02 November 2008

Me pregunto si las personas cercanas a uno que mueren se convierten en tus ángeles guardianes. Me pregunto si en el tiempo transitorio antes que decidan reencarnar o antes de que se sumerjan de nuevo en la gran piscina del Espíritu Colectivo de la humanidad deambulan invisiblemente alrededor de todos aquellos que dejaron, viendo cómo son realmente, echando una mano cuando hay problemas o evitando que les sucedan cosas malas.

El jueves en la tarde estábamos muy angustiadas por diseño porque teníamos resueltos todos los edificios menos el estacionamiento, y en nuestro proyecto ese es un componente de vida o muerte. Scarlett se enfermó y nos quedamos solas con Deysi viendo qué se podía hacer. De la nada apareció una idea y todo se resolvió fluida y rápidamente. Esa misma noche yo tenía que preparar la parte que me tocaría exponer sobre Georg Lukács para la clase de Teoría Superior del día siguiente, pero no pude leer nada durante la semana y estaba tan cansada en ese momento que sabía que nada se iba a pegar a mi cerebro en esas condiciones. Me resigné a acostarme y dormir. A la mañana siguiente no hubo tiempo de abarcar Lukács porque faltaban unas cuantas explicaciones de Hegel que duraron las dos horas, por lo que se postergó todo para la próxima semana. Hoy que nos reunimos para trabajar en Diseño teníamos que cranear un concepto formal y la volumetría del proyecto a cualquier precio porque no podemos seguir trabajando sin eso. El inconveniente fue que anoche Deysi hizo la celebración su cumpleaños con su familia con una taqueada y una fiesta y por eso andábamos desveladas y de mal humor. Pero sólo con ver las fotos de las texturas de la piedra de la facultad de Medicina se nos ocurrió qué hacer, terminamos temprano y por primera vez en todo el semestre tuve libre aunque sea un pedazo de mi domingo. Me pregunto si mi abuela tuvo algo que ver en todas esas situaciones.

Su recuerdo y la consciencia de lo que su partida representa en mi vida llegan por oleadas. Paso distraída con mis tareas, con todo lo que tengo que leer, los lugares a los que tengo que ir, pero me descubro en los momentos menos esperados recordando la última vez que fuimos juntas a Guayape y terminé montando a caballo. En medio de cualquier actividad cotidiana alguna memoria al azar aparece y me desoriento por un instante.

La gente a mi alrededor ha reaccionado de manera muy extraña con todo este tema. Nadie me pregunta nada, nadie me llamó ese día. Actúan como si nada hubiera pasado y como si eso no tuviera impacto en mí, pero yo les hago las cosas fáciles al no hablar al respecto porque sé que se comportan así porque no saben qué hacer. La verdad es que no dejo de pensar en esto y necesito hablar.

Cuando pierdo la perspectiva sobre algo trato de imaginar cómo reaccionaría si yo tuviera una hija que estuviera atravesando lo que yo estoy viviendo en ese momento. Trato de ver todo desde una perspectiva más objetiva y sabia, y algunas veces da buenos resultados (de esa manera fue que entendí finalmente que las cosas con mi primer novio no iban a funcionar jamás). Si tuviera una hija que perdió a su abuela lo más seguro es que le diría que ella ahora va a ser su ángel guardián, por lo menos temporalmente. Y se lo diría, aunque yo no lo sepa con certeza, sólo porque eso la haría sentir mejor y en situaciones irremediables eso es lo único que queda.

Cuando mi abuelo murió hace 10 años yo era esa niña pequeña a la que imagino y no sentí la mitad de la desolación que experimento ahorita. No porque no lo admirara y lo quisiera mucho, tampoco porque no me entristeciera que dejara a mi abuela y a sus hijos. Pero su muerte fue tan pacífica que no me pareció otra cosa que no fuera natural.

Voy a volver a leer “The year of magical thinking”.

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