Hacer lo que se tiene este momento entre manos con la esperanza de conseguir lo que querés pero consciente de que no tienes la última palabra. La ley del desapego es una cuestión intrigante: trabajar independientemente del resultado, darle permiso al Universo que te dé lo que él cree que es mejor para vos.
Últimamente todo mundo se disculpa por su forma de ser, por sus tics, mañas o deseos. Es innecesario. No puedes sentirte mal por lo que sos en este momento: etiquetar como bien o mal algún rasgo o etapa que se está atravesando es ver una sola cara de la moneda. Ni siquiera hay que aceptarse; sería mejor trascender la necesidad de juzgar y simplemente seguir adelante. Pero entiendo por qué se llegan a esos recursos: siempre queremos mostrar lo mejor, lo que los demás quieren ver, lo que le hace ver a aquellos que supuestamente nos hirieron que seguimos adelante a pesar del dolor. Cuando no se acepta lo malo pasa lo que estoy experimentando estos días: mi cuerpo y mis emociones cobran vida propia, ajena a mis decisiones y hacen conmigo lo que quieren. Quiero esconderme de todos, estar lo menos posible con gente, cualquier canción, comentario o recuerdo me sumerge en una tristeza que no puedo controlar. Mi cabeza se desprende del resto del cuerpo y una vez más entiendo intelectualmente, pero mi alma no acepta lo inevitable.
No me puedo seguir disculpando. Sólo quiero dejar que pase.
Buenísimo. Toda la razón pero, ¿por qué esconderte de los demás? Cierto, los comentarios y los recuerdos pero, ¿no han sido las personas las que también te han traído alegrías y buenas emociones? Como vos decís, sólo es una cara de la moneda. ¡Vamos! ¡A dejar la tristeza a un lado! Más que dejarla a un lado, a verla a los ojos y sonreirle, porque igual, si la dejamos, sólo estaríamos con una cara de la moneda.
ReplyDeleteAdemás, entiendo el eterno torbellino del asunto mente-espíritu, pero hacia allá vamos: a lo alto de la montaña, cerca del borde del Universo, allá donde las respuestas las encontramos y desde lo alto miramos con alegría, hasta con una cierta prepotencia, por haberlo logrado.