16 January 2009

Bonnie, Bush, Laika, Dylan y yo

Era el año 93 y mi mejor amiga Bertha estaba siendo cortejada por Elías. En esos tiempos los cortejos eran regalos, pero como ellos eran discretos y diplomáticos para disimular ante el público en general el naciente romance que se tenían, solían compartir con terceros esos regalos. Yo era la tercera allí y fue así como el día que Elías le regaló a Bertha una perrita, me dio una a mí también, la primera que tuve en mi vida. Le pusimos Bonnie.


Era una bolita negra, peluda y preciosa. Mis papás estaban preocupados porque decían que al ser mezcla de terrier y pekinés seguramente iba a tener un temperamento difícil o hasta agresivo, pero nunca dio malas señales. Con mi hermano estábamos pequeños y ella jugaba todo el tiempo con nosotros. No recuerdo exactamente qué hacía, pero sé que yo pasaba orgullosa de que ella pudiera jugar fútbol, béisbol, basketball, y escondite. Cuando mi papá llegaba del trabajo y nos llamaba, ella era la primera en correr desde el fondo del patio donde pasábamos toda la tarde en nuestras aventuras. En ese tiempo yo tenía un cochecito rosado de plástico, al que no le daba otro uso más que servir de escaparate para muñecas, pero cuando llegó Bonnie traté de subirla para que ella fuera mi pasajera. Lo detestaba: saltaba como loca y huía de mí. Intenté enseñarle trucos como saltar a través de un hula hoops, por si algún día le pasaba algo que la alejara de nosotros pudiera trabajar en un circo y así ganarse la vida, pero tampoco quiso aprender. Fue muy mala suerte porque el día del padre del 94 era un domingo en la mañana y mi papá nos invitó a desayunar a Burger King. Como sólo íbamos a pasar comprando la comida subimos a Bonnie a la paila del carro mientras nosotros nos quedamos en la cabina. Cuando regresamos a la casa Bonnie ya no estaba. Alguien se la había robado porque ella nunca hubiera saltado de allí; ya la habíamos llevado a Valle de Ángeles de esa manera y no le había pasado nada. Regresamos a buscarla, y cuando mi mamá regresó del turno del hospital a medio día fuimos con ella también. Lloramos tanto ese día imaginando lo que le habría pasado, con quién podría estar y si la estarían tratando bien. Estuve por muchos años en los que miraba a una perrita negra en la calle y me preguntaba si era ella.

Fue tanto el impacto de haberla perdido que mi primo nos regaló a uno de sus miles de chuchos pequeños, un peludo rechazado que le pusieron Bush. Era gris y blanco. Como ya estaba un poco grande venía con mañas de familia ajena y la verdad nunca logré quererlo. Todos los perros en cuanto ven que se abren los portones quieren escaparse y a veces lo logran pero se quedan enfrente, huelen y vuelven a entrar. Este delincuente se escapaba y se iba a dar paseos largos por su cuenta. La primera vez que lo hizo creímos que no iba a volver y no nos dio mucha lástima. Fue una sorpresa cuando unas horas después escuchamos algo que arañaba el portón y era él. Un día se fue a vagar y no volvió. Supongo que encontró una novia u otra familia lo adoptó. (Ahora que estoy grande me pregunto si no lo habrá aplastado un carro.) Supongo que Bush fue el perro que no pudimos querer porque seguíamos pensando en Bonnie todavía, algo así como un rebound-dog.

Unos años después nos compraron a Laika. Era una cachorrita nacida en la Paz, supuestamente en una finca del ex presidente Suazo Córdoba. A pesar de las malas referencias, Laika resultó ser la perrita perfecta. Ese mismo día compramos también a su hermana que iba a ser para mi abuela quien ya tenía un nombre para ella: Motika.

Laika era muy educada pero tenía un lado salvaje también. Cuando creció y no la dejamos entrar a la casa muy seguido agarró la costumbre que las pocas veces que se escabullía adentro se subía a las camas y escarbaba como loca, dando vueltas para al final acostarse sobre ellas. Cuando mis papás salían yo la metía y nos quedábamos juntas viendo tele, o bailando los videos que ponían en Mtv o los que yo tenía de Tori Amos.

Por Laika fue que conocí a uno de los miles de vecinos que tengo pero con los que nunca me llevé. Un día la saqué a pasear y justo en ese momento venía con una bicicleta uno de los muchachos del San Miguel que llegaban a la misma parada del bus que yo. Me preguntó si yo me llamaba Melissa o algo así, y si yo era la niña que le había mandado una carta a él y a su hermano muchos años atrás (historia vergonzosa para otro post). Lo más irónico fue que Laika después no quiso mucho a mi amigo porque él tenía miedo de los perros ya que lo habían mordido cuando estaba pequeño. Pero en general ella era muy amigable con la gente. Sabía dar la patita derecha cuando se la pedían, y yo fui la rebelde que le enseñó también a dar la izquierda. Era una fanática de las pelotas de plástico y con mi hermano nos poníamos uno en la parte alta de la casa y otro abajo y nos lanzábamos la pelota para que ella nos fuera a perseguir. Ella tampoco quiso ser entrenada para el circo, pero afortunadamente no lo ocupó: murió con nosotros debido a un paro cardíaco a los 8 años.

Para alegrarme un poco me regalaron otra cachorrita, Dylan, una mezcla de Pastor alemán y Husky siberiano. Pero sufrió el mismo síndrome que no permitió que me encariñara mucho con ella y se agravó porque era muy relajera y destructora: era capaz hasta de despegar los guardapolvos de la terraza. Así que la regalamos a una amiga de mi madre y al parecer está muy grande y sigue igual de terrible.

Estos días mi hermano anda haciendo el intento de que nos consigan otro perro. Si nos basamos en las experiencias pasadas ahora nos tocaría el animalito especial que sí vamos a querer mucho, así que probablemente este sea el momento perfecto.



6 comments

  1. Bush no me gusto... ya venia sentenciado desde el nombre... Laika desde el principio me cautivo... pero con solo dar la pata izquierda, la hubiera hecho "comandante Laika" jajaja

    Gracias Marce, por abrir ese baul de recuerdos... por hacernos parte de tu vida... es interesante como en nuestros blogs venimos a compartir vivencias que muy pocas personas de la vida real conocen...

    ReplyDelete
  2. Oh Laika!! Recuerdo aquel momento en que casi me deshace con sus fauces!!!

    ReplyDelete
  3. Anonymous10:59 PM

    Qué bonita Laika, fue la mejor, me encantan esos tipos de perro, qué bonita toda la entrada. Y pucha, la vista desde la terraza se ve muy buena. Yo también quiero un perro ahorita.

    ReplyDelete
  4. Anonymous12:17 PM

    Meritorio aplauso para este post... me encantó y me ha llenado de sublime nostalgia, que espero poder relatar en algún post.

    Me gustó Laika, y como dijo Nocturno, el pobre Bush ya estaba sentenciado por la desgracia de su nombre.

    Bueno yo por mientras estoy muy contento con Arenita, es la reina del hogar...y no soporta intrusos de ninguna índole.

    Saludos y un fuerte abrazo. :)

    ReplyDelete
  5. Yo recuerdo a Laika!!! vos la querías mucho... Entiendo cómo te sentiste cuando Bonnie se escapó... Lo mismo me pasó cuando mi conejito Ricky decidió escaparase de mi casa como regalo de cumpleaños. Después me dieron las famosas tortugas y nunca llegué a quererlas...

    ReplyDelete
  6. Qué buen nombre Ricky...

    A mí también me dieron una tortuga, Rosita, pero era muy enojada. Nunca se dejaba tocar ni nada. De hecho yo no sabía que podían ser amigables hasta q conocí a la tortuga de Scarlett de quien puse fotos hace un tiempo.

    ReplyDelete