El billar girondino

Para el cumpleaños de nuestro amigo Bruno su regalo tenía que estar ligado al fútbol. Es ya el segundo chavo que conozco aquí que se siente solitario y desamparado por no tener nadie con quien compartir crónicas futbolísticas. De hecho, la celebración de su cumpleaños comenzó el sábado en un bar inglés en donde vimos el partido Barcelona – Manchester. “Vimos” es en realidad un concepto un poco amplio, ya que yo me la pasé platicando con su amigo Rafael. No puedo evitarlo, si hay un escape al deporte, lo usaré. En fin, Bruno podrá identificarse con el equipo de nuestra ciudad ahora que puede usar su camiseta de los Girondinos de Bordeaux, un equipo que tiene el enorme punto a su favor que uno de sus colores es rosado.Para festejar fuimos a otro bar inglés, pero esta vez con el requisito que tuviera una mesa de billar. Para empezar tomamos una cerveza para darnos ánimos a jugar ya que nadie se consideraba muy calificado en el juego. Creo que tenía mucho tiempo de no sentirme tan lejos de Honduras como cuando tuvimos que poner una pieza de dos euros en la mesa para que soltara bolas rojas y amarillas, sin números!!! “¿Cómo se supone que tenemos que jugar??” fue mi reacción, “¡No se pueden poner en orden!”. Todos me quedaron viendo como aquel bicho raro con aspiraciones de profesional. Culpo a Herminio, Yanis y Moisés que me mal acostumbraron con sus salidas a los Arcos donde solíamos jugar. Para rematar en este bar no tenía yeso para ponerse en las manos (fatal para deslizar el taco) y ni tenían el diablo para los tiros difíciles. Además que esas chavas del fondo no pudieron haberse colocado en un lugar donde estorbaran más.  Bueno, en realidad ni siquiera puedo culpar a la cerveza, Jeanette Lee estaría tan avergonzada de mí aún completamente des-alcoholizada. Menos mal que hacemos esto porque es divertido. Luego de dos juegos que se sintieron eternos nos fuimos a terminar de celebrar a otro bar, pero esta vez irlandés y sin mesa de billar. Suficiente tortura por un día, pero excelente noche.