Me enteré de la existencia de la « Sociedad de amigos de los museos de Bordeaux » gracias a un mensaje que nos envió una maestra a todos los alumnos de la maestría a través del correo de la universidad. Se trata de una serie de conferencias semanales impartidas por conservadores de museos muy importantes en Francia, profesores universitarios u otro tipo de personalidades del medio artístico. Los temas de las conferencias son muy variados y no están restringidos a una sola técnica, país, o período cronológico. Y todas las presentaciones se llevan a cabo en un auditorio propiedad de la alcaldía y cerca de Hôtel de Ville, en el centro.
Como las primeras semanas estaba pasando por esa gran crisis de la adaptación y abundaban los eventos sociales a los cuales asistir me perdí las primeras conferencias, pero luego empecé a ir, acompañada de Elsa o Jacques o Sophie, cualquiera de los tres que estuviera libre y que quisiera ser torturado por una hora o más, y ahora por mi cuenta, ya que Elsa y Jacques se han ido y Sophie prefiere ir a clases de fitness con Pamela, y no la culpo. Al principio pagaba por conferencia, 2 euros cada una, pero suscribirse a todas las charlas del año que se llevan a cabo entre octubre y mayo, cuesta 10 euros para los estudiantes. Así que pronto me suscribí, en parte también para obligarme a ir. No es que sean desagradables esas reuniones semanales, en realidad lo único peculiar es que la “Sociedad” está conformada en un 98% por gente mayor y de mucho dinero, de la cual un alto porcentaje se duerme y empieza a roncar en cuanto apagan las luces para mostrar la presentación de powerpoint. Lo que sucede es que muchas veces, por muy interesante que sea el tema, hay conferencistas que pierden el sentido de la realidad y olvidan que están tratando con un público muy especial –donde me incluyo- que no puede aguantar más de una hora sentados, a oscuras, sin asociarlo directamente a la hora de dormir (digamos que los efectos especiales en el cine actúan como inhibidores de sueño). Y en mi caso en particular, los diferentes acentos y velocidades a la hora de hablar en francés superan mi capacidad de comprensión de estos temas, algunos particularmente espinosos.
Como decía, es una lástima que me haya perdido las primeras conferencias. “Cuando el diablo inspira a músicos y pintores en el siglo XIX” todavía es mencionada como uno de los éxitos de esta temporada. Pero logré convencer a Jacques para que me acompañara a ver “Pollock a la conquista del espacio”, hecha por un doctorando en París que está estudiando al pintor para su tesis. Su acento particular me hizo perder muchas cosas, pero logré captar cuando nos llamó la atención sobre el hecho que Pollock colocara los lienzos en el piso para pintar y luego los montara en la pared para ser vistos era una ruptura a la tradición pero también una adaptación en cierto sentido, ya que los cuadros pudieron haberse hechos para ser vistos en el suelo. Sophie me acompañó a ver “Napoleón I y Bordeaux” sobre las obras que realizó el emperador en nuestra ciudad. En esta no fue una cuestión de acento, pero de velocidad. Logré entender que el Puente de Piedra que atraviesa la Garonne para unir la Bastide con el centro de la ciudad fue construido por Napoleón y tiene justamente esculpido su nombre. La conservadora del Museo de Bellas artes de Bordeaux, con quien compartimos apellido, habló sobre la colección del siglo XX en dicho museo, para celebrar el lanzamiento de la guía de esas obras. Estuvo excelente, tenemos obras de Picasso, de Matisse, de Soutine y unas excelentes sobre artistas de Bordeaux como André Lhote que incluso representó la ciudad. Luego, como anticipación a su visita a la exposición “Mondrian / De Stijl”, Sophie me acompañó a ver “Wassily Kandinsky, del Simbolismo a la Abstracción”. Y en una alegre coincidencia, Elsa había visitado el Museo Pío Clementino, así que disfrutó de la charla sobre su construcción y sobre la adquisición de sus obras, que estuvo excelente porque pude aprender un poco sobre los criterios de museología en Italia en el siglo XVIII. El viernes siguiente iba toda emocionada porque supuestamente era una charla sobre Caravaggio, su vida y obra, en conmemoración de los cuatros siglos que han transcurrido desde su muerte, pero en lugar de eso nos dieron una charla sobre tapices de Poussin en torno a Moisés, para compararlos con las versiones en pintura. La exposición llamada “Poussin y Moisés, del dibujo a la tapicería” se está llevando a cabo a partir de esta semana en la Villa Medici en Roma y luego va a venir a Bordeaux. Fue muy interesante, especialmente porque despierta el interés por la exposición a venir. Luego tuvimos una invitada algo particular: una princesa florentina. La princesa Giorgiana Corsini nos habló sobre la historia de su familia y cómo adquirieron las diferentes obras de arte de los cuales ella es la responsable actualmente. Me sentía en un universo paralelo, escuchando a esta señora hablar sobre cómo en su familia hay un santo (San André Corsini), un Papa (Lorenzo Corsini a.k.a. Clemente XII), cómo el escudo de armas en la parte superior de la Fontana de Trevi es el de su familia, cómo en su jardín ellos tienen estatuas de mármol del siglo II antes de Cristo como otras personas tienen gnomos kitsch y cómo el barco “Fiore de Maggio”, que utilizaban sus antepasados para ir de Venecia a Londres para hacer comercio se hizo posteriormente célebre por llevar unos cuantos ingleses a los Estados Unidos. Era el Mayflower. Y ayer, antes de unas vacaciones de más de un mes, escuchamos “Las Ninfeas: el gran sueño de Monet”, en lo que ha de ser la primera vez que alguien es capaz de arruinar una conferencia sobre Monet. Era el conservador del Museo de l’Orangerie en París, donde tienen una sala diseñada exclusivamente para esas obras y entre su evidente pretensión y sus circunlocuciones (era también un doctor en Letras) pudimos entender cómo Monet hizo su progresión de ver la Naturaleza desde lo lejos, luego dejando aunque sea las orillas del río, hasta sumergirse completamente en ella, cumpliendo así su gran deseo de vivir en armonía con ella. En fin, todavía no entiendo cómo es que no veo a mis compañeros de maestría allí, todos los viernes. Supongo que cuando se tiene acceso ilimitado a estos recursos no existe ese sentido de urgencia por aprovecharlo todo. Por mientras, disfrutaré de estas vacaciones antes de las últimas dos conferencias: “El desnudo en pintura del siglo XVI al XVIII” y “Los escultores de la primera Escuela de París”.
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