detalle la situación actual y la contrastamos con nuestra propuesta. Es la primera vez que escuchamos que eso se tenía que hacer. ¿Qué ondas con los otros grupos que nadie nos avisó? ¿Saben por qué dejamos de ir la semana pasada a revisar en Diseño? ¡Porque estábamos trabajando en la entrega de Diseño! Qué desastre, qué fatal, que falta de cortesía, que falta de sentido común el nuestro de no ir a hablar con el arquitecto el viernes para preguntarle si lo que íbamos a hacer estaba bien. Nos da de plazo hasta mañana para llevarle la memoria.
¿Así que, qué hemos aprendido hoy?
Que no vuelvo a entregar sin publicar. Que no vuelvo a plotear el mismo día de la entrega. Que no vuelvo a atenerme a mis compañeros para nada. Que no hay que beber y conducir. Que me tengo que meter a un curso de redes algún día en el transcurso de mi vida. Que los congresos de arquitectura son para la gente que no está estudiando arquitectura porque mientras haya entrega no importa cuántos arquitectos italianos vengan, simplemente no puedes ir.
Que no sabes lo que es tener internet hasta que lo pierdes.
Saaantisimo,todo esto me parece un corolario de las leyes de Murphy, esto es un perfecto ejemplo de ello.
ReplyDeleteBueno, lección de vida entonces, se esperan las próximas publicaciones.
Saludos y mis mejores deseos siempre.
no lo pudiste contar mejor¡¡
ReplyDelete